Érase una vez una familia de clase media con futuro. ¿Se acuerdan? Yo ya no. El viento hace la veleta cuenta la pequeña historia de esa familia, cuyos hijos nacen en la década de 1990 y llegan a la edad de trabajar en la actualidad. Hay, pues, algo milenial en la obra de Philipp Löhle, algo de sometimiento de la familia a los embates del cambio de siglo, al triunfo del neoliberalismo, a la autotransformación del individuo en un producto a la venta en las redes sociales.
Hay todo eso y más, pues estamos ante una de las voces que con mayor sensibilidad ha captado las mutaciones vertiginosas de estas últimas dos décadas y las ha llevado a la escena. Pues bien, esa mirada poética, crítica y cáustica está condensada en la hora y media de El viento hace la veleta. La evolución de esa sonriente familia sin apellido es tan siniestra como la evolución de los tiempos que corren.
Y, sin embargo, la narración es luminosa. Como si la apariencia fuera lo último en desmoronarse. Hay una sonrisa permanentemente congelada, un aviso continuo de «¡foto!» para que cada uno ofrezca su mejor perfil. Hay algo siniestro en esa familia que se ufana porque goza de coche de la empresa y que sonríe sin tasa en el sinfín de fotografías con el que pretende atrapar su felicidad. Algo se cuece en su interior, al mismo tiempo que en la sociedad anida el huevo de la serpiente. Todo tenía un futuro mientras nada nos amenazaba. Pero la crisis ha roto la ilusión, ha vuelto imposible ser consecuente en un mundo inconsecuente, ha provocado el reventón familiar. Todo ello con mucha calma, con una sonrisa, con la aceptación resignada de lo inevitable.
Holger, el padre, es la primera víctima del apego a su propia conciencia. Perderá su trabajo por un quítame allá esas pajas con sus socios. Pero el consejo que da a su hijo Tim es inexorable: «Quiero que siempre seas consecuente, aunque te perjudique. ¿Lo entiendes?». ¿Consecuente con qué? A la postre, la mutación de las reglas del juego, la nueva incertidumbre, hace que esa consecuencia lleve a la familia al desastre. Los juegos de Tim con su hermana Sybille dejan aflorar la violencia antaño soterrada; la felicidad de Petra, la madre, se torna exigencia y reproche tan pronto como Holger pierde el trabajo; el mismo Holger pierde la autoestima junto al trabajo y avanza dando palos de ciego… Tras la conciencia, pues, viene la decadencia.
Philipp Löhle es un autor interesante, moderno, refrescante, anticapitalista. Cuenta la crudeza de la situación con un distanciamiento crítico que puede ser tomado por espíritu lúdico. Pero no lo es, ni mucho menos. Hay juego, sin duda. Pero hay también un análisis minucioso de cada uno de los individuos, de su conciencia y de las presiones a las que están sometidos.
Nacido en Ravensbourg, en Alemania, en 1978, Philipp Löhle pertenece a una generación de autores europeos aún emergentes que han puesto en la picota el capitalismo y la globalización neoliberal sin dejarse engullir por los movimientos frentistas del anticapitalismo. Un anticapitalismo soft, si ustedes quieren. O un anticapitalismo pop, desde las mismas entrañas del capitalismo.
Es también autor de Ceros y unos, La cosa, Supernova, Consumolandia, Alias Gospodin… El protagonista de esta última pieza, desinteresado por el dinero y por lo material, vive al margen del sistema hasta que Greenpeace le confisca la llama (el camélido) con la que se pasea por la ciudad y recauda algunas monedas. Se desarrolla a partir de este hecho una sátira contra el capitalismo, pero también contra la farsa anticapitalista.
Teatro político, pues, lleno de humor y poesía, sensible a los cambios de la actualidad, desde un punto de vista infrecuente, siempre algo experimental, si bien la experimentación se sitúa en el terreno de la palabra.
No es descabellado, pues, aventurar que Philipp Lölhe tiene un atractivo especial para dramaturgos jóvenes que conectan política y estéticamente con sus inquietudes. Las nuevas condiciones, en efecto, parecen haber llegado para quedarse.
Tomás Cabané (Granada, 1993), director del montaje de El viento hace la veleta que ha programado Nave 73 en su segunda edición de Imparables, habla de tú a tú a un autor que comprende. Lo hace con la seguridad de saber qué tiene entre manos. Acierta en la estética y en el comedimiento de los intérpretes. Construye verdaderamente un drama social contado con el tono de una fábula infantil. Y sabe rodearse: cuatro interpretaciones en las que no falta ni sobra un énfasis.
Juan Paños, que da vida a Tim, el hijo, explota una comicidad inesperada; Inma Garzía, que interpreta a Sybille, la hija, rezuma espontaneidad y un infantilismo muy comedido. Ambos demuestran una gran capacidad para hacer evolucionar a sus personajes desde la infancia hasta la edad adulta, con las exageraciones justas, con una gran eficacia interpretativa. Ana Carril construye con gracia y talento a Petra, la madre; e Iván Luis transmite una gran desenvoltura y expresividad al personaje de Holger, el padre, un tipo simpático. Pero lo importante es el conjunto, cuatro voces prodigiosamente claras que construyen un personaje de mayor complejidad: una familia que se desliza pendiente abajo.
El viento hace la veleta ha formado parte de la segunda edición de Imparables, muestra de nuevos creadores escénicos que programa Nave 73, en Madrid, del 3 al 16 de julio de 2017. Pudo verse los días 6 y 7 de julio.
#ElVientoHaceLaVeleta de Philipp Löhle en @nave_73 ¡Bravo! Dirige @TomasCabane Reseña @avazqvaz Share on XPermanezcan atentos, pues merecerá la pena que el montaje de Tomás Cabané sea rescatado por alguna otra sala y alcance a un mayor público.
Si esto sucede, no se la pierdan.
Presten también atención a cualquiera otra de las obras de Philipp Löhle, un autor apenas conocido en España que merece mayor consideración.
El viento hace la veleta
Autor: Philipp Löhle
Dirección: Tomás Cabané
Intérpretes: Juan Paños, Inma Garzía, Ana Carril e Iván Luis
Ayudante de dirección: David Hidalgo
Traducción: Biblioteca Teatral Goethe-Institut
Escenografía y vestuario: Marcos Olivares
Iluminación: Ángel Salamanca
Diseño gráfico: Jaime Riba
Malala Producciones, con el apoyo del Instituto Goethe de Madrid y de la Real Escuela Superior de Arte Dramático
Qué interesante, la verdad.
Miraré fechas
Besos