He visto en los Teatros del Canal de Madrid la adaptación escénica que hace Darío Facal con Metatarso Producciones de El corazón de las tinieblas, la novela corta que Joseph Conrad publicó en 1899 a raíz del viaje que hiciera como capitán de un vapor de la Sociedad Anónima Belga para el Comercio del Alto Congo. Conrad, que había nacido en Polonia en 1857, es contratado en Bruselas en 1890 por esta Compañía para sustituir a un capitán de barco llamado Johannes Freiesleben que había sido recientemente asesinado. Hasta ese momento su vida había sido la propia de un marinero amante de la aventura, los viajes, el mar y los barcos. Fue precisamente esta incursión en el Congo Alto, en el corazón de las tinieblas, que duró solo seis meses, la que le cambió la vida enfocándola desde ese momento solo a la escritura. Esta mudanza se debió a la fuerte experiencia allí vivida y también a los problemas de salud que a raíz de este viaje arrastraría durante el resto de su vida.
El corazón de las tinieblas, una propuesta de gran belleza
Yo ya conocía por haberla leído hacía ya tiempo la novela de Conrad. Es una historia brutal, terrible. En ella el marinero Marlow es enviado río arriba en busca de un misterioso personaje, Kurtz, jefe de una explotación comercial de marfil que se ha adentrado en la selva y del que no se tiene noticias. Como el pequeño vapor con el que debía remontar el curso del río Congo está averiado, Marlow continúa el viaje a bordo de otro barco, ‘Le Roi des Belges’, comandado por un joven capitán danés, Ludvig Rasmus Koch. Cuando el capitán Koch enferma será él —personificación del auténtico Joseph Conrad— quien asumirá el mando del barco llegando hasta los confines del Congo donde se halla Kurtz, que es visto por su terrible maldad y el terror y horror que provoca entre los indígenas como un terrible y siniestro dios. Los sonidos que llegan hasta los oídos de Marlow provenientes de la oscura selva son terroríficos; lo que desde el barco ve también lo es: aborígenes congoleños mutilados, desnutridos, encadenados, que trabajan hasta la extenuación extrayendo el caucho de la asfixiante selva o que transportan hasta los embarcaderos del río los colmillos de marfil de los cerca de 500.000 elefantes que serían abatidos durante los años 1885-1908 que duró la propiedad personal sobre el Congo del rey Leopoldo II de Bélgica… Este espectáculo provoca en Marlow una reacción personal que le hace cuestionarse los fundamentos y la moral del ser humano. Kurtz, que está enfermo entrega a Marlow en el viaje de vuelta las cartas que su prometida, ignorante de la tremenda barbarie en que vive su amor, le había enviado durante estos años y, tras pedirle que se las haga llegar a ella, exhala el último aliento pronunciando repetidamente esta expresión: «¡El horror, el horror, el horror…!».
La propuesta teatral que presenta Darío Facal es de una gran belleza y constituye un acierto total. Yo acudía con cierta prevención a esta representación al ser conocedor del texto de Conrad y estar mi imaginación ciertamente azuzada por la frialdad y dureza sugeridas por el cartel promocional de la función. Pensaba que la presentación del horror vivido en el Alto Congo y la mostración del terror allí extendido por la crueldad de los europeos, disfrazada en filantrópicos deseos hipócritas de mejora de la calidad de vida de los autóctonos, sería espeluznante. Afortunadamente me equivocaba.
La propuesta teatral que presenta Darío Facal es de una gran belleza y constituye un acierto total. En espera de conocer las fechas de la gira de #ElCorazónDeLasTinieblas, @metatarsotc. #Reseña de @juancargalan. Share on XDarío Facal realiza una ficción sonora, o sea, nos cuenta la novela de Conrad al tiempo que acompaña la verbalidad del relato de la pertinente representación dramática a través de unos personajes encarnados con maestría y acierto por Ernesto Arias, Ana Vide, KC Hamsen y Rafa Delgado. Mientras esto sucede, en una gran pantalla se contempla una videoperformance creada directamente en escena por Javier L. Patiño. Esta videoperformance sirve de apoyo visual y gráfico al texto narrativo y también de elemento distanciador para romper la magia teatral que pudiera crearse.
Toda la creación teatral de El corazón de las tinieblas está acompañada por música en directo ejecutada al piano por José Luis Franco y a la percusión por Ass Sabar quien también participa puntualmente en la performance. El vestuario y el mobiliario distribuido por la escena es el europeo propio de la época en que se sitúa la acción: la última década del siglo XIX. La ambientación y contextualización del relato cuando acontece en la selva se consigue a través de una iluminación siempre tenue y ensombrecida, y de diversas acciones —un soldador en escena o una explosión surgida de un montículo de tierra— que nos llevan a «ver» ese barco que se repara o esos disparos a la nada, a las tinieblas, por culpa del miedo que atenaza a los que causantes del mismo.
Es una obra —como bien se encarga Darío Facal de remarcarlo a lo largo de la representación con textos pertenecientes a diversos pensadores (Denis Diderot, Nietzsche, Primo Levi, etc.), pero sobre todo al final de la misma a través de otra serie de ellos proyectados en la pantalla—, de una clamorosa actualidad que nos plantea varios dilemas morales, varias paradojas. En esos textos pueden leerse informaciones como la de que se calcula en diez millones los nativos que murieron en el Congo Belga durante esos años o que las necesidades de minerales para alimentar nuestro confort (el litio que alimentan nuestros teléfonos móviles, por ejemplo) se encuentran en esos mismos lugares hoy día. Pero el principal mensaje que queda de todos ellos es el siguiente: ¿Es lícito llevar civilización y progreso a otros hombres, a otras zonas del globo, a otras culturas, a cualquier precio?
En definitiva, un gozo estético, una satisfacción total, un placer absoluto, el que me produjo la contemplación de esta actualización de El corazón de las tinieblas. Un espectáculo que remueve conciencias, que nos pone frente a la verdad de nuestra condición humana llena de contradicciones y de un sentido moral superior que, paradójicamente, nos lleva muchas veces al abuso, a la minusvaloración, a la aniquilación del otro visto siempre como inferior y equivocado en sus valores.
¿Es lícito llevar civilización y progreso a otros hombres, a otras zonas del globo, a otras culturas, a cualquier precio? #ElCorazónDeLasTinieblas, de Darío Facal, @metatarsotc. #Reseña de @juancargalan. Share on XEl corazón de las tinieblas, próximamente de gira.
Os informaremos.
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