The things we see every day are the things we never see at all.

G.K.Chesterton

Álex Oviedo, un espíritu victoriano

Si Chesterton fue conocido como el Napoleón de Notting Hill, yo afirmo ante cualquier tribunal que Álex Oviedo González es el Chesterton de Indautxu. En primer lugar por su exquisita habilidad en contarnos cosas cotidiánas, rayanas en una vulgaridad que puede reflejar a cualquiera de nosotros desde la sabia perspectiva del humor y la crítica  social, y sobre todo porque en su imaginación siempre en ebullición, Álex, como Chesterton, conjuga humanismo y romanticismo.

Álex también es creador de paradojas, desde el sentido del amor («El amor no es ciego; eso es lo último que es; el amor es atadura, y cuanto más atadura menos ciego» en la voz de Chesterton) hasta el sentido de la vida, a un nivel de acierto y humor (siempre fino, siempre inteligente) que al lector le lleva a recordar al padre Brown, creación, por supuesto, de Chesterton. «Aquí estoy en la malsana y degradante tarea de contar la historia de mi vida» empezaba la biografía de Chesterton, y algo parecido ensaya Álex Oviedo mientras nos desgrana píldoras de sabiduría y sentido del humor para gozar de la vida y de las cosas pequeñas.

Y cuando nos cuenta sus historias, nosotros también gozamos con ellas.

Chesterton y lo cotidiano

Chesterton escribía a su prometida en 1899, y ella se quejaba de que no contaba nada sobre su rutina diaria. Chesterton respondió :

«En cuanto a lo que hago todos los días: depende de cómo lo quieras narrar: lo que todos decimos que es, o lo que realmente es.

De la noche sin estrellas de lo Increado, que era antes de las estrellas, un alma comienza a regresar a tientas a la luz.

Se abre camino a tientas a través de extrañas cámaras de Sueños a media luz, donde en un crepúsculo marrón y dorado, ve muchas cosas que son vagamente significativas, historias reales retorcidas en formas nuevas y sorprendentes, seres humanos que conoció hace mucho tiempo, sentados en las ventanas por los atardeceres oscuros, o hablando en prados oscuros….

Así transcurre el día, lleno de editores espeluznantes y oficinistas elfos, hasta que regresa y vuelve a poner cosas dentro de él, y luego se sienta y crea personas y personajes en su propia cabeza y escribe todo lo que dijeron e hicieron.

Y por último viene lo real».

Rebeldía y complicidad

Chesterton fue un rebelde sin saberlo. Cuando escribió su último libro (aunque a decir verdad puede que no fuera el último en ser escrito sino el último en ser corregido) El hombre ordinario, repartió entre idea e idea —ensayos que diría el autor— tanta mordacidad, sabiduría y humor que ningún escritor de su tiempo fue capaz de seguir sus (paquidérmicas) huellas.

Álex Oviedo en Como todos los días sigue también sus huellas, partiendo del epicentro de su Indautxu (el nuestro) de toda la vida, huellas que el lector descubre como propias. Y responde a esas preguntas insondables, como ¿qué haría yo si descubro unos ladrones saliendo del piso de mi vecino? Y el lector se reconoce en el narrador. Y así a cada página que lee, hasta que descubre que quiere más páginas porque la experiencia ha sido corta.

Como todos los días, de Álex Oviedo.
En Como todos los días, el indautxuarra Álex Oviedo @ajoviedo sigue las huellas de #Chesterton. Sobre ello nos habla Juan Mari Barasorda en este interesante artículo. @Eldesvelo #reseña. Share on X

En los ensayos contenidos en El hombre ordinario había rebeldía oculta en el género del ensayo y la misma rebeldía encuentra este lector en Como todos los días. ¿Quién no quiere huir de lo cotidiano como le sucede al protagonista? Como Chesterton, Álex busca la complicidad del lector —la mía la ha conseguido— con un indisimulado objetivo: que contemplemos el mundo con otros ojos, como en El sentido de la vida de los Monty Pithon, y nos conmueve en cada página con el mismo humor sugerente con el que el autor nos saca una sonrisa en cada presentación de sus nuevas aventuras literarias, diferentes pero hermanadas a la vez. Incluso cuando el humor se torna por momentos en hilaridad contenida, porque reírnos de nuestra propia existencia nos iguala a muchos y nos convierte en cómplices de la narración. Incluso el uso de citas cinematográficas que reconocemos (siempre afortunadas por otra parte) nos acerca a esa complicidad.

Un periodista hablando la vida

Álex Oviedo, como Chesterton, no deja de practicar el periodismo en sus aventuras literarias porque siempre retrata la sociedad que conoce y conocemos, el ambiente laboral, la pasión, incluso el amor. Hay algo de alquimia en convertir la realidad en historia y la historia en realidad, cuando muchas novelas cultivan lo imposible y trepidante como reclamo de una lectura hipnótica. El retrato de lo cotidiano, también en el trabajo, el amor o el sexo, solo queda al alcance del buen periodista y del buen escritor.

Decía Chesterton que «es una verdad abstracta que cualquier literatura que represente nuestra vida como peligrosa y sorprendente es más verdadera que cualquier literatura que la represente como vaga y lánguida. Pues la vida es una lucha, y no una conversación». Yo creo —quiero creer— que el escritor Álex Oviedo quiere escribir del mismo modo… y yo se lo agradezco.

Pues eso.

Como todos los días, de Álex Oviedo

Como todos los días

Álex Oviedo

El desvelo Ediciones

Juan Mari Barasorda

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