Oskar Rodrigáñez Flores, autor de Barro líquido es —además de poeta y editor— diplomado en Osteopatía, técnico en Comercio Internacional y gestor cultural. Ha publicado los siguientes poemarios: Memento Mori (2016); Loco lúcido (2017); Evoluzione De’ll amore (2018) y, en colaboración con Guillermo Lopetegui, Poesía Transoceánica (2019). Este madrileño participa en diversas antologías poéticas, entre las que sobresalen: Raíces de Mármol, Alas de Lluvia (Madrid); Letras Americanas, Volúmenes II y III (Uruguay); L’Amore dalla A alla Z (Italia); Grito de mujer, Flores del desierto; XIV y XV Antologías: Encuentros de poetas en red; I Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de Cabra, y Antología Poetas del Mundo en Madrid 2019. Traducido al italiano, inglés, francés y rumano, Rodrigáñez Flores ha obtenido varios premios poéticos entre los que destacamos: Primer premio Concurso Otoño y sus frutos de Radio Oasis, Salamanca (2009); Coganador Certamen poético AltaVoz, Madrid, Editorial Vivelibro (2017); Premio a la excelencia literaria 2019 Asociación Diverbium, Embajada de Rumanía en Madrid, y Reconocimiento Poeta Laureado Saelices Versum 2019.

El quinto poemario de Oskar Rodrigáñez Flores, del que hoy nos ocupamos, consta de veintidós poemas que se presentan del tirón, sin división alguna. La temática amorosa recorre con fuerza —y perdurable emoción— la totalidad de los versos de Barro Líquido. Ausencias, los dolores del desamor y un par de imprecaciones predominan en ellos, pero asimismo encontramos celebraciones del hecho amoroso que dotan al libro de no pocas páginas entusiasmadas.

1. Ausencia de la amada

La escritura poética a menudo comienza desde la desolación producida por la no presencia de la mujer amada… Ya el poeta francés Pierre Reverdy lo dejó escrito: «La ausencia es la madre de todos los poemas». Así, en «Marioneta de arena» genera impotencias retrospectivas y presentes en el inánime poeta; en «La cura» es presentada como generadora de desolación y amargura tratando de ser mitigada con sueños y viajes, y en «Recuerdos amantes» una noche de pasión con la mujer que se fue deja el recuerdo de besos y secretos. Ausencias definitivas las encontramos en: «Sin vuelta atrás», donde el abandono genera en el poeta su misantropía, y en «Sin paz», donde otro inflexible abandono por parte de la amada le genera tentaciones de muerte. Una ausencia no definitiva hay en «Lágrima pasajera», donde el poeta describe a su amada como el tren en el que mantenerse para paliar sus sufrimientos y, desde la dolorosa sinceridad, renovarse junto a ella.

LÁGRIMA PASAJERA

Me ha cambiado la vida
y me despierto sin ver
o sin verte,
entre lágrimas del ayer,
espero y no estás, no apareces,
cada vagón es olor a sal
olor de la renovación,
crecimiento personal de la pérdida,
lágrima pasajera de nuestro tren.

Me ha cambiado la vida
y pienso que es mejor así
pero estoy amarrado a ti
a tu vida,
dolor del pensamiento más sincero
del sufrimiento sin final.

2. Desamor

Otro grupo en Barro líquido, este de siete composiciones, se ocupa de dolores y malestares producidos por el amor. Al leer versos tan acongojados nos viene a la memoria esta frase de Stendhal, de sanadores efectos: «Un gran medio de consuelo: hacer que el afligido se ocupe de analizar su dolor; al instante disminuirá; el orgullo triunfa siempre donde quiera que intervenga». «Luna azul» contrapone luz y amor con besos infernales; en «Despertar», lo que fue refugio para el poeta (su amada) a la larga lo ha convertido en un desorientado a la busca de otro inocente inicio; «Dolor sombrío» explica cómo una despedida logra que olvido y memoria se disputen el alma solitaria del que se queda; en «Rendición» descubrimos cómo el poeta, al hacer recuento de su relación de pareja, constata que esta fue un efímero y frágil sueño que lo ha llenado de pesar; «Creer o no creer» expone cómo la duda del poeta a la hora de confiar en el amor lo perjudica a la hora de entregarse; en «Tu levedad» el dolor viene ahora causado por esa segunda oportunidad que se han dado unos amantes y que resulta insatisfactoria por su marmórea frialdad, y «Soledad perenne» constata, dolorosamente, como la total entrega del poeta a su amada solo obtiene el resultado de su soledad.

DESPERTAR

Eres mi refugio endémico
la sal del agua dulce
la siesta del verano
y el vaso medio lleno.

Déjame que te ayude
que aguante con tu vida,
tu lucha continua del miedo
a mi despertar perenne.

Ahora no sé qué hacer
no sé cómo andar y arañar el camino
no sé cómo volver a encontrarnos
en la oscuridad, en la gratitud.
Busco la inocencia
de este primer paso.

3. Imprecaciones

En forma de reniego, en tan solo dos pero muy vigorosos poemas, Oskar Rodrigáñez Flores nos demuestra cómo para él la escritura tiene una función de cauterio, de ácido revelador a partir del cual resurgir. Sus certeros puyazos van dirigidos en «Palabras y tú» contra el amor, al que el poeta tacha de mentiroso, falso y nada atento con él. En el otro, «Oscuridad», los lanza contra esa muerte acechante culpable de que, una vez bajo tierra, solo quede para nuestras débiles almas esperanza bajo el mármol…

OSCURIDAD

La muerte siempre está al acecho
siempre intenta ir susurrando al oído,
sombra del abandono
sol de la noche despierta.

Muerte, hablo contigo, querida compañera,
haces que no tenga dolor
y que la tardanza se haga egoísta.

Bajo capas de tierra
sigues escondiendo mi alma,
entre el mármol de la esperanza.

Muerte, aquí me tienes, háblame
soy débil ahora,
sin vigilancia me atrapas,
reinventando tu oscuridad.

4. Celebración del amor

En cinco poemas el autor de Barro líquido siente que cantar un «tema» —en su caso, el amor— equivale a apropiárselo en esencia, y ahora, en íntimo desquite tras tanto dolor por ausencias y desamores, viaja al núcleo de la pasión por la vía de la celebración. En «Camino escarchado» el amor favorece recorrer juntos la ruta de la vida; «Sorpresa nocturna» celebra el tacto recorriendo la piel amada y «Vida renovada» el día a día de la pareja, ajena al pasado y a la soledad. «Delirio íntimo» se ocupa con festiva explicitud de un encuentro íntimo y «Ahí estás tú» termina por aplaudir la ubicuidad de la amada, quien, allá donde esté, se presenta siempre cercana, libre y eterna.

SORPRESA NOCTURNA

Te veo tumbada entre las sábanas
con el vello erecto por el frío de la mañana,
me acerco y te soplo
y tu piel se eriza,
tu cuerpo turgente se estremece
y solo los dos,
con las yemas de mis dedos
te canto sobre la piel,
recito versos en tus oídos
y te araño la espalda
quitando el tibio rocío de la mañana.

El amanecer nos sorprende
y el café,
te espera entre pétalos
de nenúfares nocturnos.

Desde el orden poético Oskar Rodrigáñez Flores consigue denostar y alabar líricamente a conceptos universales del amor humano. El acto poético logrado desvela calidades ontológicas que ya no son las del autor y ante las cuales, él, descubridor maravillado, se amalgama feliz cediéndoles su entidad y enriqueciéndolas. Poemario breve al que nada sobra, su autor, desde la más incuestionable verdad, ha enriquecido en unos cuantos grados uno de los sentimientos principales del ser humano. No se pierdan el amor de Barro líquido.

Oskar Rodrigáñez Flores, desde la más incuestionable verdad, enriquece en unos cuantos grados uno de los sentimientos principales del ser humano. No se pierdan el amor de Barro líquido. Búho Búcaro Poesía. Reseña: Manu López Marañón. Share on X

Barro líquido

Oskar Rodrigáñez Flores

Ediciones Búho Búcaro

Email autor: oskimak@msn.com

Reseña de Manu López Marañón

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