Manguis, de Paco Gómez Escribano
Con Manguis, Paco Gómez Escribano pone punto final (¿o no?) a su Trilogía de Canillejas. «Gitanos, quinquis y payos de diversa condición, manguis, como se les conoce a todos en el argot, siguen formando el grueso de la demografía de un enclave que tardará todavía varios años en transformarse. Sigue lloviendo y las calles son un constante barrizal triste y mísero que para algunos se convierte en trampa mortal cuando anochece y la oscuridad inunda el entorno. Los servicios sociales son algo que a los vecinos les suena a ciencia ficción. No hay policía en las calles, las cosas se arreglan entre ellos, a veces hablando, a veces a mamporros, a veces a navajazos». Imposible encontrar mejor retrato del barrio que este que nos hace el propio Paco al final de la novela. Yo no conozco Canillejas, pero si de alguna manera hay que resumirlo, este es el barrio que se nos muestra en la década de los setenta.
Y es que en esta novela volvemos al pasado. Si Yonqui comenzaba a finales de los setenta y en Lumpen avanzábamos hasta entrar en el siglo XXI, con la crisis establecida en los bolsillos del barrio, en Manguis volvemos a los años setenta, al comienzo de la década, cuando ya se vislumbra el final del dictador y, con él, de una época, pero aún se mantiene vivo y detentando, inmaculado e imbatible, el título de Reserva Espiritual de Occidente.
Pedro Torrero, el Torre, es una autoridad en el barrio. Nadie se la pude jugar y el que se atreve a hacerlo pagará caro el desliz. El Torre, justo e inadvertidamente cariñoso con los que le son leales, no perdona la traición, ni el enfrentamiento, ni que le pisen su terreno. Y si no que se lo pregunten al Huevo.
El Torre es el referente de los payos en el barrio, pero solo de los payos porque los gitanos tienen el suyo propio, don Pepe, el patriarca del clan de los Vargas. Don Pepe y el Torre se respetan, son amigos, son hombres de honor que saben ser agradecidos. Además, son vecinos. Cuando el Torre se apropió del chabolo en el que vive por el método de dar una patada a la puerta y no esperar turno ante todos los que aspiraban a él, fue don Pepe quien le puso la mano en el hombro y asintió a modo de notario que firma, rubrica y legaliza.
El Torre es propietario de un puticlub, «Venus», que no es un puticlub de lujo y nunca lo será, y de unos billares. Esos son sus negocios legales, porque además están sus tejemanejes con el tráfico de drogas y la venta de armas. En resumen, que «allí está él, el Torre, respetado y temido, con más dinero del que nunca había soñado. Pero no el suficiente, porque tiene que seguir trabajando».
La comisaría de San Blas cubre además Simancas y Canillejas, demasiado chorizo, yonqui y prostituta. Mucho trabajo, poca paga y un ascenso frustrado es lo que recibe el inspector jefe Fores de la BIC, Brigada de Investigación Criminal. Contaba con su nombramiento de subcomisario, le corresponde por antigüedad, pero los tiempos están cambiando. Franco está enfermo y es muy mayor. Se rumorea, se teme, que, tras su muerte, pueda pasar cualquier cosa incluso que se establezca una monarquía parlamentaria. Los mandos policiales se preparan para ello y para ello deben ir dando paso a gente joven, bien vestida, bien hablada, «adictos al régimen, pero con otras ideas», con otro aspecto; los mismos perros con distinto collar; los mismos policías con un barniz de modernidad. Se trata de maquillar las apariencias, darle a la realidad un aspecto menos tétrico, un aire menos casposo, un toque de modernidad en las formas. Y Luis Fores, que ha fracasado en todo en la vida, fracasa también en su nombramiento cuando ya lo daba por seguro. Pero es que Luis Fores es un fracasado y además su aspecto no es el adecuado para los tiempos que se avecinan. «¿Sabes por qué no te han nombrado subcomisario? Pues porque fumas esa mierda de cigarrillos, porque te canta el aliento a anís, por esa mierda de ropa barata que llevas y por el lenguaje ese de delincuente que no dudas en utilizar en todas partes».
Las circunstancias, contra todo pronóstico y casi en contra de ellos mismos, llevan al inspector jefe Fores y al Torre a ver sus destinos unidos en una empresa que tal vez les supere. Pero hay mucho en juego y la tentación es grande. Tan grande como para obviar suspicacias, el haber jugado hasta el momento en campos opuestos e irreconciliables, la instintiva desconfianza entre el policía y el capo del barrio.
Hay muchas razones por las que leer #Manguis de @gomezescribano. Nos las cuenta @RosaBerros Share on XO no tanto, porque en Manguis todos lo son en menos o mayor medida, a un lado o al otro de la ley. Pero Fores ahora «piensa en algo grande, no en las habituales mordidas a los empresarios nocturnos, no en los hurtos de la droga decomisada para volver a vendérsela a los camellos, ni en las demás mierdas que les dan un sobresueldo». Y para ello necesita al mejor, alguien dotado de dos cualidades que no suelen darse en los chorizos y que, sin embargo, son imprescindibles si se quiere sobrevivir libre en el mundo de los «manguis»: cabeza y cojones. Tal vez por eso tantos de ellos acaban muertos o en la cárcel.
Ahora habrá que buscar personal para llevar a cabo la encomienda y al Torre solo le queda elegir entre los yonquis, las putas, los borrachos y los drogadictos. Entre todos los conocidos, escoge cinco personas con las que forma una banda condenada al desastre, en la que hay un poco de todo incluidas dos putas del Venus.
Milagrosamente, el asunto sale bien. En una película de serie B aquí se colgaría el cartel de Fin y todos felices con la pasta y los amigos… pero estamos en Canillejas, «uno de los mayores enclaves chabolistas de la zona, en la periferia, sí, pero en la periferia de Madrid, de la capital de un país que inicia la década de los setenta coleccionando incertidumbres». Y en la periferia de Madrid, en este comienzo de los setenta, nada puede crear más incertidumbre que lo que pueden hacer dos colgaos, uno yonqui y otro politoxicómano y loco, cuando se les encarga una tarea y alguna de las condiciones dictadas para llevarla a cabo se tuerce. A partir de ahí…
Canillejas, el barrio donde un colgao es un colgao y no un colgado. @gomezescribano @RosaBerros Share on XA partir de ahí hay que leer Manguis de Paco Gómez Escribano y dejarnos arrastrar por sus personajes y la pericia del autor para retratarlos en cuerpo y en alma («El Pitufo no levanta más de metro y medio del suelo, metro y medio de mala leche y de rabia»); por el sentido del humor ácido, casi amargo, casi negro, con que describe comportamientos y situaciones («La parroquia se carcajea enseñando hileras de dientes que habrían dado trabajo a un dentista durante al menos un año»); por la naturalidad resignada con que nos transmite los hechos más crudos («Con sus colegas, los de su generación, no puede contar. Están todos muertos o en el talego a punto de palmarla»).
Paco Gómez Escribano vuelve a traspasarnos el alma con el relato de un barrio, de su barrio, con el relato de sus gentes, sus calles, sus ratas, sus basureros; sus policías y sus ladrones; sus yonquis y sus putas; sus tabernas y sus billares y sus puticlubs. Y de nuevo, vuelve a transmitir todo el cariño que siente por él y nos lo contagia y nos encanta el barrio porque, aunque no nos guste y no querríamos vivir en él por nada del mundo, es un barrio donde un colgao es un colgao y no un colgado, y donde hay personajes que nos liberan de nuestra rutina de buena gente y nos enfrentan a lo que podríamos haber sido de no ser lo que somos, porque la diferencia entre una y otra cosa a veces está solo en la distancia que separa dos estaciones de metro.
Hay que leer Manguis y si no se ha leído Yonqui y Lumpen esperar a haberlas leído para leer Manguis. O no, tampoco importa, porque en la Trilogía de Canillejas, ya lo dice el nombre, el único personaje vital que se repite es el barrio. Se pueden leer en el orden de publicación. Se pueden leer en orden cronológico (Manguis, Yonqui y Lumpen). Se pueden leer como a uno le dé la gana. Pero hay que leerlas.
Hay que leer #Manguis de @gomezescribano, el orden en la trilogía es secundario. @RosaBerros Share on X
Manguis
Autor: Paco Gómez Escribano
Nº de páginas: 272 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: EREIN
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788491090854
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