Otro verano más. Y de nuevo mojas tus ilusiones en el café con leche de la decepción, cuando en realidad, lo que a ti te gusta es el Colacao. Y esas medias lunas (medias noches, quizás) de un desayuno para dos. 

Ilusiones para otro verano, de Marian Ruiz Garrido.

Ilusiones para otro verano, de @marianRGK, un #relato playero para corazones en barbecho. No te lo pierdas... Share on X

Ilusiones para otro verano

Armarás una maleta nueva. Junto al bikini del año pasado, colocarás la expectativa de un amor que se esponje como un bizcocho y te llene el alma de estrellas y el cuerpo de amaneceres. Antes extirparás el tedio y teñirás la piel en unas cuantas sesiones de rayos UVA; no es cosa de defraudar las expectativas de los candidatos. Exfoliarás las decepciones y la falta de tacto a la que te ha sometido tu jefe durante otro año inacabable.

Desde la retaguardia de unas gafas de sol opacas escudriñas la mercancía multicolor y calibras tus posibilidades. Nada está perdido. Hay panzas como balones de playa, bañadores holgados, sexos embutidos en minúsculos receptáculos, pechos esculpidos en bronce. Poco a poco se irá dibujando ese ser que remonte hasta tus labios. Hay niños correteando en la arena, ajenos al fuego que hiere las plantas de los pies; otros se afanan en levantar castillos; alguno acarrea agua con la que llenar el foso. La madre de los constructores levanta la vista de un libro y les presta una atención distraída. El aire está preñado de aromas de hierbabuena.

Más allá suena música indie, aunque a ti se te ocurre echar de menos las canciones de Georgie Dann. Un ganapán con la bolsa nevera atestada de latas canta su mercancía. Le pides una mientras piensas abandonar tu puesto de trabajo en la imprenta. Echas un trago de gloria bendita. Te giras boca abajo con la lata en la mano y la mirada puesta en ningún lugar; te sueltas el sostén. A escasos centímetros de tu nariz, un muchacho sonríe quién sabe pensando en qué o en quién. Se parece a él cuando era joven. ¿Es posible que tú ya no lo seas tanto? Iba a ser diseñador y la que eras entonces estaba loca por promocionar sus diseños. Ibas a tener sus hijos y a desayunar con él cada mañana mojando medias lunas en Colacao. Os reíais como locos por cualquier nadería.

El muchacho demasiado joven se ha girado y te ha sobrevenido un pudor que creías haberte dejado en casa; porque de casa —lo recuerdas bien— saliste joven y resuelta. Te has atado el sujetador, te has llevado la mano izquierda al pecho y con la derecha has dado otro trago. Recuerdas la voz, su voz; la mirada encendida, la cabeza entornada, el cigarrillo temblón; él, ardiendo de deseo mientras te decía que el globo terráqueo giraba y giraba porque tenía envidia de tu culo. Ya no. El globo terráqueo sigue girando pese a todo y tu culo hace tiempo que se vino abajo, que empezó a rendir sus armas el día en que lo viste mirar a otra… como solía mirarte a ti. Maldices la hora en que os conocisteis y los vientos que bebiste por el puto donjuán que te daba la espalda en cuanto, al poco de remontarse hasta tus labios, se vaciaba en ti.

Ahora languideces en una playa cualquiera, atestada de gente y de críos de otros y de señores panzudos y de jóvenes a los que la arena no les quema los pies; de niños que piden helado a gritos y berrean porque otros niños han destruido el castillo de un pelotazo; de madres que tratan de evadirse, como si evadirse fuera posible. Tozuda realidad. Caes en la cuenta de que no estás en tu sitio, de que ese panorama —sobado, manoseado— te produce el efecto de un asqueante déjàvu.

El próximo verano te apuntarás a un viaje organizado que te lleve lejos, bien lejos de la jungla y de playas miserables que no distinguen a unas señoras de otras.

Menos mal que, después de todo, tienes el trabajo en la imprenta y tu jefe tiene buenos los jueves.

 

Niños gritones, señores panzudos... y tus expectativas friéndose en la arena. ¿Pero esto qué es? La playa, cariño, una playa cualquiera. Un #relato breve de @marianRGK. Share on X

 

Marian Ruiz Garrido

Fotografía de Pedro Lastra para Unsplash