Con este artículo quería romper la tendencia clásica que estaba adquiriendo la sección para mostraros cómo, en ocasiones, el diseñador puede permitirse algunas licencias para plasmar su creatividad a través de la indumentaria. Para ello, he elegido Malditos Bastardos, del director Quentin Tarantino.
Enmarcada en la Segunda Guerra Mundial, la cinta tiene pinceladas de espagueti western, género por el que Tarantino siente verdadera admiración. Constatando la experiencia previa de Anna B. Sheppard creando la indumentaria de ese período bélico en filmes como El pianista (2002) y La lista de Schindler (1993), el cineasta no dudó en incluir a la diseñadora en el proyecto. Sheppard accedió al saber que tendría libertad para idear un vestuario imaginativo y sin estereotipos, sin necesidad de encorsetarse en la exactitud histórica.
Tarantino presenta la historia como un cuento dividido en cinco capítulos diferentes, cuyos protagonistas entrecruzan sus vidas al final. La ambientación y el vestuario son una de las bases para resaltar esta diferenciación.
Capítulo uno: Érase una vez… en la Francia ocupada por los nazis
Durante la ocupación alemana de Francia, Hans Landa, un caza judíos, irrumpe en la granja de un campesino francés buscando a una familia desaparecida. El coronel aparece con una gabardina de doble botonadura en cuero negro sobre su uniforme alemán de color gris que le confiere un carácter autoritario e intimidante. El trench fue común en los mandos de la SS y pieza básica del uniforme oficial de la Gestapo, cuyo color negro engrandecía el poder de los militares, avivando el miedo y el respeto. La fabricación de este tipo de prendas se suspendió por normativa en 1944 debido a la escasez de cuero.
En Malditos Bastardos, el sonido chirriante del tejido aporta inquietud y tensión a la escena, sin pasar por alto lo paradójico que resultan las muestras de amabilidad y familiaridad del coronel durante el interrogatorio, que no se desprende de la prenda de abrigo en toda la escena.
Anna Sheppard refuerza el contraste entre Hans Landa (Christoph Waltz ) y Perrier LaPadite (Denis Ménochet) a través de texturas y colores. Los colores sombríos del Coronel se contraponen con los tonos terrosos del granjero: la camiseta rosada desgastada (en su origen pudo ser roja) aporta valor y entereza al francés, que se enfrenta con nerviosismo a Landa durante la escena. Los colores fríos en los vestidos de sus hijas añaden lejanía y desprecio de las jóvenes hacia el alemán.
Es importante no pasar por alto los detalles que la diseñadora emplea para distinguir al personaje de Landa, como las insignias del uniforme nazi de coronel: el SS-Standartenfürer, o símbolo de la hoja de roble alargada, denotando el rango, ubicado en los dos parches del cuello; las dos estrellas sobre la hombrera trenzada; o los emblemas de las SS en la gorra de visera: el Totenkopf, figura de una calavera, y el águila. Así mismo, una simbólica pipa Calabash, de gran tamaño, acrecienta su carácter indagador, como si del mismísimo Sherlock Holmes se tratara.
Tras el interrogatorio, Landa descubre dónde se encuentra escondida la familia judía. Solo una niña logra salvar la vida huyendo de los disparos nazis. El equipo de vestuario, a través de técnicas de envejecimiento y ensuciado, obtiene un gran realismo en los ropajes ensangrentados de la pequeña Shoshanna.
Capítulo dos: Malditos bastardos
El teniente Aldo Raine (Brad Pitt) recluta a soldados americanos judíos con el fin de formar una guerrilla armada y asesinar a militares alemanes. El modo en que los denominados Malditos Bastardos provocan el terror entre el Tercer Reich, es empleando una técnica apache y un tributo: arrancar 100 cabelleras nazis cada uno de ellos. Aldo, en ese momento, viste un uniforme militar de color marrón pero, una vez se adentra de incógnito en el monte, la diseñadora, huyendo de las prendas tópicas empleadas en las películas de la Segunda Guerra Mundial, sustituye la guerrera de Aldo por un atuendo más informal, con piezas de lana y algodón de colores fríos, diferenciando claramente al personaje de los demás bastardos mediante sus peculiares botas, un pañuelo colocado estratégicamente alrededor de su cuello y una boina parisina, común en algunas regiones montañosas francesas.
Los uniformes alemanes de la Segunda Guerra Mundial fueron fabricados por la firma Hugo Boss. Si el ejército nazi destacó por una amalgama de modelos en guerreras, Hitler se caracterizó por no emplear una vestimenta particular para su posición, aunque fue variando los tonos de los tejidos. Comenzada la contienda, el Führer, como alto mando supremo de las fuerzas armadas alemanas, sustituyó su icónico uniforme marrón por otro de color gris verdoso.
En las escenas del capítulo se observa a Hitler (Martin Wuttke) con la señalada guerrera parda, algo que sería inexacto. Quizá Anna Sheppard, embaucada por el universo Tarantino o para diferenciar al personaje, emplea el uniforme más conocido y célebre del canciller. La diseñadora no olvida las tres insignias que Hitler siempre exhibía en su casaca: la medalla con la cruz de hierro de primera clase, la de heridos, concedida durante la Primera Guerra Mundial, y el emblema de honor del NSDAP, así como el brazalete rojo con la esvástica o Hakenkreuz del partido nazi en el brazo izquierdo. La capa otorga al personaje un carácter autoritario y de dominio en la escena de Malditos Bastardos.
Capítulo tres: Noche alemana en París
Años más tarde, Shoshanna (Mélanie Laurent), bajo otra identidad, se ha convertido en la dueña de un cine. La joven es cortejada por Fredrick Zoller, un francotirador nazi célebre por sus asesinatos y por una película protagonizada por él mismo en la que se recrea dicha masacre.
Quentin Tarantino afirmó que concibió a Shoshanna, en Malditos Bastardos, como una figura principal; no obstante, al tratarse de una chica huída de los nazis, la diseñadora de vestuario le dio una apariencia descuidada y acorde con una época de restricciones. La joven fugitiva de los nazis, conocida ahora como Emanuelle Mimieux, debe pasar inadvertida; por ese motivo, Sheppard evita los vestidos femeninos, escogiendo piezas prácticas. Un peto desmontable, confeccionado en Berlín, se emplea en la película como pantalón y como mono; la silueta sirena, habitual de la diseñadora italiana Schiaparelli en los años 30 y 40, se logra a través de un cinturón ceñido en la cintura de Shoshanna. La gama cromática terrosa inicial del personaje se transforma en tonos más fríos en el instante que la chica judía es invitada a una reunión inesperada.
Mientras Joseph Goebbles (Sylvester Groth), líder de la propaganda y segundo hombre importante del Tercer Reich, almuerza junto a Fredrick Zoller (Daniel Brühl) y la intérprete Francesca Mondino (Julie Dreyfus), aparece Shoshanna, a la que proponen estrenar la película de Zoller en su cine en un acto exclusivo al que sólo asistirán altos mandatarios nazis, incluyendo Adolf Hitler. La velada se torna más tensa cuando el coronel Hans Landa hace su aparición.
Mondino, traductora y amante de Goebbles, es una mujer sofisticada y atrevida que luce trajes elegantes y pieles como complementos. La naturaleza cruel y peligrosa del personaje, percibida en la primera escena, se ve acentuada a través del tejido animal print del vestido. El original tocado de gato evoca a los atrevidos diseños que Elsa Schiaparelli creó y puso de moda en París, siendo el favorito de la diseñadora de vestuario de Malditos Bastardos, Anna Sheppard.
Tras la conversación con el asesino de su familia, encargado de la seguridad del cine durante la proyección de la película, Shoshanna fragua un plan: quemar el cine con todos los nazis dentro.
Capítulo cuatro: Operación Kino
Bridget von Hammersmark (Diane Kruger), actriz alemana, trabaja para los británicos como infiltrada. En La Louisiane, una taberna francesa, se reúne con el teniente Archie Hicox y los bastardos con el fin de iniciar la Operación Kino, que radica en boicotear el estreno de la película de los nazis y hacer estallar el cine. Un oficial de la Gestapo se percata del acento extraño de Hicox e intuye que algo raro se trama, tras lo cual tiene lugar una masacre.
La estela de la artista de cine se plasma en la elegancia de su atuendo, realizado desde cero por un sastre en Berlín para la película. Aunque es una agente encubierta, el color del traje la vincula con el grupo para el que trabaja (los uniformes británicos eran de color marrón), contrastando con el gris de los uniformes alemanes. Sheppard hace gala de su creatividad añadiendo un sombrero con pluma y pendientes en forma de estrella pertenecientes a su colección privada. El conjunto evoca a los trajes de Christian Dior que la actriz alemana Marlene Dietrich lució en los años 40.
La escena de la taberna es quizá de las más complejas para un diseñador, debido al gran número de categorías que se mezclan en los uniformes, diferenciando visualmente a cada personaje.
Capítulo cinco: La venganza de la cara gigante
La noche del estreno de El orgullo de la nación es un acontecimiento importante para Shosanna, el momento perfecto para vengar el crimen de su familia por parte de los nazis. Aunque Hans Landa descubre el complot de los Bastardos, hace un pacto con ellos, permitiéndoles acabar con el sabotaje, lo que significaría el fin de la Guerra y ser reconocido como héroe. Finalmente el deseo de Shoshanna se cumple y el cine explota. En la frontera, Aldo y su compañero bastardo se vengan del coronel Landa.
El vestido que luce Shoshanna, originariamente ideado corto y de color negro por Anna Sheppard, fue modificado con el fin de que el personaje resultara seductor y femenino en las últimas escenas de la película, destacándolo entre la multitud de trajes elegantes y uniformes de los asistentes. El rojo del tejido consigue simbolizar la sangre con la que saldará su vendetta y la derramada por su familia en la granja. El toque chic parisino lo logra a través del tocado con velo negro, más común en los años 50 aunque, como comentábamos al comienzo del artículo, la diseñadora logra una recreación libre de la época.
El personaje Von Hammersmark sigue en su papel de agente secreto y, aunque discreta, desprende elegancia con un diseño confeccionado en seda, con aplicaciones en cristales Swarovski y plumas. De nuevo, las joyas son originales de Anna Sheppard.
Otro personaje resaltado a través de la indumentaria es Aldo, que se hace pasar por un realizador de cine italiano. Proyecta mayor visibilidad entre todos los invitados, que lucen guerreras y chaquetas negras, con una chaqueta de color blanco. El Smoking es de la firma Armani.
Como habréis podido observar, Malditos Bastardos es un buen ejemplo de cómo se puede recrear de manera diferente una época fusionando creatividad y autenticidad, alcanzando un estilo singular y acorde con el cine de Tarantino.
Artículo de Lola Delgado Pozo
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