Soy profesor de narrativa. Con eso me gano la vida, pero lo que más me satisface es ayudar a escritores a superar sus propias fronteras literarias. Al final, siempre me pasa que acabo admirándolos. Una de esas escritoras es Michèle Rodriguez. La conocí cuando se matriculó en uno de mis cursos de Técnicas Narrativas y, actualmente, colabora como profesora adjunta. Ya la conocimos por su relato «Te espero en el lago». Hoy la veremos en otra faceta, la de sus reflexiones literarias, la primera de las cuales nos descubrirá qué es eso de la escritura peligrosa.
Los dejo, entonces, con mi admirada Michèle Rodriguez.
Néstor Belda.
La escritura peligrosa, un aullido de humanidad doliente
Desde la infancia, nuestro instinto nos empuja a buscar lo que nos satisface y rehuir de lo que nos disgusta. Luego, nos hacemos adultos y nos sumergimos en una sociedad hedonista que venera el placer y rechaza el dolor. El dolor, sin embargo, es parte inherente de la vida. No podemos negarlo, evitarlo o huir de él. No podemos acallarlo porque sus gritos, tarde o temprano, surgen de nuestras profundidades y quiebran el aparente equilibrio de nuestra existencia.
La primera vez que oí hablar de la escritura peligrosa, me quedé tan intrigada como tal vez, lo estés tú al leerme. Escritura peligrosa, dos palabras que parecían encerrar una paradoja. No, no se trataba de herirse con la punta afilada de un lápiz, ni de cortarse con una hoja de papel, sino de algo mucho más profundo y doloroso. Tom Spanbauer, padre de esta técnica, declaró en una entrevista:
«Aparentemente puede no parecer algo peligroso o atrevido, pero lo es. Cuando las palabras que uno cree verdaderas sobre sí mismo finalmente se escriben, consiguen un poder que ya no controla exclusivamente el escritor. Estas palabras dejan ver a todo el que las lee el corazón desnudo del escritor, se convierten en entidades separadas, un documento inacabado sobre quién las escribe.»
También afirma que «Escribir peligrosamente es ir a ese lugar secreto y oculto en nuestro interior. Hay algo allí triste y doloroso, pero es preciso ir, investigarlo y escribir sobre ello». Y que «No es posible encontrar la voz propia hasta dejar el miedo a lo que uno es. Desprenderse del yo, es el único camino para que cada uno cuente su verdad.»
La escritura peligrosa implica recorrer tu laberinto interior, adentrarte en sus profundidades hasta La escritura peligrosa implica recorrer tu laberinto interior, adentrarte en sus profundidades hasta encontrar el lugar que más te duele.encontrar el lugar que más te duele. Pregúntate ahora: ¿Qué es lo que más te atormenta? ¿Qué es lo que más te avergüenza? ¿Qué es lo que más te duele? Si te quedaran solo unas horas de vida, ¿qué escribirías? Si hallas la respuesta, entonces sabrás lo que es la escritura peligrosa.
Muchos consideran que esta forma de escribir es una vertiente del minimalismo. Cierto es que usa técnicas literarias que enfatizan el minimalismo, pero es mucho más. Se trata de escribir sobre temas que nos causan miedo, o vergüenza, expresarlos con sinceridad, ofreciendo detalles que podemos experimentar y sentir con todos nuestros sentidos. A través de la experiencia personal, de las emociones propias, buceando en tu interior, puedes dar con esta historia única que buscas, la tuya. Lo único que hace falta, es tener el valor de ir a por ella y escribirla. Si lo consigues, se notará en tu forma de escribir, y el lector te acompañará allá donde decidas llevarlo.
Escritura peligrosa. Si te quedaran solo unas horas de vida, ¿qué escribirías? @MachadoMichele Share on XSi decides escribir peligrosamente, olvídate de hacerlo en tercera persona. Tendrás que mojarte, implicarte, narrar en primera persona, acortar distancia y respetar ciertas reglas. Chuck Palahniuk, autor de El Club de la lucha, el escritor más famoso formado por Tom Spanbauer en su taller de Portland, explica que allí se enseña a respetar cuatro enseñanzas fundamentales, extraídas del análisis de The Harvest de Amy Hempel:
La primera es la de «los caballos»: cuando conduces una caravana de un punto a otro del país, siempre utilizas los mismos caballos. Si sustituimos «los caballos» por «tema», y aplicamos esta metáfora a la escritura, significa que cualquier historia tiene un tema central. Tanto las escenas como los personajes que aparezcan, deben ilustrarlo y se repetirá durante el relato, a modo de mantra. Cualquier frase, o fragmento que se desvíe de ese tema, sobra, y deberá ser eliminado.
La segunda, la de la «lengua quemada», consiste en escribir ciertos pasajes de una forma incorrecta, para obligar al lector a prestar más atención, forzándole a buscar interpretaciones y a volver atrás en el libro para aclararlas. Esta forma de escribir implica también que hay que huir de los clichés, de los adverbios y de las imágenes abstractas.
La tercera regla es la del «ángel observador». El autor no deberá juzgar a sus personajes, sino dejar que el lector saque sus conclusiones, basándose en los hechos y las apariencias. El texto, se centra en la acción, evitando los juicios de valor, y los hechos se narran con la indiferencia de un ángel presenciando la situación.
Y por último, la cuarta regla: meterse en el cuerpo. El lector deberá experimentar la historia con los cinco sentidos. Una narración debería ser una sucesión de sensaciones corporales (vista, olfato, sonido, gusto y tacto), describiéndolas para que sean casi físicas. Se trata de capturar momentos cotidianos, con escenas cortas y contundentes. Rara vez se usan adverbios abstractos. La escritura peligrosa es sinestesia, sabores, olores o tactos. Hablar del cuerpo, de sus sensaciones, a través de detalles cotidianos, narrar usando frases concisas sin juzgar.
Escribir peligrosamente, es escribir como Francis Bacon pinta sus Papas aulladores, volver a estos lugares ocultos del pasado y hurgar en la herida, reencontrar el dolor, la rabia, la vergüenza, emociones que tuvimos que negar para poder seguir adelante.
Al escribir de una forma tan personal, puede que confundan tu obra con un roman à clef, unas memorias donde personas reales aparecen con nombres inventados. En el roman à clef, el autor se esconde tras un fino velo para informar, copiar la realidad, en un proceso objetivo y horizontal. A cambio, en la escritura peligrosa, el proceso de la ficción es subjetivo y es vertical. El autor, oculto tras una máscara, reinventa su propia historia, la mira con ojos nuevos. A partir de una vivencia, un recuerdo, una historia personal, inventa una ficción, distorsiona la realidad, la exagera, la transforma, la manipula y miente. Tiene licencia para hacerlo porque, como dice Spanbauer en otra entrevista, «la ficción es la mentira que cuenta mejor la verdad».
La ficción es la mentira que cuenta mejor la verdad. Spanbauer. @MachadoMichele @NessBelda Share on XTambién subraya que «la vida es demasiado preciosa como para desperdiciarla escribiendo historias insulsas y convencionales que no tienen ningún lazo personal contigo». Chuck Palahniuk, nos da un consejo similar: «Escribe sobre los temas que realmente te preocupan. Esas son las únicas cosas sobre las que merece la pena escribir.»
¿Te interesa la escritura peligrosa? Arriésgate pues a escribir sobre lo que más temor te produce, lo que más te atormenta, enfréntate a tus demonios y convierte las emociones resultantes en palabras. Si lo consigues, prepárate para sufrir porque vas a adentrarte en las zonas más oscuras de tu ser y de tus recuerdos. Al hacerlo, sangrarás y sentirás dolor y, tal vez entonces, te identifiques con estas palabras:
Cogí el cuchillo, me lo llevé al pecho, lo clavé con fuerza, corté abajo y en círculo, me arranqué el corazón y lo deposité todavía caliente, en la página.
Tom Spanbauer, Yo te quise más.
Artículo de Michèle Rodríguez
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