Dicen los entendidos que un director de cine no alcanza la categoría de genio si no ha dirigido, al menos, cinco obras maestras. Algunos de los nombres de este selecto club parecen indiscutibles (Hitchcock, Ford, Lang, Wilder, Lubitsch, Welles, Hawks, Spielberg). John Sturges, el genio discretoOtros se quedaron rozando la gloria (Curtiz, Walsh, Sirk, Carpenter), o están a punto de alcanzarla (Villeneuve, Fincher). Los hay que generan división de opiniones (Tarantino, Polanski, Shyamalan, Peckinpah, Cronenberg). Por último están los olvidados; realizadores que cuentan en su filmografía con varias obras maestras y que, sin embargo, no obtuvieron el reconocimiento que merecían.
Recordando a un genio del #cine injustamente olvidado: Cinco obras maestras de John Sturges (y una selección de diálogos que te harán sonreír). Artículo de Francisco Javier Sánchez Manzano, @fjaviersanmanz. Share on XEl grupo de los olvidados lo forman directores capaces de sacar adelante cualquier proyecto, independientemente de su naturaleza: Nicholas Ray, que lo mismo reinventaba el western (Johnny Guitar, 1954), que firmaba un soberbio melodrama adolescente (Rebelde sin causa, 1955); Robert Wise, responsable de obras tan distintas como Ultimátum a la Tierra (1951) o Sonrisas y lágrimas (1965); George Stevens, que saboreó la gloria con Raíces profundas (1953), pero también filmó un melodrama épico (Gigante, 1956). George Roy Hill, quien cultivó el western (Dos hombres y un destino, 1969) y la comedia (El golpe, 1973). Franklin J. Schaffner dirigió ciencia ficción (El planeta de los simios, 1968), género bélico (Patton, 1970), incluso un drama carcelario (Papillon, 1973). Y, cómo no, John Sturges.
Aunque ya había demostrado su valía en otros géneros, Sturges se especializó en el western. Creó obras sólidas que destacaban por su fuerza visual y por la magnífica dirección de actores, y dejó claro que el Oeste no era solo territorio de Ford, Hawks y Mann.
John Sturges creó obras sólidas que destacaban por su fuerza visual y por la magnífica dirección de actores, y dejó claro que el Oeste no era solo territorio de Ford, Hawks y Mann. #Cine clásico con @fjaviersanmanz. Share on XAsí, entre 1953 y 1963, Sturges fue el responsable de películas notables: Astucia de mujer (1953), Fort Bravo (1953), Desafío en la ciudad muerta (1958) y El viejo y el mar (1958). Pero sobre todo dirigió cinco obras maestras: Conspiración de silencio (1955), Duelo de titanes (1957), El último tren de Gun Hill (1959), Los siete magníficos (1960) y La gran evasión (1963). Casi nada. Entonces, ¿por qué no es considerado un genio?
Entre 1953 y 1963 John Sturges dirigió cinco obras maestras. Entonces, ¿por qué no es considerado un genio? No te pierdas este artículo de Francisco Javier Sánchez Manzano, @fjaviersanmanz. #Cine #western #Hollywood. Share on XJohn Sturges nació en Oak Park (Illinois), en 1910. Empezó en el cine en 1932, trabajando en el departamento de montaje, lo cual explica que se convirtiera más tarde en uno de los precursores del montaje paralelo (le gustaba plantear varias tramas simultáneas que iban avanzando de manera alternativa hasta encontrarse en el clímax final). Durante la II Guerra Mundial dirigió reportajes para las tropas norteamericanas y documentales entre los que destaca Thunderbolt, en colaboración con William Wyler. Su debut cinematográfico llegó en 1946, con Yo arriesgo mi vida, a la que sucedieron otros títulos de desigual calidad.
De 1946 a 1949 trabajó para Columbia Pictures. Su labor consistía en rodar películas de bajo presupuesto con un límite de doce días. Esta ocupación le serviría posteriormente para labrarse una fama de director eficiente que cumplía con las fechas estipuladas sin excederse del presupuesto.
Los años 50 suponen el asentamiento de Sturges en la industria del cine. Es entonces cuando surgen sus primeras obras destacables: el thriller Astucia de mujer y el western Fort Bravo. Por fin, en 1955, aparece el éxito: Conspiración de silencio, rodada en tres semanas. ¿Su secreto? Apostar por la espontaneidad y filmar casi todas las escenas en una sola toma (costumbre que comparten otros directores como Eastwood o Siegel). De este modo, a no ser que el fallo interfiriera en la narración, Sturges apostaba siempre por la naturalidad. Se aprecia en varias secuencias de Duelo de titanes; por ejemplo, cuando justo antes del duelo a muerte, Holliday (Kirk Douglas) bebe un whisky con tanto ímpetu que lo derrama sobre su chaqueta.
En realidad, el secreto de John Sturges —que concedía mucha importancia al aspecto técnico de sus películas—, fue saber rodearse de un equipo que funcionaba como un mecanismo perfecto. La fotografía en Technicolor de William C. Mellor (Conspiración de silencio) o de Charles Lang Jr. (Duelo de titanes, El último tren de Gun Hill, Los siete magníficos) resultaba perfecta para planos largos y descriptivos, tan frecuentes en sus obras: imágenes nítidas, colores vivos y encuadres precisos que plasmaban a la perfección la idea de Sturges de cine como espectáculo. Para la banda sonora solía acudir a Dimitri Tiomkin (que ya había ayudado a encumbrar Solo ante el peligro); o a Elmer Bernstein, en cuyas partituras descansa gran parte del éxito de Los siete magníficos o La gran evasión. Tampoco descuidaba los guiones. En Duelo de titanes, la escritura se encargó a Leon Uris, famoso autor de Éxodo o Topaz (ambas llevadas al cine), y contiene diálogos brillantes, como el que mantienen Wyatt Earp (Burt Lancaster) y Billy Clanton (Dennis Hopper):
EARP: ¿Te crees muy listo, verdad? Pues no conozco a ningún pistolero que haya cumplido los 35. Porque siempre hay alguien más rápido.
CLANTON: No sé por qué me meto en tantos tiroteos, creo que me siento solo.
En El último tren de Gun Hill (con guion de James Poe) encontramos esta conversación entre Matt Morgan (Kirk Douglas) y el sheriff Bartlett (Walter Sande):
MORGAN: ¿Es usted el sheriff?
BARLETT (arrojando la estrella sobre la mesa): Puede llamarme como quiera.
MORGAN: Le llamo cobarde.
O esta otra entre Linda (Carolyn Jones) y el camarero (Val Avery):
LINDA: Ya deberían estar aquí. Hay dos hombres muertos.
CAMARERO: Tres. Se ha olvidado de Skag.
LINDA: Ese no era un hombre.
Por último, en La gran evasión (guion de James Clavell) hay un inolvidable diálogo junto a la alambrada entre Hilts (Steve McQueen) y el coronel nazi Von Luger (Hannes Messemer):
VON LUGER: Diecisiete tentativas de fuga…
HILTS: Dieciocho, señor.
VON LUGER: Mientras esté con nosotros le daremos la oportunidad de aprender modales. Diez días de aislamiento, Hilts.
HILTS: Capitán Hilts.
VON LUGER: Veinte días.
HILTS: ¿Seguirá usted por aquí cuando salga?
VON LUGER: Nevera.
A Sturges se le criticó a veces por escoger historias mal escritas, con escasas posibilidades de convertirse en buenas películas. Nadie se quejó, sin embargo, de sus cinco obras más conocidas:
Cinco obras maestras de John Sturges
Conspiración de silencio (1955)
El arranque de Conspiración de silencio es pura energía. Música nerviosa acompaña al tren que avanza atravesando el desierto. Colores intensos y un misterioso personaje que se baja en la estación de Black Rock, un pequeño pueblo cuyos habitantes guardan un secreto.
Suspense, emoción y violencia envuelven esta innovadora mezcla de filme negro y western con la que Sturges consiguió una nominación al Óscar.
Duelo de titanes (1957)
Junto con Pasión de los fuertes (John Ford, 1946), Duelo de titanes constituye la mejor versión del famoso tiroteo entre los Earp y los Clanton en la ciudad de Tombstone, Arizona. Sturges, no obstante, se aleja de la lírica y el preciosismo de la propuesta de Ford para centrarse en la amistad de Wyatt Earp (Burt Lancaster) y John Holliday (Kirk Douglas) y, sobre todo, en la acción. Puro espectáculo.
El último tren de Gun Hill (1959)
El último tren de Gun Hill combina elementos habituales del cine del Oeste con el drama psicológico. Muy acertado en la construcción de personajes (el padre poderoso y autoritario, el débil hijo criado sin una figura materna, el encolerizado sheriff que busca venganza), el filme arranca como un torbellino y alcanza su punto álgido cuando el sheriff (Kirk Douglas) averigua que el asesino de su mujer es el hijo de un antiguo amigo íntimo. Honor, amistad y venganza en una historia que no concede tregua.
Los siete magníficos (1960)
Adaptación de Los siete samuráis, de Akira Kurosawa (que contó con el beneplácito del propio Kurosawa), Los siete magníficos no triunfó en Estados Unidos, pero fue un absoluto éxito en Europa.
La historia de un grupo de pistoleros que acepta una recompensa ridícula por defender a unos campesinos de los ataques de una banda de forajidos sirve de excusa a Sturges para crear un western impregnado de sentimentalismo que ensalza el honor y que destaca por la delicada composición de sus personajes, no exentos de detalles: Lee (Robert Vaughn) se coloca unos guantes de piel negra para disparar, igual que hacía Wilson (Jack Palance) en Raíces profundas; Britt (James Coburn) se lamenta por haber matado a un hombre, en lugar de a su caballo.
Manejar el ego de tantas estrellas fue, probablemente, el mayor desafío de la carrera de Sturges. También tuvo que enfrentarse a algunos miembros del equipo técnico: el guionista Walter Newman pidió que quitaran su nombre de los títulos de crédito tras una tensa discusión con el director. Newman le recriminaba que hubiese cambiado varias líneas de diálogo destinadas a Yul Brynner en favor de Steve McQueen y Charles Bronson. En realidad, Sturges había quedado impresionado con la interpretación de McQueen y decidió darle más minutos, para desesperación de Brynner.
Tres años más tarde, Sturges filmaría su última obra maestra, La gran evasión. En su reparto repitieron Coburn, Bronson y McQueen. Por algo sería.
La gran evasión (1963)
Sturges solía arrancar sus películas de forma contundente para que el espectador no tardase en engancharse a la historia. La gran evasión no fue una excepción: imágenes de campos floridos que contrastan con los camiones grises, polvorientos, en los que algunos prisioneros tratarán de fugarse. En vano.
La gran evasión es una película compleja, uno de los mejores ejemplos de cine como puro entretenimiento. Otra lección de ritmo narrativo y puesta en escena. Otra obra maestra.
John Sturges se retiró del cine a los 66 años. Auténtico especialista en dosificar el ritmo narrativo, fue y sigue siendo una influencia para muchos directores. Manejaba la tensión valiéndose de una acertada composición de planos y del uso de la música como recurso dramático. Aun así, la importancia de su obra no ha ocupado tantas páginas como la de otros autores, supuestamente mejores, que cuentan con peor filmografía.
A día de hoy sigue habiendo realizadores que pertenecen al club de los olvidados. Robert Zemeckis (quizá por hallarse a la sombra de Spielberg) constituye un buen ejemplo. Ha dirigido, entre otras, Regreso al futuro (1985), Forrest Gump (1994), Contact (1997) y Náufrago (2000).
Aunque si hay alguien absolutamente reivindicable en el cine contemporáneo es John McTiernan, responsable de Depredador (1987), La jungla de cristal (1988), La caza del Octubre Rojo (1990), El secreto de Thomas Crown (1999)… y lo que podría haber venido si los problemas derivados del rodaje de Rollerball (2002) no hubiesen hundido su carrera.
Pero esa ya es otra historia.
Sin Comentarios