Entre las diferentes acepciones que la RAE ofrece de «erotismo», la de «exaltación del amor físico en el arte» es, sin duda, la más adecuada para esta ocasión.
Pero en cuanto a las lúbricas cuestiones, antes que el séptimo arte llegaron los libros, porque era más fácil saltarse las recomendaciones de edad y acceder a esos contenidos cuya sola denominación, «para adultos», solía provocar una Atracción fatal tan intensa como la ejercida por Glenn Close sobre Michael Douglas aunque, por suerte para el lector, mucho más fácil de dejar.
Mi formación sexual literaria, llamémosla seria, se inició en la adolescencia con El amante de lady Chatterley de D.H. Lawrence (uno de los pocos escritores de los que Bukowski hablaba con respeto y admiración), novela que supuso un gran escándalo para las mentes pacatas de su época. A ésta le siguieron El Decamerón, Los cuentos de Canterbury, Lolita de Vladimir Navokov, Historia de O de Pauline Réage, El amante de Marguerite Duras y muchas otras. Confieso que, gracias a mi «malsana» y «nunca suficientemente satisfecha» curiosidad por esos temas, cuando cursé «Conflicto social y conducta desviada», una de las asignaturas de mi carrera, obtuve muy buenas notas debido, sobre todo, a la parte de conducta desviada en la que se estudiaban perversiones y prácticas sexuales varias, de las que ya estaba ampliamente informada (guiño, guiño). ¡Todo está en los libros!
Polvos memorables, #escenas de #sexo inolvidables... pero el #erotismo en el #cine es algo más: miradas, palabras... Teresa Suárez se alía con #Eros en este artículo. ¿Te lo vas a perder? @pitosporum. Share on XEn el cine suele predominar una visión falocéntrica del sexo. De un lado el macho fuerte que llega, penetra y cuando «se va» lo hace con la satisfacción del deber (el de inseminador) cumplido. Del otro la hembra que sucumbe a esa urgencia con una gestualidad y sonoridad (suspiros, jadeos y gritos) que dan fe del buen hacer masculino.
Polvos memorables (olfato, tacto y, por supuesto, gusto) hay unos cuantos…
No hubo coito, pero el beso entre Burt Lancaster y Deborah Kerr en una playa desierta en la película De aquí a la eternidad, dirigida por Fred Zinnemann, aunque hoy puede parecer mojigato, escandalizó a la puritana sociedad americana de los años cincuenta, no tanto por el beso en si mismo sino porque lo daba una esposa adúltera que no ocultaba su necesidad de atención y sexo.
La escena con mayúsculas de El cartero siempre llama dos veces (basada en la novela homónima de James M. Cain), no la versión en blanco y negro de 1946, dirigida por Tay Garnett y protagonizada por John Garfield y la seductora Lana Turner, más sugerente y menos física, sino la de Bob Rafelson donde el salvaje Jack Nicholson protagoniza un encuentro sexual con la exuberante Jessica Lange con tal realismo que no solo circuló el rumor de que la cópula había sido real, extremo que ambos negaron, sino que consiguió que un producto tan inmaculado como la harina perdiera para siempre su carácter virginal.
Esta escena entre #JackNicholson y @JLangeDaily en #ElCarteroSiempreLlamaDosVeces consiguió que un producto tan inmaculado como la harina perdiera para siempre su carácter virginal. #erotismo #cine Teresa Suárez @pitosporum. Share on XEn Una historia de violencia, mientras David Cronenberg nos deleita con un primer plano del culo del actor, Viggo Mortensen, acompañado de María Bello, nos enseña cómo subir escalones a golpe de cadera.
#UnaHistoriaDeViolencia, #DavidCronenberg nos deleita con un primer plano del culo de @viggomortensenw y #MaríaBello nos enseña cómo subir escalones a golpe de cadera. #erotismo #cine Teresa Suárez @pitosporum. Share on XEn Monster´s ball de Marc Forster (una de mis películas diez que, si no han visto, les recomiendo encarecidamente), tiene lugar otra escena de sexo memorable e intensa, aunque teñida de dolor, rabia y desesperación, casi una catarsis, entre Hank (Billy Bob Thornton), un ultraconservador y racista empleado del corredor de la muerte, intransigente y agresivo, y Leticia (Halle Berry) una mujer de color que acaba de perder a su marido en la silla eléctrica. Aquí el sexo es brutal, violento y a la vez hermoso. Una liberación, una curación de las almas a través del desahogo de los cuerpos. ¡Francamente inolvidable!
Pero esta entrada iba de erotismo en el cine, cuando más que el contacto físico son la vista y el oído los sentidos que dirigen la acción.
Erotismo para mí es esto…
Miradas y palabras: la escena del tren en la que James Bond (Daniel Craig por supuesto) conoce a Vesper Lynd (la maravillosa Eva Green) en Casino Royal dirigida por Martin Campbell:
Miradas y música: en El piano de Jane Campion, la relación entre Ada McGrath (Holly Hunter) y George Baines (Harvey Keitel) se inicia sin palabras, a través de la música, de una manera suave y contenida. Cada encuentro supone un nuevo peldaño en el descubrimiento del erotismo. A medida que ambos se van liberando de la rigidez de sus ropas, van dado rienda suelta a un deseo que vibra desde la primera mirada, que se enciente con el roce más leve y que termina desbordándose cambiando toda su existencia. Es un erotismo electrizante que te cala hondo y que despierta en el espectador el ansia de experimentar lo mismo que estás viendo en pantalla:
Solo miradas: en Shame (una historia perturbadora y triste que habla del aislamiento al que te conduce cualquier tipo de adicción) de Steve McQueen, otra de mis películas diez, la escena del fascinante Michael Fassbender en el metro:
Ya les he contado las mías, ahora les toca a ustedes contarme las suyas…
Si quieren claro.
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