Aunque «el espíritu de mis padres sigue trepando en la lluvia», yo Dylan Thomas, te digo que «si soplas [ellos] desaparecen».

Y en el prólogo a todos mis poemas, yo Dylan Thomas, escribo:

«Oíd: retumba mi trompeta

para Gales en mis brazos

y ahora ya florece la marea».

 

Pero yo, José Luis Ibáñez Salas, antes de leerte, estimado poeta muerto Dylan Thomas, me atreví a esto:

Va cayendo al estómago de los toros bravos

el alma escarbada de los estoques,

se dilapidan una y otra vez las algazaras,

mientras todos los santos siguen muertos allá,

en el más allá de la otra esquina,

y huele a noche americana, a la ola perfecta

y al brebaje avaricioso que bebe

cada uno de los que no hemos leído

jamás un libro de Dylan Thomas

ni un poema del mejor poeta tailandés

ni un verso traducido al francés

de los que escribiera aquel caballero inglés

que lleva siglos haciéndose pasar por Shakespeare,

y, antes de que horaden todos los intestinos

de todos los hijos de todos los toros muertos

en las plazas españolas y peruanas y mexicanas

y hasta francesas,

déjame que mire para otro lado cuando

esa estocada que está por llegar

sea siempre el Sol y de vez en cuando

la Luna oculta donde nacieron

las vértebras del arte efímero

que os bendice, seres perfectos,

atávicos recuerdos de los días

anteriores a las olas plateadas

donde nacieron los mares

desde los que llegaron aquellas manadas

que hemos ido asesinando

una tras otra

hasta ser lo que somos,

infectos cerebros hechos de la carne muerta

de las fieras y los domésticos seres vivos

cuya efigie divina nunca tuvimos en cuenta

hasta ayer mismo.

Si te acercas a este texto, leerás a #DylanThomas y leerás a @ibanezsalas. Dieciocho poemas. 18. Compartir en X

 

Regresa a mi atención, poeta Dylan Thomas glorificado por los dueños de la poesía, quiero que leas el solo poema que, con los más selectos de entre tus versos de tu primer libro de poemas, de 1934, del año en que nació mi madre, he sido capaz de enhebrar para salvar del pasado impreso lo que he querido enaltecer. Veamos. Leamos, lee:

«Os contemplo chicos del verano en vuestra ruina,

soy el hombre que vuestro padre fue:

el sueño navega las mareas del tiempo

y los mundos colgados de los árboles.

El disparo de oro se precipita hacia la congeladora tumba

y el corazón hace entrega de su muerto

y permanezco mudo [para hablarle] a la desvariada rosa

y permanezco mudo para advertir a mis venas

y permanezco mudo para [decirle algo] al ahorcado

y permanezco mudo para [hablarle] al tiempo

y permanezco mudo para contarle a la tumba del amante

cómo trepa a mi sábana ese mismo gusano retorcido.

(My hero bares his nerves along my wrist

That rules from wrist to shoulder,

Unpacks the head that, like a sleepy ghost,

Leans on my mortal ruler,

The proud spine spurning turn and twist.)

Mi héroe descarna sus nervios a lo largo de mi brazo,

de la muñeca al hombro,

descubre la cabeza que, como somnoliento fantasma,

se inclina sobre mi mortal regidor,

la espina orgullosa que desdeña giro y torsión.

[Y] el alga del amor permanece seca.

Si el roce del amor me hiciera cosquillas

llévate la noche hacia adelante.

Este es el mundo. Tened fe,

loor a nuestros corazones decididos,

mi ajetreado corazón, que tiembla al oírlos hablar,

derrama su sangre silábica y drena las palabras de ella.

Al comienzo fue la palabra, palabra

que desde las sólidas bases de la luz

abstrajo todas las letras del vacío;

y desde las nubladas bases del aliento

la palabra fluyó, trasladando al corazón

los primeros caracteres de nacimiento y muerte.

La luz irrumpe donde no brilla sol alguno;

donde ningún mar se agita, las aguas del corazón

impulsan sus mareas;

y, espíritus quebrados con luciérnagas en sus cabezas,

las cosas de la luz

enfilan a través de la carne donde ésta no cubre huesos.

La luz irrumpe en recintos secretos,

sobre ápices de pensamiento donde éstos huelen en la lluvia;

donde muere lo lógico.

El secreto del suelo crece a través de la mirada,

y la sangre salta al sol;

la aurora se detiene sobre los solares baldíos.

La costilla original del amor,

dejé caer la lágrima del tiempo.

Soñé mi génesis en lo dulce del sueño,

soñé mi génesis en el sudor de la muerte,

mi sangre sobre los templados muertos…

sobre el hueso del trueno,

el limo sobre las ramas.

¿De qué color es la gloria? ¿Pluma de muerte?

Mi mundo es pirámide,

mi mundo es ciprés.

¿Quién airea la pluma de la muerte?

¿De qué gloria es el color?

Todo, todo y todo, niveles secos de los mundos,

escenario de hielo, océano sólido.

Todo, todo y todo, el amante del cadáver,

flaco cual el pecado, el tuétano espumoso,

hoyo y tumba, la sangre descartada.

Flor, flor, TODO, TODO Y TODO».

 

He leído tus Dieciocho poemas en la edición de tu Poesía completa de 2014 que publicó, la tercera, Visor Libros, traducida por Margarita Ardanaz de la original de 1988. Gloria a Ardanaz que ha sido capaz de verter a mi idioma tu poesía de trueno y pájaros.

 

La traducción de Margarita Ardanaz (@VisorLibros) ha sido capaz de verter a mi idioma tu poesía de trueno y pájaros, #DylanThomas. @ibanezsalas. Compartir en X

 

Y yo, Dylan Thomas, que ya no recuerdo cuanto tiempo llevo en la muerte, te agradezco que hayas leído mi primer libro de poemas.

No hay de qué, te digo yo a ti poeta galés del demonio, leeré el resto de tus versos. Tarde o temprano…

Porque leerte a ti Dylan Thomas,

leer tus palabras en este castellano que me abruma,

que me deletrea el alma de los sueños,

en este castellano materno, abismal y glorioso,

leerte a ti, leer tus palabras inglesas de galés,

leer tus frases ensartadas en versos para las águilas,

leer tus versos envenados de gestos, de gritos, de luminosos aciertos,

de oscuros engaños, tus versos de espíritu atormentado,

leerte a ti, tu arrastrar un idioma por el suelo de cada cerebro,

leer esa incontenible pasión de hierro y sonido,

leerte a ti Dylan Thomas es leer el dolor de la literatura,

es leer el verano eterno septentrional de las aves enloquecidas,

es leer un feroz estremecimiento perdido en la calma de las estrellas,

leerte a ti es quedar prendido durante instantes poéticos en una certeza,

la certeza de que no podemos confiar en la verdad.

¡Qué poco amor vuela sobre el impetuoso crepitar ceniciento de tus 18 poemas!

 

... leerte a ti Dylan Thomas es leer el dolor de la literatura, /... la certeza de que no podemos confiar en la verdad. / ¡Qué poco amor vuela sobre el impetuoso crepitar ceniciento de tus 18 poemas! @ibanezsalas. Compartir en X

 

 

Dylan Thomas, 1934: Dieciocho poemas. 18 1

 

 

Dylan Thomas

Poesía Completa

Edición de Margarita Ardanaz

Visor Libros

 

 

 

 

 

José Luis Ibáñez Salas

Director de Anatomía de la Historia

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