La pintura en el cine: cuando el pincel y el óleo se alían con la aguja y el hilo
Son muchos los artistas que se nutren de diversos materiales para crear su obra y encuentran en el arte una fuente de inspiración inagotable. Los diseñadores de vestuario cinematográfico no son una excepción y, en más de una ocasión, se han ayudado de piezas pictóricas para recrear la indumentaria de una época específica o de personajes de ficción, manifestándose la estrecha relación existente entre la pintura y el celuloide.
Imaginemos por un momento la pantalla de una sala de cine como un gran lienzo y contemplemos los siguientes diseños de vestuario como pinturas expuestas en nuestro particular museo lunático…
Moulin Rouge (1952)
La cinta relata la vida del artista Henri de Toulouse-Lautrec, que popularizó algunos locales de cabaret de París, como el mítico Moulin Rouge, a través de sus ilustraciones, reflejando de forma fiel la sociedad parisina y bohemia de la última década del siglo XIX. El aspecto de la película es una réplica del estilo del pintor francés, característica que también comparten los trajes del húngaro Marcel Vertès, premiado con un Óscar en 1953 al mejor diseño de vestuario en color por su trabajo en este filme.
Vertès fue el creador de toda la indumentaria de Moulin Rouge, exceptuando las piezas que luce la actriz Zsa Zsa Gabor, ideadas por la diseñadora italiana Elsa Schiaparelli.
Gabor interpreta a Jane Avril, una de las bailarinas más populares de la capital francesa y que Toulouse-Latrec convirtió en musa, inmortalizando sus movimientos en varias obras. Schiaparelli imaginó el vestuario del personaje tal y como se representan en retratos y carteles que el pintor realizó de la cabaretera para promocionar los distintos espectáculos de Moulin Rouge.
Toulouse-Lautrec, el Moulin Rouge, Jane Avril. La sociedad parisina y la bohemia. @lolathin Share on XMagia a la luz de la luna (2014)
Continuamos con el mismo escenario pero nos trasladamos a Berlín, que vivió su época de apogeo en la década de los años 20 con artistas e intelectuales que frecuentaban la vida nocturna de la ciudad.
Magia a la luz de la luna se desarrolla en el marco idílico de la Costa Azul francesa, trasladando en ocasiones al espectador a la capital alemana. Para evocar la época dorada de cada entorno, la diseñadora Sonia Grande creó un vestuario inspirado en artistas expresionistas. Las obras del pintor alemán Otto Dix, para las escenas rodadas en Berlín, o del holandés Leo Gestel para la indumentaria femenina y los sombreros que luce la protagonista de la película, contribuyeron a transmitir a través de cada prenda la moda de cada lugar.
Pretty Woman (1990)
Veinticinco años han pasado desde que viéramos a Vivian Ward atravesar el vestíbulo del lujoso hotel Regent Beverly Wilshire de Beverly Hills ataviada con un fastuoso vestido de noche de color rojo.
La responsable de la transformación de la protagonista de Pretty Woman, prostituta de profesión, en elegante dama, fue Marilyn Vance Straker. Partiendo de cuatro diseños iniciales, la diseñadora creó desde cero la pieza inspirándose en uno de los cuadros más controvertidos de finales del siglo XIX que, curiosamente, retrata a una mujer de la alta sociedad de la época.
La pintura en cuestión se llama Madame X, del estadounidense John Singer Sargent, y representa a Amélie Gautreau, una célebre y bella dama del momento. Lo que se distingue como una hermosa y esbelta figura, a los ojos de la burguesía de la época, se tradujo como una postura y actitud inadecuada, además de un provocador atuendo. El vestido estaba formado por una falda larga de satén negro con cintura marcada y corpiño de terciopelo que reflejaba de forma fiel la moda de las familias distinguidas. Sin embargo, el gran escote y uno de los delgados tirantes diseñado como cadena, caído de forma sugerente sobre el brazo se consideraron ostentosos, causando una gran polémica entre la multitud, llegándose a retirar la pintura del salón de París de 1884, donde estaba expuesta. Por ese motivo, Singer la denominó Madame X y corrigió la correa del traje sobre el hombro.
El diseño que luce Julia Roberts en Pretty Woman fue concebido en un principio por el director de la película en color negro, pero finalmente prevaleció el criterio de la diseñadora, consiguiendo que el rojo diera más vigor y esplendor al vestido, que ya es considerado como uno de los más bellos de la historia del cine.
Django desencadenado (2012)
Desde que el director Quentin Tarantino decidió ponerse al frente de este proyecto, supo que Django tendría forma de spaghetti western y su personaje principal un aspecto similar al célebre Little Joe de la serie Bonanza.
Lo que sin duda llamó la atención a todo el equipo, incluyendo Tarantino, fue la decisión de la diseñadora Sharen Davis de vestir a Django con un llamativo traje azul en una de las escenas más importantes del filme, que muestra la transformación del protagonista de esclavo a hombre libre.
La película, ambientada en 1858, antes de la Guerra de Secesión, mantiene la silueta del período, pero Davis consigue darle una apariencia única a través de los ricos tejidos y colores de los ropajes. Como comentaba antes, una de las vestimentas más excéntrica es la que Django luce cuando adquiere su primer traje al ser liberado. La diseñadora tomó como inspiración el retrato de Thomas Gainsborough, El Niño Azul.
La conexión que existe entre la pintura y el personaje, además de la sofisticada y colorida indumentaria, es la confianza y el aplomo que ambas figuras destilan dentro del marco en el que se encuentran. Ambos rompen con las formas del período de manera insólita. Un gran trabajo de Sharen Davis que, alejándose de la recreación histórica, se centra en expresar los sentimientos del personaje, empleando la ropa como un elemento más del estatus social.
El gran hotel Budapest (2014)
La obra simbólica de Gustav Klimt ha inspirado a muchos diseñadores. Sus pinturas doradas han servido para representar a diversas figuras del celuloide: Drácula, en la cinta dirigida por Francis Ford Coppola, la joven María Altmann, en La dama de oro, o Madame D., en El gran hotel Budapest, entre otros.
Pese a ser Klimt un pintor más célebre, he preferido centrarme en otra artista, quizá menos conocida por el público, que ha conseguido ser musa para la mencionada cinta El gran hotel Budapest: Tamara de Lempicka.
Milena Canonero, creadora del vestuario del filme, sucumbió al arte seductor de Lempicka para definir algunos de los numerosos personajes que deambulan por el universo del cineasta Wes Anderson, director de la película.
Si observamos bien, la aristocracia europea, que tan bien representó la pintora polaca en la década de los años 20, se refleja en el protagonista M. Gustave y en las hermanas de Dmitri, uno de los villanos de la historia.
El elegante conserje se asemeja al retrato que Lempicka realizó en el año 1925, llamado Príncipe Eristoff, una pintura que denota la elegancia del sujeto y que, al igual que Monsieur Gustav M., evidencia su preocupación por el lujo y la exquisitez.
Margarita, Leticia y Carolina son las hijas de Madame M., una acaudalada anciana que llama la atención por su vestuario estrafalario. Las tres mujeres, al igual que su hermano Dmitri, reúnen las cualidades opuestas a su progenitora, que Milena Canonero revela por medio del vestuario. Aunque Lempicka se caracterizó por representar a una mujer voluptuosa y de cabello rubio, en sus inicios las figuras aparecían con un aspecto masculinizado y colores apagados. Éstas últimas se asemejan a las tres hermanas de El gran hotel Budapest, que se muestran con una indumentaria oscura y una actitud arrogante, análogas a los dobles retratos que firma Tamara de Lempicka a comienzos de los años 20: Dos mujeres con Cloché y Doble 47.
Hasta aquí, una pequeña muestra de la estrecha relación que existe entre disciplinas artísticas, como la pintura y el cine; y cómo los diseñadores se convierten en grandes creadores influenciados por la belleza de obras pictóricas.
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