En la Revista de los Lunáticos…
Lunáticos victorianos: El influjo lunar en el siglo XIX
¿Le han llamado lunático alguna vez? ¿Usted mismo se considera un lunático? Puede que, incluso en su interior, se sienta un lunático victoriano… aunque aún no lo sepa.
En la antigua Roma se denominaba “lunaticus” a las personas cuya personalidad se modificaba por el ciclo lunar. Era una disculpa ante un actuar incomprensible. En el Evangelio de San Mateo, un buen padre le pide a Jesús que disculpe a su hijo porque lunaticus est. Sin embargo, su asociación con la locura se produjo siglos más tarde, en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX. John Brydell escribió su La locura lunar (lunacy) identificaba el desorden en el actuar de las personas como consecuencia de la luna llena o de los equinoccios (especialmente en el solsticio de verano).Primer libro sobre la locura en 1700. Brydell usa un término latino, non corpos mentis (la ausencia de un control regular de la razón), para agrupar todos los subtipos de la locura: los locos de nacimiento (natural fools); aquellos que pierden sus facultades mentales en su vida (mad folks) y los lunáticos (lunatick persons), aquellos cuyo comportamiento estaba sometido al influjo de la luna. Esta locura transitoria, “lunar”, había sido acuñada por los tribunales de justicia. Sir Matthew Hale —Lord Chief of Justice— había definido el influjo de la luna como una eximente en el actuar de las personas. La locura lunar (lunacy) identificaba el desorden en el actuar de las personas como consecuencia de la luna llena o de los equinoccios (especialmente en el solsticio de verano). La coincidencia de ambos fenómenos, la luna llena y el solsticio de verano, generaría el clímax de esta locura lunar. Una noche por cada siglo. Si algún lector se sintió distinto al inicio de este verano no debe sentirse extrañado: la madrugada del 21 de junio de 2016 se produjo este insólito fenómeno por vez primera en los últimos setenta años, la conjunción de la luna llena y el solsticio de verano bajo una increíble strawberry moon.
La coincidencia de la luna llena y el solsticio de verano generaría el clímax de la locura lunar. Share on X
Ha sido, pues, un verano propicio para la aparición no solo de fresas, moras y arándanos, sino también para la aparición de lunaticks. Ahora, aquellos que somos conscientes de nuestra mágica locura continuaremos un breve viaje en el tiempo a la Inglaterra victoriana.
El influjo de la luna: criminales y artistas
En aquella Inglaterra de luces y sombras, la locura lunar hizo su aparición en numerosos sectores de la sociedad y el Imperio Britanico dictó leyes para regular la lunacy —la locura lunar— como la Lunacy Act de 1890 con la que se pretendía dar protección a quienes sufrían de este mal. En los juicios, los abogados defensores alegaban en defensa de sus defendidos su “alienación lunática”, como en el caso de Charles Hyde, quien cometía sus crímenes únicamente en las noches de luna llena (y que sirvió de inspiración a Robert Louis Stevenson para su Doctor Jekyll y Mr Hyde) o como el propio Jack el Destripador (1888), al que los tabloides londinenses atribuían sus crímenes por el influjo de la luna llena aunque en realidad los crímenes estaban mas influenciados por ser un fin de semana que por el plenilunio.
La Lunacy Act de 1890 pretendía dar protección a quienes sufrían de lunacy o locura lunar. Share on XLas autoridades británicas se preocuparon por la proliferación de lunáticos en la era victoriana y consideraron imprescindible poner medios y recursos tanto para la sanación de los enfermos como para proteger a la sociedad de las posibles inclinaciones criminales. Así nació y floreció un nuevo tipo de institución: los Asilos para Lunáticos. Los asilos para lunáticos victorianos se multiplicaron por el influjo de la luna llena y fueron más de 300, llegaron a contar a finales del siglo XIX con 75.000 residentes (más de 320.000 pacientes a lo largo de cien años), y posibilitaron el florecimiento de una profesión, el alienista.
Los asilos para #lunáticos victorianos se multiplicaron por el influjo de la luna llena. Share on X
Asilo para lunáticos
El alienista Sir James Crichton-Browne se hizo famoso en los círculos científicos londinenses por sus innovadores tratamientos para sanar a lunáticos que le llevaron a obtener el título de Lord Chancellor’s Visitor in Lunacy. Algunas de las centenares de fotografías tomadas y documentos que explicaban sus tratamientos, legados por el más famoso alienista de la era victoriana, podrían sin duda generar el estremecimiento de más de un lector de este artículo, más aún cuando sabemos de la existencia de pacientes como Mary Ellen Yates, que fue ingresada por su marido en 1887 debido a la mala comida y escasas atenciones que la infortunada mujer le suministraba.
Sir James Crichton-Browne, alienista victoriano, fue famoso por sus métodos para sanar #lunáticos. Share on X
Entre los famosos inquilinos de estas instituciones se encontraron lunáticos como Aarón Kominski, el judío polaco que por su profesión como barbero en Whitechapel fue acusado de ser Jack el Destripador, recluido en Colney Hatch Lunatic Asylum en 1891, o Roderick McLean, poeta aficionado que atentó contra la reina Victoria dolido por la poco efusiva respuesta de la monarca ante las poesías que le remitía.
Posiblemente el más famoso asilo para lunáticos fue el Bethlem Royal Hospital para lunáticos, lugar donde encontró su inspiración uno de los más increíbles artistas de la era victoriana, el pintor Richard Dadd (1817-1886).
Este artista victoriano de terrible mirada es prácticamente una celebridad en la pintura onírica, aunque no es muy conocido en España. Nació el 1 de agosto de 1817 en Chatham (Inglaterra), una villa del condado de Kent. De niño ingresó en la Royal Academy of Arts de Londres. Su especialidad fue pintar las obras de Shakespeare. En una de ellas, Come on to the yellow sands, que fue la sensación de la exposición anual de la Royal Academy en 1842, recrea una escena de La Tempestad que se desarrolla bajo el influjo de la luna llena.
Cuando el artista cumplió los 25 años y gracias a un mecenas, realizó un viaje que lo llevó al Oriente Medio. Sufrió una insolación en Egipto y pasó cinco días con sus noches fumando narguile, la pipa de agua. En aquella experiencia iniciática oyó la voz del dios Osiris que le encargó matar a sus enemigos.
Tras su regreso a Inglaterra, un día de agosto de 1843, el pintor Richard Dadd y su padre, Robert, dan un paseo por un parque boscoso. El pintor vuelve a oír la voz de Osiris que le pide que acabe con sus enemigos y empieza con su propio padre: le golpeará en la cabeza con un martillo, la rebanará el cuello con una navaja de afeitar y le clavará un enorme cuchillo en el pecho. La justicia lo califica como “criminal lunático” y es ingresado en el Hospital de Santa María de Belén (Bethlem).
Dadd permaneció allí hasta 1864, cuando fue transferido a Broadmoor. En Bethlem pinta The Fairy Feller’s Master Stroke (El golpe maestro del duende leñador), su obra más emblemática a la que dedicó casi diez años. Hoy día se expone en la Tate Gallery y es la expresión del vacío en la pintura, el vacío que ocupa el lugar donde el duende leñador descargará su imponente golpe de hacha, el lugar más importante de la pintura al que todos miran expectantes… y el único sitio del cuadro donde nada hay pintado… o tal vez sí: una minúscula avellana.
Además, Dadd retrató a los alienistas que lo trataban, el doctor Charles W. Hood y Sir Alexander Morrison, y sus obras fueron consideradas a partir del siglo XX como el mayor exponente del “arte de los lunáticos”, en el que se incluyó, décadas después, la obra de Salvador Dalí. Otro artista singular —¿lunático?— como fue Freddie Mercury, estudiante de arte además, se enamoró de la pintura y compuso una canción The Fairy Feller’s Master Stroke para el álbum Queen II de Queen.
El pintor parricida Richard Dadd pintó su obra maestra recluido en un asilo para #lunáticos. Share on X
La era de las mentes brillantes: La Sociedad Lunar
En el mismo siglo XVIII en el que la sociedad británica consideraba que el influjo de la luna debía ser un atenuante para aquellas personas cuyos pasos se encaminaban hacia el mundo del crimen o creaba centros de reclusión para los lunáticos tratados por los alienistas; en ese siglo de sombras y oscuridad, antes de que las farolas iluminaran las calles de Londres y del resto de las emergentes nuevas urbes inglesas o antes de que los niños desarrapados de Dickens se ganaran unos peniques iluminando con antorchas los pasos de los ciudadanos de bien cuando las ultimas luces del día se extinguían con el ocaso, entre calles y callejones donde asaltantes y ladrones encaminaban sus criminales actuaciones ocultos bajo el manto de la oscuridad; en esa época en la que las estrellas y la luna con su fulgor, guiaban el regreso al hogar desde pubs, tabernas o salones de té a los noctámbulos de la sociedad; en aquel siglo de clubs de poetas que gustaban de reunirse con las últimas luces del día, nació una sociedad de mentes que confluían en la ensoñación, en el progreso y en un futuro imaginado y distinto: la Sociedad Lunar de Birmingham.
La Sociedad Lunar de Birmingham contribuyó al progreso y a la creación de un mundo nuevo. Share on XUn grupo de mentes que fue confluyendo desde diferentes campos del saber, de la industria o del comercio, inigualables pero distintos, decidieron actuar como anfitriones de sus amigos en aquellas noches de los lunes que fueran próximas a la luna llena para que la luz lunar fuera quien guiara el regreso a sus casas. No fueron reuniones en las que corrieran la cerveza o el whisky, sino debates de ideas de sueños de futuro y de imaginación desbordante. Aquellos hombres hicieron descubrimientos, crearon ingenios, levantaron fábricas y construyeron las vías de comunicación de Inglaterra. Levantaron un imperio y soñaron una era basada en el conocimiento y en la ensoñación, convirtiendo sus sueños en realidades. Los integrantes de la Sociedad Lunar tenían en su mente el sueño de un nuevo mundo y gracias al influjo de la luna llena, aquel nuevo mundo germinó, y fueron sus conversaciones bajo la luz de la luna, el motor que impulsó aquella revolución del pensamiento y creó un futuro de progreso.
La Sociedad Lunar de Birmingham se creó en 1765 con el nombre de Círculo Lunar y cambio su nombre en 1775 al de Sociedad Lunar. El primer impulsor de la Sociedad Lunar fue Erasmus Darwin (1731-1801), inventor,
poeta, doctor y pionero en la investigación (mucho antes que su famoso nieto) de la evolución humana, mente prodigiosa en una inmensa constitución —tuvo que recortar con una sierra su mesa de comedor para poder dar cabida a su mole corporal— y anfitrión habitual en su casa de Lichfield. Junto a él, Matthew Boulton (1728-1809), científico, soñador, que levantó la primera gran factoría del Soho a las afueras de Birmingham, y su amigo James Watt (1736-1819), creador de la primera máquina de vapor. Con ellos, el geólogo y ceramista Josiah Weegwood (1730-1795) y el pastor y poeta, además de químico autodidacta, Joseph Priestey (1733-1804), descubridor de la necesidad del oxígeno para la existencia de la vida. Todos ellos, intelectuales autodidactas y, a la postre, filósofos y librepensadores. Ellos fueron el germen de aquel grupo de investigadores que pasaban horas hablando de sus experimentos, de sus proyectos y de sus sueños. Se les unieron William Small ( 1734-1775 ), el médico de Birmingham, y Samuel Galton (1753-1832), hijo del armero de Birmingham siempre dispuesto a invitar a sus amigos de la Sociedad Lunar a su casa, un gran comerciante y a la vez científico aficionado apasionado de la óptica y el color; el maestro relojero John Whitehurst (1713-1788), el químico e investigador escoces James Keir (1735-1820), el químico Thomas Day (1748-1789), Robert Lowell Edgeworth (1744-1817) y el médico, geólogo y botánico William Whitering (1741-1799), descubridor de los efectos de la digitalina o William Murdoch (1754-1839 ), el ingeniero e inventor empleado de Boulton y Watt, que ideó a finales de siglo el sistema de alumbrado de gas, aquel cuya ausencia dio origen precisamente al nacimiento de la Sociedad Lunar .
Erasmus Darwin, Matthew Boulton y James Watt, entre los primeros impulsores de La Sociedad Lunar. Share on X
A los miembros de la Sociedad Lunar les gustaba reunirse para comer y beber en torno a una buena mesa y hablar de filosofía, también debatir sobre sus experimentos y poner en marcha proyectos en común —como el diseño y puesta en marcha de la importante red de canales que surcó el interior de Inglaterra—plasmando primero sus innovadoras propuestas e invenciones en su correspondencia, lo que obligaba a cada miembro a ser más imaginativo en la siguiente reunión. Y sin embargo, nunca dejaron de abordar sus propuestas, sus interminables “celebraciones filosóficas”, que a veces terminaban al amanecer, como un grupo de amigos. Darwin aportaba la faceta más lúdica creando un lenguaje propio y juegos de palabras y aportando sus ensoñaciones alquímicas y sus confidencias sobre secretos esotéricos cuando huían del debate científico. Incluso la poesía tenía cabida de la mano del “cisne de Lichfield”, la poeta y botánica Anna Seward (1749-1802), amiga (y biógrafa) de Darwin, de Day y de Lowell.
Los miembros de la Sociedad encontraron un término, propuesto por el simpar Erasmus Darwin, con el que se autodenominaron como lunarticks (chiflados).
La Sociedad Lunar fue pronto conocida en los círculos científicos, sus integrantes fueron nombrados miembros de la Royal Society y recibieron las visitas de Benjamin Franklin o Thomas Jefferson. Su recuerdo en el mundo de la ciencia y la revolución industrial es hoy imperecedero.
A la creación del recuerdo de aquellos hombres y de sus experimentos, contribuyó un artista amigo de Darwin, el pintor Joseph Wright de Derby (1734-1797) .
Joseph Wright fue, además de un gran paisajista, el retratista de una era, de sus inventos, de sus inventores y de sus sueños de futuro. Nunca fue un miembro formal de la Sociedad Lunar, pero no hay duda de que fue un “hombre lunar” como aquellos a quienes retrató. Pariente lejano de Darwin, quedó subyugado tanto por los efectos de la luz en la pintura como por los experimentos de aquel con las bombas de aire e, incluso, con sus teorías filosóficas y sus estudios sobre la alquimia. Sus obras son el reflejo de la pasión por la astronomía en A Philosopher Lecturing on the Orrery in which a lamp is put in place of the sun —donde explica un eclipse a través de la pintura— o con la experimentación como en An experiment of a bird in the Air Pump, recientemente tomada como fuente de inspiración reconocida por Steve Lawes, director de fotografía de la aclamada serie de la BBC Sherlock, para la escena de la tortura del episodio “La casa vacía”.
Pero no solo es su relación con los miembros de la Sociedad Lunar lo que debe acreditar a Joseph Wright como un hombre lunar. Joseph Wright podría ser conocido como “el pintor de la luna llena». Los cuadros en los que la retrata son increíbles por su uso de la luz: Dovedale by Moonlight, A Moonlight by a castle, Bridge Through a Cavern Moonlight, A lake by Moonlight, Matlock Tor by Moonlight, Derbyshire Moonlight, A Moonlight by a Lighthouse, An Idealized View of Vesuvius from Posillipo, with Ruins and a Tower, Seen by Moonlight, Moonlight with a Lake and Castellated Tower, Virgil’s Tomb by Moonligh, entre otros.
Ningún pintor como Wright ha sido seducido por la luna llena. Sus cuadros nocturnos iluminados por la luz del satélite lo hacen merecedor del título de pintor victoriano lunático.
La importancia de la #lunallena en la obra de Joseph Wright, el pintor victoriano lunático. Share on X
Sin embargo, entre las obras de Wright, dos requieren especial atención: Hermit Studying Anatomy y The Alchemist, in Search of the Philosopher’s Stone, Discovers Phosphorus, and prays for the successful Conclusion of his operation, as was the custom of the Ancient Chymical Astrologers, ambas muestran escenas en las que Wright vuelve a dibujar la luz de la luna llena, bien en la noche, bien a través de una pequeña ventana iluminando el laboratorio del alquimista; ambas escenas, de investigadores, de científicos, de la búsqueda del conocimiento prohibido. El anatomista que busca la comprensión del cuerpo humano y el alquimista en la búsqueda de la piedra filosofal o el principio de la vida, el heredero de Paracelso o Cornelio Agripa. En ambas pinturas la luz lunar ilumina al científico, al que busca el imposible que el resto de la sociedad no entiende. Y las dos pinturas nos conducen inexorablemente a una obra clave del romanticismo y a una escritora singular.
Lunáticos en la novela victoriana
Frankenstein es considerada la primera novela de ciencia-ficción de la historia y según su autora, Mary W, Shelley, fue engendrada bajo el influjo de la luna llena una noche de Junio de 1818 en la Villa Diodati junto al lago Lemán.
Muchas y largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Shelley (Percy), a las que yo asistía como una devota pero, casi siempre, silenciosa oyente. Durante una de esas conversaciones, se discutieron varias doctrinas filosóficas y, entre ellas, las referidas a la naturaleza del principio de la vida, y también la posibilidad de que dicho principio llegara a ser algún día descubierto y divulgado. Hablaron de los experimentos del doctor Darwin (…).
Cuando apoyé la cabeza sobre la almohada no pude dormir, tampoco podría asegurar que estuviese pensando. Mi imaginación, sin yo requerirlo, me poseyó y me guió, dotando a las imágenes que surgían en mi mente de una intensidad que estaba más allá de las fronteras del sueño. Vi —con los ojos cerrados, pero a través de una aguda visión mental —al pálido estudiante de artes diabólicas arrodillado al lado de aquella cosa que había conseguido juntar. Vi el horrendo fantasma de un hombre yacente, y entonces, bajo el poder de una enorme fuerza, aquello dio señales de vida y se agitó con un torpe, casi vital, movimiento.
Mary W. Shelley afirmó que cuando se levantó sobresaltada, la luna llena estaba brillando sobre su ventana. Astrónomos han afirmado recientemente que aquella madrugada del 16 de junio de 1816, después de una terrible tormenta, la luna llena debió de iluminar Villa Diodati entre las dos y las tres de la mañana. Mary W. Shelley soñó una historia. Una historia que fue madurando en los días siguientes.
Puede que Mary W. Shelley encarnara el romanticismo junto con el resto de los ocupantes de Villa Diodati, pero aquellas aguas turbulentas que les impedían salir a navegar, las lluvias inacabables y la bruma negra, que como un manto cubría el lago, fueron el paisaje en el que, bajo la luz de la luna llena, nació una novela gótica y romántica a la vez. Mares tenebrosos, ruinas, castillos, oscuridad y terror. Tétricos laboratorios y una naturaleza opresiva y letal. Pero también un sueño, una quimera, un ideal: la creación de la vida.
Shakespeare: «El lunático, el amante y el poeta están todos ellos hechos por entero de imaginación» Share on XSi lunáticos son quienes tienen sueños que la sociedad considera locura, Victor Frankenstein, el anatomista, el científico, era lunático como la misma Mary W. Shelley. Si como dijo Shakespeare en El sueño de una noche de verano «El lunático, el amante y el poeta están todos ellos hechos por entero de imaginación», todos los ocupantes de Villa Diodati lo eran. Percy Bysshe Shelley, esposo de Mary W.Shelley, amante poeta y lunático, exploró la relación entre la imaginación y la locura y dedicó uno de sus poemas a la luna. La luna como símbolo de la gran contradicción, la variabilidad y la soledad, una luna excéntrica y nada sobrenatural en la que es fácil vernos reflejados.
A la Luna (traducción de Juan Abeleira y Alejandro Valero)
I
¿Te empalidece acaso la fatiga
de contemplar el mundo y de escalar los cielos,
errando sin ninguna compañía
por entre las estrellas nacidas diferentes,
y en constante mudanza, igual que un ojo triste
que no encuentra objeto alguno digno de su constancia?
II
Tú, hermana preferida del Espíritu,
A la que observa hasta apiadarse de ella…
El asilo para #lunáticos que retrata Bram Stoker en su Drácula existió: Colney Hatch Asylum. Share on X
La luna, la locura, los lunáticos y alienistas captaron la atención de los escritores victorianos.
En el Drácula de 1897 de Bram Stoker, cuando la acción pasa de Transilvania a Londres, el escritor nos introduce en un asilo para lunáticos victorianos dirigido por el doctor John Seward, el alienista, y en el que se encuentra internado Renfield, el lunático, el personaje de Drácula que representa la locura mucho más que el propio conde. La descripción de Stoker es perfecta. El asilo para lunáticos que retrata existió: era el Colney Hatch Asylum, dirigido desde 1882 por William Joseph Seward. La institución fue bien conocida por Bram Stoker, médico él mismo, y por su hermano mayor, Sir William Thornley Stoker, un prestigioso anatomista y cirujano cerebral cuya mujer estuvo largos años recluida en un asilo para lunáticos.
La luna, la locura, los #lunáticos y alienistas captaron la atención de los escritores victorianos. Share on X
No fue Stoker el único escritor victoriano que mantuvo una cercana relación con los asilos para lunáticos.
Charles Dickens, además de atesorar en su biblioteca los libros sobre trastornos mentales más importantes de su tiempo, gustaba de visitar los asilos para lunáticos, tanto en Londres como cuando visitó Nueva York. Las visitas de particulares se realizaban los domingos y costaban un penique, a Dickens le servían para conocer historias que luego publicaba en Household Words y en All the year round. Dickens publicó un relato de terror llamado «El manuscrito de un loco” en Los papeles del Club Pickwick. Se trataba de una recreación literaria de su obsesión por la locura hereditaria en la que el protagonista acaba sumido en la paranoia y la demencia se torna asesinato.
Si Dickens buscó la compañía de lunáticos para imaginar sus historias, Mary Lamb, una de las escritores de libros infantiles más reconocidas de la era victoriana, conoció de cerca estas instituciones ya que fue recluida como enferma lunática tras haber asesinado a su madre. Un poeta y escritor visionario como Edward Bulwer Lytton reflejó su faceta lunática en sus novelas místicas y ocultistas como Zanoni o Una historia extraña que precedió al Drácula de Stoker. Su relación con los asilos para lunáticos fue más personal ya que encerró en uno de ellos a su ex esposa Rosina —que se había separado de él por sus infidelidades— por el mero hecho de oponerse a sus ideas políticas. La historia de Rosina fue conocida por Wilkie Collins, uno de los padres de la novela criminal, ya que pertenecía a la Lunatic’s Friends Society y a la Lunacy Comission londinense, y la recreó en una novela inolvidable y primigenia del género policial: La Dama de Blanco, la historia de una misteriosa mujer vestida de blanco que escapa de un asilo para lunáticos.
Cartel de La dama de Blanco en su estreno teatral en Londres, 1871.
El paso de una novela policial con personaje, a la creación de un detective lunático no tardó mucho y lo dio el más victoriano de los escritores postvictorianos. Gilbert K. Chesterton (1874-1936) creó un lunático inolvidable. En El poeta y los lunáticos (1929), el protagonista es un lunático: el poeta y pintor Gabriel Gale, un observador de detalles que permanecen ocultos o apenas visibles a los ojos de los demás. Sus técnicas deductivas para resolver un crimen o anticiparse al delito navegan entre la cordura y la locura. El ambiente de las aventuras que vive Gabriel Gale evoca a otra gran aventura chestertoniana, la de Gabriel Syme en El hombre que fue jueves. Ocho relatos deliciosos, historias de detectives, donde el criminal ha sucumbido a alguna forma de locura, y el detective —poeta y artista— no es sino otro lunático. Chesterton opone la locura clarividente y genial de Gabriel Gale a la supuesta cordura de personajes públicos, que en muchas ocasiones se confunde con la estupidez. Una de sus paradojas inolvidables.
No fue Wilkie Collins el único escritor de novela de suspense victoriana —las conocidas como “sensation novels”— que convirtió en protagonistas a mujeres lunáticas; fue un recurso utilizado por Mary Elizabeth Braddon en la aclamada El secreto de Lady Audley o por Charlotte Brontë en el personaje de Bertha Mason, la primera mujer del señor Rochester de Jane Eyre. Fue Joe Storer Clouston (1870-1944), el polifacético escritor de novelas de detectives y de humor victoriano, comparado por su ironía en su tiempo con P.G. Wodehouse, quien creó el personaje lunático más entrañable de la era victoriana, el anti-heroe Francis Mandell-Essington, un lunático escapado de una institución mental especializado en provocar y resolver enredos sin fin. Una serie de seis novelas que comenzó con El lunático en libertad y que nunca fue traducida al castellano.
Charles Dickens, Wilkie Collins, Bram Stoker, Charlotte Brontë y sus #lunáticos victorianos. Share on XEl creador del detective victoriano por excelencia, Arthur Conan Doyle (1859-1930), fue, sin embargo, muy prudente en la incorporación de un lunático a sus novelas (aunque sin duda, el propio Sherlock Holmes, siendo un genio de la deducción, podría ser calificado como un lunático por sus excentricidades). Su padre, Charles Altamont Doyle (1832-1893), fue un artista irrepetible, pintor de hadas y mundos oníricos, que, sin embargo, cayó en la depresión y fue confinado en el Royal Lunatic Asylum, donde, como Richard Dadd, continuó pintando sus maravillosos dibujos de hadas. En la primera página de su famoso Diario con dibujos realizados durante su reclusión, escribe: «Tengan siempre presente que este libro es considerado la obra de un lunático. ¿Dirian ustedes que aprecian en él ausencia de inteligencia o un gusto depravado? Si pueden encontrar una sola evidencia márquenla y preséntela en mi contra».
Charles A. Doyle, padre del creador de Sherlock Holmes, era un artista lunático que pintaba hadas. Share on XSin duda, Moriarty fue el más lunático de los personajes creados por Conan Doyle, incluso, puede que él mismo, ferviente creyente en la existencia de las hadas, de las médiums y de la comunicación con los muertos, fuera otro adorable lunático. Porque como el mismo Arthur Conan Doyle dijo:
Si Richard Dadd fue un artista lunático incomparable que creó sus mejores obras confinado en un asilo para lunáticos, en el asilo para lunáticos de Fulbourn hubo un interno de personalidad fascinante, «un artista de inteligencia considerable» en palabras de G.Mackenzie Bacon, el médico que lo trató y que publicó una obra que ha pasado al catálogo de “libros extraños “ de la historia, en compañía de grimorios y manuscritos indescifrables como el manuscrito Voynich. Writing of the Insane (La escritura del lunático) fue publicado en 1870 y contiene la escritura diagramática más extraña y peculiar conocida. Su autor se confesó con su médico —«Escribir o no escribir, esa es, querido doctor, la cuestión»— y explicó su obra, Jardines de la Luna de redondas estructuras sobre un bosque confinado en un vórtice de Bretaña. Su configuración es, en sí misma, una obra onírica, un sueño bajo la luz de la luna de un lunático incomprendido.
Nos queda por hablar de las muchas obras literarias victorianas sobre la luna. El misterio, la poesía, la ciencia ficción o el terror creados a la luz de la luna. Tema apasionante que deberá esperar a una segunda entrega. Sería de locos aburrirle a usted con más datos y nombres. Si lo expuesto ha sido suficiente para que se sienta identificado con alguno de los lunáticos o lunáticas presentados, puede que esté respondiendo a las preguntas formuladas al principio. Si escribe extraños diagramas en la esquina de un papel mientras trabaja. Si tiene danzando en su cerebro sueños o estados oníricos, inventos imposibles, historias increíbles o viajes fantásticos. Si la luna y su magia lo atraen, o incluso si aúlla en las noches de luna llena…. es que usted, lector, es un lunático adorable.
Si así es, bienvenido al club.
Sin Comentarios