MUJYŌKAN. 72 Haikus y un jisey, de Carlos Bassas Del Rey
EDITORIAL: Quaterni (Junio de 2016)
GÉNERO: Poesía (Haikus)
Nº DE PÁGINAS: 96
ILUSTRADORA: Angélica López de la Manzanera Martín
Carlos Bassas del Rey
Carlos Bassas del Rey (Barcelona, 1974) es Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Completó su formación como guionista con seminarios internacionales impartidos por maestros como Richard Walter o Linda Seger y es escritor audiovisual de diversas productoras, labor que compagina con la docencia en la Universidad Pública de Navarra, en la Escuela de Imagen y Sonido CTL de Pamplona y en cursos FORCEM (Formación para Profesionales de los Medios Audiovisuales).
Como escritor literario es autor de dos sagas de novela: la saga de Aki Monogatari, con títulos como Aki y el misterio de los cerezos o El misterio de la gruta amarilla, y la saga de Heródoto Corominas con títulos tan sugerentes como El honor es una mortaja, ganadora del VII Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona y Siempre pagan los mismos, publicada recientemente. El escritor nos sorprende ahora con este entrañable libro de haikus.
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Mujyōkan. 72 haikus y un jisey
Mujyōkan es, ya desde su portada, un remanso de sensibilidad en que adentrarse, un lagar de delicadas uvas que estalla, haiku a haiku, en un caleidoscopio de sensaciones que tocan, en caricia, todos los sentidos.
Distribuido en cuatro partes denominadas, cómo no, con los nombres de las estaciones del año, comprenden cada una de ellas 18 haikus donde respirar en aromas y colores, la idiosincrasia sorpresiva de cada uno de ellos.
No ha escatimado el autor, Carlos Bassas, en sus ginkgos (paseos que da el autor de haikus para inspirarse), atención para captar la esencia de la Naturaleza porque es consciente del Mujyōkan: nada existe cuya forma ha de permanecer en el tiempo. Así nos lo demuestra en este haiku de otoño: Zurce la araña / pentagramas de seda / para la lluvia, con gran acierto, a nuestro juicio, en el kigo final. “Para la lluvia” señala la estación de otoño a la que se refiere.
Tal como sucede en el correr del año, al otoño le sigue el invierno: En pleno frío / la camelia embustera / juega a ser rosa.
Pese a que la occidentalización del haiku permite mayor flexibilidad en la temática y en el cómputo silábico que en ciertos autores incluso se aleja de las 17 moras de rigor (como hizo en sus trabajos el mexicano José Juan Tablada), Bassas permanece fiel a la naturaleza del haiku, en temática (y estructura, la mayor parte de las veces), a lo largo de los 72 haikus que componen Mujyōkan.
Avanzando en la lectura de los poemas, nos sorprende la primavera donde se encuentra el haiku más representativo de la esencia japonesa: Golpe de viento / tempestad de sakura / en Yamaguchi, en donde hace referencia al mes de abril en que caen los pétalos de los cerezos, tal vez en la ciudad japonesa, tal vez en la ciudad hermanada con ella sita en Navarra con la que el autor tiene relación cercana. Tal vez podría haber sido este haiku el jisei, dada la brevedad de la flor del cerezo como breve es la vida, si no fuera porque Bassas del Rey tenía otro reservado con mayor acierto.
Llegados al verano, se hace presente la profusión de insectos y pájaros, multiplicadores de vida aun en contra de la propia, y Carlos Bassas del Rey enciende sobre ellos sus últimas poéticas bengalas; de ahí que quedemos embelesados en haikus de tal pureza como: En una esquina / la vida de la araña / pende de un hilo. O este otro: Por un instante / ha sido mariposa / el saltamontes
Con sabor a poco, llegamos al jisei que cierra el libro. Cierra sus páginas un bellísimo jisei que refleja la levedad de la vida, con tanta humildad, que bien se diría un canon a seguir por quienes piensan que la huella que dejamos atrás fuera más importante que las sabias palabras de don Antonio Machado: «Caminante, son tus huellas el camino y nada más».
Un libro para saborear despacito, para reflexionar profundo; para compararse, con modestia y respeto, con la grandeza de la pequeñez aparente con que, día a día, nos sorprende la vida.
Reseña de Antonia María Carrascal
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