Bob Dylan, el subversivo de Nobel
La última vez que asistí a un concierto de Bob Dylan fue en una inolvidable noche de julio del año 2004, en Alcalá de Henares. La anterior había sido en el Palacio de los Deportes en Madrid, años antes.
Sus canciones me han acompañado durante años y, lo que más me liga a él, es que estuvo siempre muy presente en los momentos duros: la guerra de Vietnam, el hippismo, la lucha a favor de los afroamericanos, las dictaduras…
#BobDylan fue un verdadero símbolo de rebeldía que puso nervioso al FBI y a la CIA. Share on XEra un tipo armado con una guitarra, una armónica, una voz rota y un talento creativo inigualable, que puso nervioso al FBI, a la CIA y a otros guardianes del buen hacer.
Hurricane me deslumbró. Fue una canción que cantaba la inocencia de un hombre de raza negra acusado injustamente de asesinato solo por el color de su piel. Un alegato a la inocencia que fue una verdadera revolución escrita sobre el viento, en tiempos de un racismo salvaje.
Apareció como actor en una película de Sam Peckinpah, interpretando un joven llamado Alias, que se unía a la banda de Billy el Niño y que apenas hablaba pero que manejaba el cuchillo con la misma habilidad que Dylan usaba la pluma que solía utilizar para escribir canciones y poemas en la vida real.
Cantaba, pero hacía literatura. Sus canciones eran historias que, en muchos casos, tenían un inicio, un nudo y un desenlace. Hurricane es el mejor ejemplo.
Una amiga me había dicho sobre él, a principios de los noventa: «Está decrépito».
Y era verdad. Bob Dylan había envejecido de una manera brutal. Con el paso del tiempo se había convertido en un tipo arrugado, escuchimizado y destartalado. Lucía una expresión grave, sería, de reproche. Por eso algunos decían que ya no tenía futuro. Parecía muy cabreado.
Dylan fue un verdadero símbolo de rebeldía. Combatió con sus letras a la mismísima guerra de Vietnam, al racismo, a los problemas sociales, al abuso de poder…
Cantaba, pero era escritor. Un poeta. Un cronista. Un subversivo. Un agitador.
#BobDylan cantaba, pero era escritor. Un poeta. Un cronista. Un subversivo. Un agitador. Share on XYo diría que sin él, nuestra vida habría sido peor, más fea y mucho más solitaria. Ha sido una buena compañía y un buen consuelo.
Por eso me ha alegrado saber que le han otorgado el Nobel de Literatura.
Es una recompensa justa. Y largamente esperada.
Creó la banda sonora de la película de Peckinpah, Pat Garrett y Billy El Niño, en la que cantaba una canción titulada Las puertas del cielo, que acompañaba a un hombre que moría en brazos de su mujer, al borde de un lago, mientras el sol se ocultaba a lo lejos. Y se te ponían los pelos de punta.
Curiosamente, cuando pienso en él, me surgen imágenes.
He aquí algunas.
La verdad, se merece mucho más que este sencillo homenaje.
Artículo e ilustración de Santiago García-Clairac
Puedes seguir al autor en su web Los Libros de Santiago
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