Antes. Entonces. Nunca, de Raúl Ariza. La obsesión de Narciso

Antes. Entonces. Nunca es la segunda novela del escritor Raúl Ariza (Benicassim, 1968), autor versado en el relato breve (Elefantiasis, La suave piel de la anaconda y Glóbulos versos) y al que no tenía el placer de conocer.

Ya desde las primeras páginas de Antes. Entonces. Nunca se aprecia el absoluto dominio de una técnica literaria depurada, un control poco frecuente de la prosa, una magistral capacidad para jugar con los tiempos verbales en la narración. Estructurada en tres partes bien definidas, la trama gira en torno a su personaje principal (del que solo sabremos su nombre al final), porque todo en esta novela gira en torno a él, a sus obsesiones, su egolatría patológica, su desmedido amor a sí mismo.

Las tres partes en las que está estructurada Antes. Entonces. Nunca comparten la utilización casi exclusiva del estilo indirecto, escasísimos diálogos apoyan una narración en la que las descripciones, lejos de resultar superfluas, constituyen un personaje más de la obra. Cada una de ellas comienza con la descripción detallada de una casa que es mucho más que eso, uno se da cuenta al llegar al final; los espacios constituyen casi disecciones del personaje, convirtiéndose en un microcosmos en el que se desarrolla la opresiva trama. Y a pocos escritores he leído que describan tan bien como Raúl Ariza.

La primera parte, «Lo que sucedió antes», narrada en primera persona, nos descubre los orígenes de su protagonista, el nacimiento de un monstruo obsesivo, un ser dotado de un magnetismo tal que pronto se convierte en una herramienta de dominación, de uso y abuso de cuantos le rodean. El descubrimiento del poder que posee, especialmente sobre las mujeres, lo aboca a una suerte de juego perverso que culmina en una relación con Lía que parece definitiva, una suerte de cura de su obsesión, un amor verdadero. Pero como si del Vizconde de Valmont de Choderlos de Laclos se tratase, los objetivos cumplidos terminan siendo fuente de hastío. Imposible contarles aquí lo que sucede sin destriparles la trama, por tanto tendrán que confiar en mi consejo si les digo que vale la pena descubrirlo.

La segunda parte, «Lo que sucedió entonces», que de nuevo se inicia con la descripción de una vivienda, supone una bajada a los infiernos, una caída en los abismos del mito de Narciso. Narrada en segunda persona, ese tiempo tan complicado para un escritor, está fabulosamente resuelta. El ambiente se vuelve opresivo, denso, sofocante. El calor se pega al lector como a su protagonista, el hedor, la inmundicia moral, atisbos de arrepentimiento y acto de contrición que se torna en martirio al recordar una vida dedicada a amarse única y exclusivamente a sí mismo. Y Perry, ese amigo enamorado platónicamente, único capaz de sostener los despojos del protagonista (qué gran acierto este personaje)  y de soportar su egoísmo enfermizo.

La conclusión, «Lo que nunca sucedió», que una vez más comienza con la descripción de una casa (estén atentos a esa placa con el número 16 colgada tras una puerta) supone toda una sorpresa, una vuelta de tuerca que cierra un círculo maléfico. Narrada en tercera persona y en tiempo futuro (otra apuesta arriesgada de la que Ariza sale nuevamente triunfador) deja al lector boquiabierto al descubrir la verdadera naturaleza de Raúl, que así se llama también su protagonista, esa naturaleza que siempre fue una, única, destructora, despiadada.

Antes. Entonces. Nunca, que contiene numerosas referencias cinéfilas y literarias, es una novela original, maravillosamente escrita, con una técnica impecable y cuya trama nos descubre la historia de un ser enfermo de amor a sí mismo. Seguro que alguna vez han conocido alguna persona parecida, ahora tienen la oportunidad de saber cómo son y lo que piensan de la mano de Raúl Ariza.

Antes. Entonces. Nunca

Raúl Ariza

Editorial Talentura

Colección Cortoletrajes

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Reseña de Salva Alemany

Portada de la reseña: David de la Torre