Con Hechos a mano Víctor del Moral (Úbeda, 1979) ha ganado el XXXVII Premio Jaén de Poesía. Este jiennense de nacimiento aunque granadino de adopción, licenciado en Filología Hispánica con estudios de Filosofía y Filología Clásica, es asimismo autor de Con la luz sumergida (Renacimiento, 2009), obra con la que obtiene el Premio Ciudad de Valencia. En 2014 la editorial BDM publica Los cartuchos de Andrés Rebotino, un cuaderno de apuntes. Profesor de lengua y literatura en el instituto de enseñanza secundaria Carmen de Burgos Seguí en Alovera, Guadalajara, colabora en revistas digitales como Circuito de arquitectura. Desde 2018 lleva el blog literario La buhardilla.
Hechos a mano viene presentado en cuatro partes. Tras un poema, a modo de dedicatoria, «Ohashido» [1], donde el poeta añora, a la hora de crear sus versos, el preciso pulso del fabricante de plumas, viene la primera parte.
Formada por quince composiciones INSTANTES conjuga las nociones de placer y actualidad. Por Thomas Stearns Eliot sabemos ya que todo poeta desea dar placer y también de su enorme alegría cuando la cantidad de personas a agradar es lo más extensa y heterogénea posible. Pero, además de placentera, la poesía proporciona la comunicación de una experiencia nueva o resulta la expresión de algo que hemos experimentado —y para ello necesitamos la palabra, la cual, ampliando nuestra conciencia, refina nuestra sensibilidad. En la conversión de tales experiencias en momentos imperecederos, en instantes eternos, radica la esencia misma de la poesía. El poeta colombiano Ramón Cote Baraibar ha dicho: «Un poema es a fin de cuentas, sea cual sea su estilo y su propósito, un instante salvado». Y como alguien enamorado del instante que busca revivirlo se comporta Víctor del Moral aquí: en el disfrute de una película [2]; en la rotundidad del aroma de una higuera [3]; en la selección de los recuerdos hecha por el Tiempo [4]; en la luz vespertina paliando un día oscuro [8]; en el movimiento de una sinfonía de Brahms [9]; en esas gotas estivales que anticipan el otoño [10]; en las aves anticipando un día feliz [11]; en las seguras sorpresas que nos aguardan en la otra orilla [12]; en la mirada de Dios [13]; en el alba [14] y en aquel añejo existencialismo difuminado por los interrogantes que plantea el ciclo natural del campo [15]. Pero también lo trágico deja su huella: en la muerte de un niño irrumpiendo en la cotidianeidad [5]; en esa nota que un surcoreano deja antes de suicidarse [6] o en las pandemias de este siglo minando la esperanza [7].
[9] PRIMAVERA En el coche aparcado, suena Brahms, el tercer movimiento de su inmensa tercera sinfonía. Llueve con decisión, y una farola proyecta manchas blancas sobre el salpicadero; te recuerdan las nubes con tempo acelerado de los documentales. Seis minutos apenas, aunque dejan reservas de aire fresco para el día en que lleguen los carros de combate del verano arrasándolo todo.
Los once poemas de CUADERNO DE CAMPO, segunda parte de Hechos a mano, testimonian el acomodo del poeta dentro del entorno natural, tan propicio para él: así, cuando descubre en los árboles una fraternal complicidad [16] o cuando un conjunto de robles lo protegen del rigor campestre [22], pero también al elegir el crótalo de los grillos como música para la propia muerte [18], sintiendo, como Heráclito, la variabilidad de las aguas en un río, el Cabriel [19] o pasmándose ante el colorido de un herrerillo que modifica su forma de mirar [21]. Las apariciones de la Belleza surgen en lugares insospechados como bajo ese barranco poblado de arbustos [17]; entre los restos de una calzada romana [20] o bajo la verde pátina que resucita un paraje incendiado [24]; asimismo, sacando de la cotidianeidad al poeta, su admiración despierta ante el brillo de una mimosa [23], con un pájaro, presagio de inocencia [25], y frente al esplendor de la flor del romero [26].
[19] EN LOS OJOS DEL CABRIEL ¿Quién era yo —me digo al recordar— sobre el espejo aquél del agua virgen —un manantial soñado en los cuentos de oriente—, sorbiendo de la concha de mis manos?
Otros once poemas crean esta parte del libro: CONVERSACIONES. El británico W.H. Auden dijo: «La poesía es lenguaje en el más personal, en el más íntimo de los diálogos. Un poema sólo tiene vida en cuanto un lector responde a las palabras que el poeta escribió». Aquí el poeta, dialogando con espacios nuevos o con artistas, traídos a la luz del día, se revela a sí mismo y nos revela a los lectores su más íntimo ideario. Ajeno a guías turísticos y al barullo, opta por el recogimiento a la hora de contemplar esos casi tres mil menhires alineados en Carnac [27] o mientras percibe la belleza de un claustro oscense [28]; el descubrimiento del mundo narrativo de una norteamericana encuentra correspondencia con la propia infancia del poeta [29], que dialoga con una escultura de Giacometti, a la que reprocha su inmovilidad [30]; imaginándose a los ochenta años el poeta se pregunta cómo encontrará estos versos escritos a los cuarenta [31]; la voz de la poesía, zalamera pero siempre mereciendo atención [32]; la película Ordet entendida como una chistera de la que no deja de brotar lo sagrado [33]; el esfuerzo de una vate rusa por encontrar la palabra justa emociona al poeta [34], que también siente la muerte de Olivia de Havilland [35]. El poder de la música del cubano Leo Brouwer lo transporta a regiones del alma y ciudades desconocidas [36], y las horas de trabajo funcionarial son asumidas por él como una «reserva de palabras» para desbordar creativamente el vespertino goce literario [37].
[29] A EUDORA WELTY Para la memoria nunca nada se pierde realmente. E.W. Me atrajo hasta tus páginas el título, tan bello, La palabra heredada. Hallé en él las memorias de tu infancia. Y al sumergirme en ellas —la semilla del verbo que harías germinar—, tus manos de hechicera me plantaron en mi infancia, mi escuela, los mitos de mi casa, las palabras que tengo entre mis manos y acojo agradecido.
Las doce composiciones de la cuarta y última parte de Hechos a mano conforman ÁLBUM. Con varias hemos tenido la sensación de haber sido invitados por Víctor del Moral a compartir con él el álbum fotográfico de su vida. Son momentos captados por sus sentidos que logran interesarnos —y después, de forma irremediable, involucrarnos. Los embrujos y angustias infantiles vienen recogidas en las estaciones y parques entrevistos durante un largo viaje en tren [40]; el olor de las olivas retrotrae proustianamente al poeta a su hogar familiar [43]; las carreteras, curvas y barrancos de la niñez le causan igual asombro en la edad madura [47] y aquel antiguo campo de fútbol está ocupado hoy por un edificio en cuyos bajos se encuentran jeringuillas [48].
[43] OLORES […] Junto a la libertad de un día con los primos —ni horarios ni deberes; y el pueblo, nuestro reino ilimitado—, allí nos aguardaba el olor del hogar de mis abuelos, estela inconfundible de estrecheces, pulcritud y decencia.
Otros poemas surgen como efecto de la memoria más consciente: así, la muerte del padre de un amigo alimenta el recuerdo de la época colegial y el sentirse irrelevante [44]; recuerdos favorecidos por el compañero gordo del que se reían, crean remordimientos y sinceros deseos de que le vaya bien en la vida [45] o el de aquel lloro del joven poeta en un soleado jardín veraniego, que le resulta hoy incomprensible [42].
[44] UNA CARTA […] Van pasando los años y en mi espíritu arraiga el pensamiento de que no hemos vivido nada provisional; alguien custodia todo […]
En otros momentos el poeta plasma, de inclemente modo, estampas presentes como el deprimente aspecto de un pueblo veraniego [38], una familia de hippies que causan estupor y compasión [41] o esa cochambrosa estampa de un alcohólico que lleva al poeta a imaginar el dolor de su madre [46]. Finalmente el poeta nos deja una instantánea actual: cómo al cumplir los cuarenta ha comprendido que la vida va en serio y cómo atrás quedan tantas cosas maltrechas por su avaricia [49].
[49] À LUI MÊME […] Espera. No te marches. Recoge esta limosna de un libro inesperado, y guárdala: «Sólo lo que recibas como un don te salvará».
A modo de despedida en «Arte poética» [50], desde un cómodo sillón de biblioteca, el poeta recrea la trágica vida de bardos tan queridos por él (Pedro Sevilla, Juan de Yepes, Helen Keller o Anna Ajmátova), muchos aplastados por las implacables dictaduras del pasado siglo. Tanta crueldad convierte su muelle asiento en algo pronto percibido como hostil.
Escribió el gran Juan Gil-Albert: «La poesía no es el sustento de la vida, es su consustancialidad. Es el pájaro que se sustenta en la rama. En ese instante, por efímero que transcurra, lo inesperado cobra cuerpo y alas». El verso de Víctor del Moral, hijo de la emoción —fino y profundo como una nota de arpa—no dice lo raro, sino el instante de la emoción noble o gloriosa. Este poeta pertenece a la estirpe de quienes procuran apresar lo que pasa en cualquier instante dentro de una luz absoluta. Hechos a mano es el gran descubrimiento de un escritor a seguir en todo lo que haga. Imprescindible.
XXXVII Premio Jaén de Poesía, Hechos a mano es el gran descubrimiento de un escritor, Víctor del Moral, a seguir en todo lo que haga. Imprescindible. #PoesíaHiperión. #Reseña de Manu López Marañón. Share on X
Sin Comentarios