Lovecraft Country (noveno episodio): «Rewind 1921»

Sumario del noveno y penúltimo episodio de Lovecraft Country, «Rewind 1921», por Aglaia Berlutti.

Lovecraft Country (noveno episodio): «Rewind 1921»

El miedo en la penumbra

Durante los últimos meses, la personalidad de H.P Lovecraft se ha debatido de forma pública por primera vez en mucho tiempo. Para buena parte de sus lectores, los rumores sobre su racismo, misoginia y otras tantas acusaciones sobre su carácter, no revisten mayor importancia en comparación a su obra formidable, pero otros tantos desean contextualizar al escritor desde su perspectiva, su condición de hombre de su tiempo y, en especial, el recorrido que llevó a cabo gracias a sus relatos, hacia una oscuridad meridiana que rara vez se muestra más allá de la literatura. Lovecraft fue un escritor que creó sus propios monstruos y los alimentó a través de la dureza de su vida, su temperamento y una obsesión tenebrosa por las penumbras íntimas en las que medró buena parte de su vida.

Quizás de manera involuntaria, «Rewind 1921», el penúltimo capítulo de la serie Lovecraft Country, pone el acento justo sobre el hecho de la forma en que el escritor creó un ámbito del terror por completo novedoso para escapar de sí mismo. La premisa emparenta al episodio de manera directa con el espíritu de la obra en la que está basada: esta vez el libro de Matt Ruff es una referencia inmediata que además permite que los primeros hilos narrativos abiertos en los otros capítulos comiencen a cerrarse. Se trata de un recorrido nuevo, que pone en evidencia que la serie está utilizando la transición desde lo sobrenatural hacia lo terrorífico propiamente dicho, como una forma de sostener el argumento sobre los secretos de sus personajes, reservados en la manera y el fondo en que lidian con los terrores que les acechan.

Hasta ahora, Lovecraft Country había meditado con cuidado sobre lo que escondían los adultos de la serie: un recorrido siniestro a través de enigmas del pasado, descubrimientos retorcidos y, al final, rozar la esencia misma del misterio grotesco en el centro de la serie a través de una serie de revelaciones cada vez más desconcertantes. En «Jig-A-Bobo», los niños tuvieron un protagonismo extraño y doloroso. Lo que pareció ser un giro de guion concentrado en los terrores de linchamientos, persecuciones, desapariciones y por último, reflexionar sobre la forma como el mundo presiona sobre lo que somos y el futuro que escogemos vivir, se convirtió en una forma de lidiar con los dolores y terrores de expiaciones tardías. Desde Ruby, que utiliza el sexo con William (y su transformación en Hillary) para evadir y crear un consuelo insensato para el sufrimiento, hasta la forma en que Leti huye de sí misma, la serie ha tenido un especial cuidado en respetar algo que para Lovecraft, ese tótem del terror moderno, era de esencial importancia: los terrores que se ocultan bajo capas de soledad, angustia y desarraigo.

Por supuesto, en «Rewind 1921» las consecuencias de la mayoría de las situaciones inmediatas son más evidentes que nunca: Leti por último toma una decisión que cambiará su historia con Atticus y la presencia de Jin - Ah solo hará las cosas más complicadas. Pero bajo el drama, la tensión, lo humano, late lo monstruoso. Los verdaderas criaturas que el argumento ha revelado a medias en todos los anteriores capítulos llegan a la pantalla: como si se tratara de una progresión de todo lo ocurrido en el episodio anterior, «Rewind 1921» tiene la osadía de entremezclar desde los misterios del Libro de los Nombres hasta ¿la invulnerabilidad? de Atticus. Todo mientras la oscuridad avanza para mostrar lo que esconde y brindar a la serie un nuevo espacio radical y temible que hasta entonces sólo había sido una imagen movediza en el fondo de los conflictos más complicados que el guion mostró con delicada firmeza.

Pero Lovecraft Country es algo más que una serie, también es un manifiesto: una persecución elocuente y formidable de lo que sus personajes representan. Esa cualidad de metáfora convertida en alegoría que cada vez se hace más dura y que para el final de temporada asume el lugar de un mensaje muy elaborado: ¿Quiénes son las victimas, los monstruos, los dueños de las historias perdidas? ¿Qué está escondido no sólo en la historia de Atticus, sino en la de todos quienes le rodean? A un capítulo para su final de temporada, cada episodio se ha convertido en una forma de rememorar la búsqueda de la identidad de su autor, lo que le emparenta con el mensaje en subtexto que empuja a Lovecraft  — el escritor —  a la luz, al programa a una revelación espeluznante y a la historia, en conjunto, a reconocer su peso como una nueva forma de comprender su importancia. De la misma forma en que lo hizo Watchmen, Lovecraft Country está al borde de convertirse en una declaración de intenciones, en una mirada a los espectros de todo un país y, al final, al centro mismo del miedo que con tanto cuidado creó capítulo tal capítulo.

Lovecraft escribió para escapar de la oscuridad. Matt Ruff escribió para llevar a sus personajes a la luz y luchar contra la deshumanización étnica, la ciencia ficción convertida en algo más profundo, violento y elocuente, un vehículo para mostrar la segregación como algo tan perverso como los monstruos que habitaban página a página. Lovecraft Country muestra el trayecto hacia el enfrentamiento final, hacia los temores y dolores de un espacio inquietante y, por último, una mirada profunda al centro de una historia colectiva, que también es un monstruo en la periferia. Al final, las sombras están en todas partes. Al acecho. Como la que aterroriza en «Rewind 1921».

Un artículo de Aglaia Berlutti

Montaje de portada: David de la Torre

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