El día que dejé de comer animales de Javier Morales es un excelente ejercicio narrativo, y, por si esto fuese poco en los libros que corren, una gran reflexión personal a través de las lecturas y escritores de referencia del autor, que confieren a la obra una riqueza literaria y de razonamiento crítico añadidos. Un libro breve pero intenso con un ritmo vivo y ágil. El formato, muy original, bien podría ser una mezcla de géneros. Puede que convivan ensayo, reportaje de investigación y algo de autobiografía —no piense el autor que mi intención es copiar su opinión del libro de Foer al que me referiré más adelante—, pero que trasciende más allá, hacia el alma del lector, y eso solo se logra con el arte de la literatura.
Página a página, el autor consigue que nos enganchemos a la lectura, porque no se comparte todos los días una conferencia del Nobel John Coetzee en Madrid, ni se conversa con filósofos que son activistas como Jorge Riechman y Óscar Horta; o con periodistas ambientales como Amaya Aiaín, o con la fundadora de El Caballo de Nietzsche, Ruth Toledano, entre otros muchos personajes.
Y es que, aunque pueda parecer lo contrario, el objetivo principal de El día que dejé de comer animales no es que te hagas vegetariano —o sí, si así lo decides, dice el autor— sino sembrar conciencia. Conocer, a través de la mirada de otros, cómo es la vida y la muerte de estos seres que pertenecen a nuestra misma especie y qué impacto produce en el medioambiente y en nuestra salud la ganaderia industrial.
El objetivo principal de #ElDíaQueDejéDeComerAnimales no es que te hagas vegetariano sino sembrar conciencia. @javiermoralesor. @silexediciones. #Reseña de @pilarmariagr. Share on XDice Javier Morales: «Un buen libro, leído en el momento oportuno, no solo puede llegar a transformarnos, como pedía Borges, sino que puede cambiar una vida, humana o no, incluso salvarla. La lectura de Comer animales cambió la mía».
Y aquí no puedo evitar hacer un paralelismo con El día que dejé de comer animales, quizá nos hallemos ante el Foer hispano, visto desde el punto de vista Borgiano, su lectura no nos dejará indiferentes y estoy segura de que tras ella, algo en nosotros ya no será lo mismo. Quizá estemos ante un Comer animales pero muchísimo más bello literariamente hablando, donde el autor nos deleita con entrañables recuerdos, descripciones fabulosas y con geniales frases como esta:
Las lecturas profundas son a los humanos como las capas tectónicas a la Tierra, están ahí aunque no las veamos. De vez en cuando sentimos su movimiento, como un pequeño temblor sísmico, hasta que nuestro interior se ajusta de nuevo.
Para empatizar —un verbo que se conjuga mucho en estas páginas— con los personajes, leí Comer animales de Jonathan Safran Foer. He de confesar que me ha impactado mucho personalmente, él me ha descubierto qué se esconde tras las granjas y en los mataderos, he podido conocer las experiencias y las opiniones de los ganaderos y los activistas. El impacto que para el medio ambiente y la salud suponen. Ambos libros han supuesto un antes y un después en mi vida.
Cita Javier Morales al primatólogo holandés Frans de Waal que dice que hoy hablamos abiertamente de la cultura en los animales, o de su empatía y sus amistades. Y que cuando habla de ellos también habla de nosotros: «La comparación no es entre personas y animales, sino entre una especie animal —la nuestra— y una amplia variedad de otras especies».
Cuando se es consciente del sufrimiento de otro ser vivo y se permanece impasible, uno no deja de ser responsable. Como dice Foer, «somos igualmente responsables de lo que no hacemos. En el caso de la masacre de los animales, echar las manos al aire es envolver con los dedos el mango de un cuchillo».
Sin duda, El día que dejé de comer animales es un despertar a la conciencia individual y colectiva, al compromiso inherente al conocimiento humano. Un canto a la empatía hacia todos los seres que pueblan la tierra. Pero también una puerta abierta a la esperanza, a la justa recompensa de todos y cada uno de los hombres que luchan cada día contra el dolor y sufrimiento de los animales.
Me gustaría terminar mi reseña del libro de mi querido maestro de la Escuela de Escritores, Javier Morales, con una de las citas que encabezan cada capítulo de este magnífico libro. He escogido la de la gran poeta Chantall Maillard.
Si no aprendemos a respetar a los animales, ¿cómo vamos
a respetar al animal que somos, con nuestras diferencias?
Respetar a un animal es comprender la inocencia.
—Chantall Maillard
#ElDíaQueDejéDeComerAnimales es un despertar a la conciencia individual y colectiva. Un canto a la empatía hacia todos los seres que pueblan la tierra. @javiermoralesor. @silexediciones. #Reseña de @pilarmariagr. Share on X
El día que dejé de comer animales
Javier Morales
Ilustraciones: Paco Catalán Carrión
Editorial: SILEX
Año de edición: 2017
ISBN: 978-84-7737-546-3
Páginas: 90
Encuadernación: Bolsillo
Gracias, Juan Carlos, por tu comentario, intuyo que te gusta la poesía, esta cita creo que te animará a leer el libro:
« Riechmann dedica un capítulo a la poesía, y se pregunta: “¿Por qué la poesía… Con la que está cayendo?”. Y aporta diez razones, entre ellas, el arte de vivir y el humanismo. El arte de vivir. “¿Qué nos recuerda la poesía? Que lo esencial de la vida, lo que realmente importa, es algo que está más allá de la estadística y de la máquina, de la prisa y de las ocupaciones, del ruido y del progreso: algo que tiene que ver con la respiración, el vínculo y el silencio. Y que ese algo difícil de cerner está siempre ahí”. Humanismo. “El principio del humanismo dice: ningún ser humano, en su vida compartida, es reemplazable. El principio de la poesía reza: ninguna palabra, en su contexto de sentido, es sustituible.» Javier Morales.
Interesante esta presentacion de la cultura animal de la que habla Javier Morales. La verdad es que yo pocas veces me he planteado los asuntos que se abordan en este breve libro. Tomo nota de su título. Ya solo esos versos de Chantal Maillard que Inés al final de tu reseña me dirigen a la obrita de Javier Morales.
Un abrazo