Final de temporada de Lovecraft Country: «Full Circle»

Con «Full Circle» llega el final de temporada de Lovecraft Country —serie de HBO basada en Territorio Lovecraft, la novela de Matt Ruff—, de la que nos ha ido informando nuestra compañera Aglaia Berlutti a lo largo de estas últimas semanas. Prepárate (sin destripes): profundizamos en el universo Lovecraft.

Final de temporada de Lovecraft Country: «Full Circle»

Episodio diez

Por años, el debate alrededor de la figura de H.P Lovecraft ha sido una mezcla entre la reverencia del fanático y la búsqueda de lo que esconde el mito. No se trata de un recorrido sencillo, en especial porque las luces y sombras que convergen en el escritor crean un paisaje incómodo sobre el hombre que fue, que intentó crear para la posteridad y el que puede entreverse en medio de sus formidables monstruos. Hay toda una dimensión del terror en cada texto de Lovecraft, también, una narración silenciosa sobre su vida, el contexto que le sostuvo y en especial lo que le permitió crear un universo por completo nuevo cuya influencia aún perdura y resulta de notable importancia, para comprender los miedos colectivos.

Pero más allá del símbolo, Lovecraft era una criatura de las sombras, tan siniestra y fascinante como cualquiera nacida de su imaginación. Reaccionario hasta los extremos de la caricatura y poderoso en su capacidad para tomar el sufrimiento, la ira y el rencor que le atormentaron buena parte de su vida hasta construir algo más, su oscuridad es tan rica en matices, como los raros momentos de bondad y amabilidad que sus biografos se encargan de ensalzar para demostrar que el escritor es algo más que un enigma desagradable. Lovecraft, el hombre, se sostiene sobre la dualidad y lo que se oculta detrás de su sonrisa rígida y casi siniestra. 

«Full Circle», el final de temporada de Lovecraft Country, rinde un directo homenaje al escritor en más de un sentido y en especial, recuerda el poder colosal de una obra que supone una reinvención sobre los horrores culturales y lo que se esconde en los espacios de la imaginación humana. La serie, que la semana pasada comenzó su recorrido hacia el centro de todos los horrores con un regreso más que predecible a Tulsa, sostiene el episodio final del argumento como una búsqueda de algo más profundo. Los viajes en el tiempo e interdimensionales de pronto son algo más que giros propios del género fantástico: son un recordatorio que los miedos de la sociedad, las heridas de la cultura que no llegan a sanar, siempre serán el centro inevitable de algo más elaborado, duro y angustioso. Un centro de gravedad oscuro que sujeta con fuerza el futuro. Como Lovecraft lo plasmó en su obra, la serie llega a una conclusión en que todos los monstruos finalmente se muestran. ¿Es suficiente la revelación para entender a la norteamericano que paso a paso mostró el argumento? ¿Esta cualidad inquietante y temible de un monstruo de fauces desesperadas y violentas, tan cercana a lo grotesco?

Lovecraft Country no es una historia complaciente y su capítulo final lo deja en claro. Durante toda la temporada, la discriminación, la violencia, los juegos de planos y puntos de vista, han hecho algo más que amalgamar la percepción del tiempo en que los personajes viven, su relación con lo sobrenatural y en especial, el poder de una historia asombrosa de enorme calidad visual y narrativa. También mostró el país que nadie quiere mirar. El que se esconde en la mujer negra que sólo comprende hasta que punto ha sido humillada cuando lleva la piel blanca como un disfraz pérfido. El sótano lleno de secretos, las criaturas al acecho. Pero sobre todo la maldad inevitable, la real, la humana, la sangrienta, la de los hombres que apuntan y disparan sólo por el miedo a la diferencia, las criaturas que se nutren del terror y el tiempo como una forma dolorosa de terror. 

El Libro de los Nombres, la casa siniestra, los personajes que corren en busca de su destino  — y quizás su redención —  son apenas excusas para narrar lo que ocurre en la periferia. El mundo de los hombres y el mundo de las bestias colinda en medio de una frontera que se delimita con sangre, magia y horrores. La abominación de lo inexplicable es también los rostros que se esconden detrás de lugares reservados para un tipo de crueldad refinada y tan vieja, que la misma serie asume como un Universo dentro de un universo. Y esa es quizás, el punto más alto de una serie extraordinaria que logró expresar ideas de enorme complejidad a través del poder del género para dialogar con el miedo sugerido.

Y no es sencillo que una obra derivada de un mundo literario más amplio sea capaz de expresar los prejuicios y el sufrimiento de un país, una cultura y en especial un estigma que EEUU lleva a cuestas como una criatura maloliente y amorfa, con tal capacidad para la mirada analítica. La obra de Lovecraft palpita fuerte en las escenas de un trepindante tramo final que conduce a los personajes al encuentro con la magia — oscura y retorcida — que esperaba por ellos, pero también, la personalidad de autor, que dividió al mundo en hombres blancos y los que no lo eran, que miró el mundo como los monstruos que le rinden homenaje y que ahora es más necesario de recordar que nunca.

Si en el episodio nueve la violencia lo fue todo, en este final de temporada las revelaciones toman el lugar de las imágenes yuxtapuestas, la sangre derramada y la brutalidad espantosa. Porque el mensaje es mucho más explícito y directo, pero a la vez, más consciente de su poder para trascender. Una y otra vez, el argumento se hace las preguntas correctas y que en esta ocasión toma la decisión de responderlas, con mano firme y una puesta en escena brillante. El futuro y el pasado convergen y el resultado es una gran revelación angustiosa que poco a poco termina por unir cada línea que los personajes abrieron en su carrera contra el tiempo, la oscuridad y la crueldad.

¿Cuánto queremos saber de nuestros héroes? Lovecraft lo es para una buena parte de los fanáticos de terror actuales y también un punto de inflexión en cómo lo fantástico puede construir una manera desconcertante de ver el mundo. ¿Cuánto queremos saber sobre el escritor que llamó a los monstruos por su nombre? ¿Qué trajo toda una nueva fauna asombrosa a las páginas de los asombrados lectores? En el año 2011, la escritora afroamericana Nnedi Okorafor ganó el Premio Mundial de Fantasía (World Fantasy Award), gracias a la formidable novela Who Fears Death. La estatuilla del premio, era por entonces un busto de Lovecraft y durante meses hubo una moderada polémica sobre el hecho que una mujer negra celebrara su talento a través del escritor. Al final, la autora zanjó la discusión con un párrafo brillante que incluyó en su blog «Esto es algo con lo que la gente de color, las mujeres y las minorías tienen que lidiar más que los demás cuando trabajan para ser los mejores en su campo: el hecho de que muchos de los ídolos (The Elders) que honramos y de los que tenemos que aprender nos odian ahora o lo hacían en el pasado». En 2015 y gracias a esa profunda comprensión sobre el tiempo, lo que evade explicación y lo que une a lo formidable con algo más humano, el premio cambió su estatuilla. Pero el mensaje quedó y se hizo más relevante: ahora Lovecraft Country lo muestra de una manera nueva, reflexiona sobre la misma idea y por último, sostiene la celebración a su propia esencia con algo más poderoso: la oscuridad forma parte de todos nosotros, pero también la luz. Y entre ambas cosas, está el poder de las ideas.

Un recorrido duro de seguir pero que al final demuestra que los monstruos de vez en cuando pueden vencerse. Incluso en el mundo real.

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Un artículo de Aglaia Berlutti

Montaje de portada: David de la Torre

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