31«A la memoria de todas las mujeres que me habitan: mi abuela, mi madre y mi querida hija Sara». De esas tres mujeres que habitan en Pilar Gorricho del Castillo (Logroño, 1961) es Sara, su hija fallecida, el narratario de este Mater amatísima (Unaria Ediciones, 2018). Si la dedicatoria inicial nos orienta hacia ese necesario y hondo homenaje al ser querido desaparecido, es la propia autora quien se encarga de precisar los motivos que le llevaron a escribir este poemario en una nota introductoria al mismo. De esta forma, conocemos que Sara falleció a los treinta años en 2011 y fue al año siguiente cuando Gorricho del Castillo necesitó escribir este poemario como terapia para superar su dolor: « […] quiero mostrar todas las etapas por las que se pasa en un duelo (rabia, negación, odio, etcétera)», y verdaderamente lo consigue. La poeta encuentra en el dolor un poderoso maestro que nos hace comprender qué cosas son verdaderamente importantes en la vida. Tras hablar de muchos tipos de dolor que se están dando ahora mismo en el mundo, la autora termina su introducción con un rotundo y emotivo aserto: «Esta introspección no me ayudó a vivir: me ayudó a no morir».
En Mater amatísima, Pilar Gorricho del Castillo encuentra en el dolor un poderoso maestro que nos hace comprender qué cosas son verdaderamente importantes en la vida. #Poesía. @UnariaEdiciones. #Reseña: J. A. Olmedo López-Amor. Share on XEs difícil encontrar un motivo más noble o más auténtico para escribir un libro de poemas. La sinceridad de Gorricho del Castillo adquiere tanta fuerza en el poemario como los sucesos y pensamientos que comparte. Su necesidad de decir hace que la sistémica distancia entre el yo lírico y el autor parezca mínima e imperceptible. Sara Herrera Peralta es la encargada de firmar el prólogo, y en su espacio, titulado «Un campo de cicatrices», dimensiona la magna y arriesgada tentativa de la poeta, además de certificar, por si a alguien le quedaba alguna duda, que en estos versos puede haber de todo, menos impostura: «Hay quien escribe poesía buscando la belleza, hay quien la utiliza para lo social: María del Pilar Gorricho se sirve de ella como medicina, como cura». Prosigue Herrera Peralta en su preámbulo y nos advierte que los primeros poemas del libro abordan una etapa de juventud de la autora previa a su maternidad, pero poco después, sobre todos los poemas sobrevuela la ausencia de esa hija arrebatada tan prontamente.
«Hay quien escribe poesía buscando la belleza, hay quien la utiliza para lo social: María del Pilar Gorricho del Castillo se sirve de ella como medicina, como cura» @sherreraperalta. Mater Amatísima: réquiem por una hija. Share on XEn ese tramo de juventud que anticipó Herrera Peralta encontramos una voz femenina que se intuye resiliente: «Liberarme / del fuego que a la sangre fiera invoca / y hablarle a solas, del junco que dormía / en mí», un hablante que rememora los dulces momentos vividos con su abuela: «Quizás por ello / el búnker de sus brazos / abarcaba toda nuestra diminuta geografía», pero sobre todo, hallamos una preocupación por la libertad (ideal juvenil por excelencia) y el tiempo, latido acompasado de una cuenta atrás para la vida. Esa vida es la de Sara, cuyo nacimiento queda marcado en la página veinticuatro:
2 de mayo de 1981 / Siete y cuarenta y cinco de la tarde. Nace Sara.
Los poemas, sangrados en el centro de la página, alternan ser estróficos o no, pero sus versos son libres y sin rima. Muchos poemas van acompañados de citas o subtítulos en latín (lengua madre) y su correspondiente traducción al castellano. Tras el alumbramiento, la madre de la criatura ve reconfigurada toda su percepción sensorial: «Todo sabía / así como sabe / lo clandestino. / A canto de protesta, / a la última cena del condenado, / a cónclave de mariposas, / al murmullo de sordas caracolas, / a meretriz con alianza». Tras la pérdida, parece natural la florescencia del reproche, de la consciencia del equívoco, pero entre las emociones encontradas, surge con mayor fuerza la necesidad de cerrar las heridas, la urgencia por tener las conversaciones pendientes, el deseo de hablar de tú a tú con la hija con tanta sinceridad como sea uno capaz de reunir:
Duerme, mi niña, / y , en mi espalda, / la mochila de madre, / cargada de soles sin estrenar, / preparada para explosionar / ante la demencia / de la temprana visita.
No hay que olvidar que la poeta enfrenta su tragedia armada de poesía, de amor a una palabra en la que deposita toda su esperanza de supervivencia. Esto explica la libertad formal, explica por qué no hay estructura en bloques de ese proceso de duelo. Lejos queda la estrategia estética, esto es vómito, sangradura, esputo mortal o vivificador que puede ser el último. La poeta trata de narrar lo inenarrable para poder vencer lo invencible, pero nada más lejos de eso, todo es una ilusión, ilusión por vivir y no saber dónde te llevará esa supervivencia. Este libro es la transfiguración de Sara. Las huellas que dejó en el cuerpo de su madre, las marcas imperceptibles que la madre reconoce en su mundo interior son puntos que al unirse virtualmente dibujan su contorno. Pero una madre, incapaz de aceptar ese desmembramiento, inventa cuanto sea para evitar esa separación. En este caso, en el poema titulado «Fusión de mujeres» la doliente protagonista afirma que la muerte las ha unida a ambas como si se tratase de un nuevo nacimiento: «Nos fusionamos en una sola»; «Una de las dos partió / con dos almas en sus brazos. / No sabría decirte, hija mía, / cuál de las dos ha sido».
Es tarea del lector ir paladeando cada poema e ir discerniendo a la vez en qué fase del duelo puede encontrarse el dolor transcrito. Aunque tampoco hace falta hacerlo. Una lectura visceral afecta en igual medida a una conciencia lectora, pues, la transparencia de este libro no esconde a ángulos muertos de su luz.
Puesto que la autora está rememorando un tiempo pasado, todo el libro tiene carácter narrativo. Es dialógico en algunos pasajes en los que el hablante lírico se dirige en primera persona a su interlocutor, y al tratarse de una tragedia que puede ocurrirle a todos y cada uno de nosotros, un diálogo también se da con el lector, quien se involucra de manera natural ante una situación que incluso puede que ya haya vivido.
La asunción de la pérdida es algo para lo que no estamos preparados. Anne Carson dijo: «La gran paradoja es escribir con placer sobre algo trágico» y, no es que afirme que Gorricho escriba con placer sobre la muerte de su hija, pero desde luego, sus versos alcanzan una cota de belleza que de no ser por su trágica pérdida no conseguiría:
Yo no aprendí a ser lluvia. / Me llovieron por dentro y se olvidaron / de enseñarme plegarias de luz. Cómo / se hacen las primaveras con esquejes / pútridos, implorando de la hierba / su pedazo de esplendor.
Resulta paradójico, pero muy cierto, pues la naturaleza permite el nacimiento de flores entre el estiércol.
Algunos poemas son verdaderamente desasosegantes. La poeta consigue transmitir la densidad de su dolor, como también, los devaneos de su mente, subyugada y empujada a contar y a intentar sobrevivir sumida en la más honda de las tristezas. Resulta emocionante, a la par que duro, conocer los entresijos de su historia. Su palabra, aquilatada a cada golpe del destino, penetra sensibilidades y compone con cincuenta y nueve poemas un templo para orar, una muralla para protegerse y al mismo tiempo el arma que puede destruirlo todo.
La poesía ha sido el psicoterapeuta, la tabla de salvación, y el duelo, no ha sido más que una velada despedida articulada desde el dolor. El hipnótico poder de la escritura ofrece muchas y muy diferentes, salvíficas mentiras. Decir es compartir, y compartir es delegar parte de la carga que se arrastra.
Libro de oraciones, desnuda carta abierta a la persona querida con el amor más excelso que se pueda profesar: el amor de una madre, Mater amatísima es un poemario que no todo poeta puede escribir. Enfrentar el dolor más terrible y convertirlo en canto es habilidad de unos pocos. Ese don nos procura a los lectores belleza y reflexión, pero también dolor, pues, somos buscadores de la hermosura, pero también personas, y no podemos quedar indiferentes al conocer la tragedia de la que brota este salmo.
Libro de oraciones, desnuda carta abierta a la persona querida con el amor más excelso: el de una madre, Mater Amatísima es un #poemario que no todo poeta puede escribir. #Reseña: J. A. Olmedo López-Amor. @UnariaEdiciones. Share on X
Mater amatísima
Pilar Gorricho Del Castillo
Unaria Ediciones, 2018
Reseña de José Antonio Olmedo López-Amor
Portada de la reseña: David de la Torre
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