Para Ray Charles, la música era una manera de vivir. Para J. J. Conde, también.
Hoy, en El Tocadiscos, la voz sentimental y negra de Ray Charles, con What’d I Say
Por: J. J. Conde
Eran mis años jóvenes, mis jóvenes años. Años en los que el ímpetu de una rebeldía sin aparente causa marcaba mis pasos por la cuesta abajo del Conquero, con todo lo que ello arrastraba: los amores de la esperanza y de la desesperación; las escaladas clandestinas con Mara a los cabezos repletos de margaritas y vinagrillos; Kierkeggard y su filosofía; las provocaciones diarias de Canterla y mía a Mari Paz, la profesora de Francés, «la francesita»; las escapadas a la taberna El Quijote, entre Matemáticas, Física y Química… Pero sobre todo, aquella música que ya asomaba a borbotones y a la que sin dudarlo me entregaba: Los Duendes, Los Deimos, Los Pocker’s, los Caníbales, los primeros Keys…
Eran mis años jóvenes, mis jóvenes años. De los primeros pulsos en mi guitarra, por el bordón, por la quinta y por la cuarta. De mis primeras notas sobre la madera desgastada y con muescas, de tanto atravesarla a sentimientos blancos. Aprendiendo a acariciar sus onduladas bajo el influjo de su tonalidad maga. De la querencia por subir a un escenario, y así poder acercarme un poco más a quienes venían ejerciendo de ídolos en mi corazón de músico provinciano.
Eran mis años jóvenes, mis jóvenes años. Con aquella primera formación de verdadero escándalo: Fernando Hernández, a la guitarra de punteo; Pavón, al bajo; Toti, el de Bacuta, con la batería de bombo exagerado; y un servidor, de solista —micrófono shure en mano— imitando la voz quebrada, sentimental y negra de Ray Charles con «What’d I Say», en los actos culturales del Colegio de San Pablo.
Ray Charles, The Genius on my mind
Por Moon
Hey mama, don’t you treat me wrong
Come and love your daddy all night long
All right now, hey hey, all right
Jamás cantaba dos veces de la misma manera. Para Ray Charles, la música era como el corazón, el hígado, los riñones o la sangre: estaba en su interior. Nunca intentó ser diferente, siempre lo hizo en función de lo que sentía en el momento.
Lo entendí a edad temprana. Tendría alrededor de trece años cuando me interesé por una colección de fascículos sobre la historia del jazz. Con cada entrega, un cassette. El primero de ellos incluía temas de Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Lionel Hampton y Ray Charles. «Hello, Dolly», «Sophisticated Lady», «Flyin’ Home», «What’d I Say» y «Georgia On My Mind» no fueron los primeros temas de jazz y R&B que escuché pero contribuyeron, sin duda alguna, a cimentar mi pasión por la música negra.
Años más tarde, cumplí uno de mis sueños: asistir a un concierto de Ray Charles. Fue el 21 de julio de 1985, año en el que participaron Miles Davis y B. B. King, a los que también tuve el privilegio de ver y escuchar…
Bien, Moon, para la nostalgia tenemos a Jota. Lo tuyo es el dato, y créeme, estás aburriendo al lector.
«What’ d I say» es puro orgasmo. Nunca, hasta entonces, un tema de R&B resultó tan controvertido, teniendo en cuenta su filiación con el gospel, una música esencialmente religiosa. A pesar de su incontestable popularidad, llegó a prohibirse su difusión en más de una emisora de música negra, porque, como dijo algún crítico, «el diálogo con The Raelettes comienza en la iglesia y termina en la cama».
La historia de «What’d I Say» es tan peculiar como la de Louis Armstrong con el scat: pura improvisación.
Cuenta Ray Charles en su autobiografía, que habiendo agotado los temas de su repertorio en un concierto celebrado en diciembre de 1958 en Pennsylvania, y ante la insistencia del público, no tuvo más remedio que improvisar una «broma» con numerosos riffs de piano y estrofas inconexas, algo subidas de tono. A una orden de Ray, The Raelettes debían repetir ciertas estrofas.
hey, don’t quit now! (c’mon honey)(c’mon baby)
huh? wasdat? wasdat? one more time? alright!
hey (hey) ho (ho) hey (hey) ho (ho) hey (hey) ho (ho) hey
oh one more time (just one more time)
say it one more time right now (just one more time)
say it one more time now (just one more time)
say it one more time yeah (just one more time)
say it one more time (just one more time)
say it one more time yeah (just one more time)
Hey (hey) ho (ho) hey (hey) ho (ho) hey (hey) ho (ho) hey
ah! make me feel so good (make me feel so good)
make me feel so good now yeah (make me feel so good)
woah! baby (make me feel so good)
La audiencia enloqueció. Al final del concierto todos querían comprar un disco que no existía.
Un año más tarde, Ray Charles grababa «What’d I Say» con Atlantic Records. La canción alcanzaría el nº1 en la lista Billboard R&B y el n.º 6 en las listas populares. Años más tarde, la revista Rolling Stones la incluyó en el nº10 de la «Lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos».
Con «What’d I Say» (Ray Charles siempre insistió en que era «What’ I Say»), nacía un nuevo subgénero del R&B: el soul. Y con él, el mito de The Genius se hizo más grande.
Tienes el alma negra Moon. ¿Nos vas a hablar de tu sempiterna «Georgia On My Mind»?
Por supuesto, Moon, aunque esa sea otra historia…
Todas las versiones que del inolvidable clásico de Hoaggy Carmichael interpretó el gran genio del soul son muy distintas.
La que te traigo corresponde a una grabación entre 1949 y 1952 que reúne a dos músicos excepcionales armados de dos instrumentos excepcionales: David Newman a la travesera, y Ray Charles con su órgano Hammond. Pero existe un tercer invitado que se materializa en la voz de Charles: el eco mágico del ancestral espíritu sureño.
Yo tenía trece años y mi imaginación me llevaba por aquellos caminos de la misteriosa Georgia.
«Por debajo de nosotros solo estaba el suelo, la tierra roja de Georgia».
Ray Charles
The Genius on my mind. #RayCharles: el eco mágico del ancestral espíritu sureño. @txaro_cardenas Share on X
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