Navidades victorianas: El Espíritu de la Navidad
Un cuento de Navidad de Dickens
En la Inglaterra victoriana se creó una institución muy especial coincidiendo con la Navidad: la lectura de un cuento de fantasmas en torno a la mesa. Hubo otras tradiciones mucho más destinadas aDickens, Chesterton y el espíritu de la Navidad, por Juan Mari Barasorda.la diversión como el momento del Snapdragon en la cena de Nochebuena. El Snapdragon se celebraba en torno a una sopera repleta de brandy al que se prendía fuego para crear unas llamas azuladas y fantasmagóricas en las que asar peladillas y frutas que debían ser apresadas por los comensales e ingeridas con la llama recién prendida, quemándose las manos o la boca entre gestos de dolor. Sus muecas y gritos eran la diversión, pero hubo un literato que consideró que un gesto de horror ante la lectura de una historia de fantasmas podía ser mejor diversión.
Dickens instituyó el hábito de regalar a los lectores de sus semanarios (Household Words primero y All the year Round después) un cuento de fantasmas —o varios— como regalo de Navidad. Pronto sus amigos (como Wilkie Collins, Elizabeth Gaskell o Amelia B. Edwards) se le unieron escribiendo sus relatos de fantasmas para los magazines que editaba Dickens.
El Snapdragon consistía en asar peladillas y frutas en una sopera repleta de brandy ardiendo y apresarlas con la llama recién prendida, quemándose las manos o la boca entre gestos de dolor. Artículo: Juan Mari Barasorda. Share on XUn cuento de Navidad fue publicado el 19 de diciembre de 1843, ese cuento que todos recordamos del avaro Ebenezer Scrooge al que visitan los fantasmas de la Navidad quienes al final de la historia consiguen su redención. El reinado de la reina Victoria había empezado en 1838 y fue precisamente la familia real quien más hizo por la restauración de las tradiciones familiares en torno a la mesa de Nochebuena, pero nadie discute que fue Dickens quien inauguro la tradición del relato de fantasmas en la Nochebuena. Él no fue el primer escritor que incorporo el cuento como un elemento más de la celebración navideña ya que antes de Dickens el escritor americano Washington Irving había escrito en 1819 (Old Christmas) una recopilación de ensayos sobre las tradiciones inglesas en la navidad acompañado de los primeros cuentos de Navidad, pero después de Un cuento de Navidad de Dickens los más famosos magazines y periódicos de la Inglaterra victoriana incorporaron sus Cuentos de fantasmas por Navidad a sus números especiales de fin de año. Dickens, además, no se limitaba a publicar sus cuentos de Navidad sino que reunía a sus amigos en veladas en las que leía sus historias de Navidad a la luz de la lumbre. La velada de Dickens leyendo «Las campanas» en 1844 fue inmortalizada por el pintor Daniel Maclise en el mismo año. «Las campanas» es, en realidad, una historia del año nuevo, pero es, como Un cuento de Navidad, una historia que busca conmover, provocar el llanto —como se ve en el cuadro de Maclise— en el oyente, porque es una historia —como tantas de las contadas por Dickens—, que habla de la riqueza de unos pocos a costa de extrema pobreza de otros. «Las campanas» fue calificado como un relato «radical» pero su contenido y su moraleja tienen perfecta cabida para la sociedad en que vivimos.
Si Dickens buscaba conmover al lector con sus cuentos de fantasmas de Navidad, pronto otros escritores victorianos se incorporaron a la tradición intensificando la vertiente paranormal del relato. La historia de fantasmas llegaba por Navidades a los hogares victorianos con la misma puntualidad que en otros países y en épocas recientes llegaba el turrón. Escritores como J. M. Barrie, el autor de Peter Pan, o R. L. Stevenson, publicaron sus cuentos de fantasmas por Navidad. El cuento de Stevenson fue «Markheim», que ha sido muchas veces recopilado como el primer relato detectivesco de fantasmas aunque Mark Lemon, editor del satírico Punch y gran amigo de Dickens, ya había publicado «El detective fantasma» en 1866, una historia que también transcurre en Navidad. «Markheim» precedió en sus planteamientos a Doctor Jekyll y Mr.Hyde; es un relato sobre las compras para hacer un regalo navideño desde la perspectiva de lo sobrenatural, un planteamiento que fue utilizado también por uno de los escritores que nos acompañarán un poco más tarde.
Nadie discute que fue #CharlesDickens quien inauguro la tradición del relato de fantasmas en la #Nochebuena. #CancióndeNavidad #Scrooge Share on XJerome K. Jerome, amigo de Conan Doyle y del propio Barrie, fue uno de los primeros en publicar una recopilación de relatos de fantasmas para contar después de la cena de Nochebuena (Told after supper, 1891). «Nada nos satisface más en Nochebuena que escuchar los relatos de espectros que nos contamos unos a otros», afirmó, «es una noche festiva en la que nos encanta hablar y reflexionar sobre tumbas, cadáveres, asesinatos y sangre». En su prólogo Jerome presenta a su desfile de espectros:
La Nochebuena es la gran noche de gala de los fantasmas. En Nochebuena celebran su fiesta anual. En Nochebuena todos los que habitan «Ghostland» —el país de los fantasmas—, quien es alguien, se entiende, o mejor dicho, hablando de fantasmas, supongo que se debiera decir cada uno que NO ES nadie, se manifiesta, puede ver y ser visto, pasear y mostrar sus credenciales y su mortaja, puede criticar el estilo de los demás, y burlarse los unos de los otros.
Es el «Desfile de Nochebuena», como supongo que ellos mismos lo denominan, una función ansiosamente preparada a lo largo de Ghostland, especialmente por los fantasmas más arrogantes: los barones asesinados, las condesas manchadas de crimen y gritos espeluznantes, muchos tan terroríficos que congelan el alma, que llevan ensayando desde hace varias semanas atrás. Cadenas oxidadas y sangrientas dagas son puestas en buen estado de funcionamiento; y sábanas y mortajas, cuidadosamente remendadas y ventiladas para la función.
¡Oh sí, la noche del veinticuatro de Diciembre es una noche verdaderamente conmovedora en Ghostland!
Jerome K. Jerome fue, lo han adivinado, un escritor con un gran sentido del humor que se desplegó en una obra literaria personal y singular, pero fue sin duda quien con mayor empeño defendió la tradición británica de la narración del relato de fantasmas tras la cena de Navidad como hizo Dickens con sus amigos.
Quien mantuvo la tradición dickensiana de contar un relato de fantasmas a su familia y amigos año tras año fue Montague Rhodes James, anglicano practicante y convencido, homosexual como todos sus hermanos y hermanas y el más prolífico escritor victoriano de relatos de fantasmas. A M.R. James le gustaba juntar a sus amigos para contar en Navidad sus relatos de fantasmas. Sus lecturas se convirtieron en una institución en cada Navidad. En torno a sus lecturas el día de Nochebuena en su estudio de Provost’s Lodge se congregaban profesores universitarios, alumnos y sus colegas escritores. La BBC congregó a miles de televidentes entre los años 1971 a 1975 en un especial titulado A Ghost Story for Christmas con las recreaciones televisivas de los relatos de fantasmas de M.R.James y en 2013 fue Mark Gattis —guionista en la aclamada serie de la BBC Sherlock, en la que además interpreta a Mycroft Holmes— quien nuevamente recreó en 2013 uno de los más deliciosos y horripilantes relatos de fantasmas de M.R. James, «El tratado Middoth», para continuar la tradición.
Chesterton y el espíritu de la Navidad
Pero si de un defensor de las tradiciones navideñas en la Inglaterra victoriana —en realidad, en el periodo eduardiano— hay que hablar, es de Gilbert K. Chesterton
En junio de 1936 a los 60 años, muere Gilbert Keith Chesterton, el brillante polemista, el filósofo sonriente. Era un hombre de largos cabellos rubios, gigantesco («el monumento andante de Londres» lo llamaron), autor de una obra literaria prolija y diversa. Recorría las calles de Londres con su capa al viento y leyendo un libro en voz alta mientras los coches paraban a su paso paquidérmico para mayor desesperación de los policías de la época. Converso del protestantismo al catolicismo, parlamentario, dibujante cómico, orador brillante, antivegetariano militante, gastrónomo o mejor dicho gastrósofo como aquel desmedido glotón Brillat-Savarin (el gastrósofo francés del XIX más famoso de todos los tiempos).
Fue un hombre brillante y fue sobre todo un escritor popular, conocido por todos los londinenses de la época por sus artículos periodísticos en el The Ilustrated London News. Prolífico novelista, articulista y ensayista. Escribió mucho: miles de artículos periodísticos, ensayos (uno de ellos titulado Una defensa de las historias de detectives), más de doscientos cuentos y una decena de novelas. Escribió una única novela policíaca: El hombre que fue Jueves (Pesadilla). Como su subtítulo indica, es una obra que se desarrolla en un clima extraño, el de un mundo que no confía en las fuerzas del orden, y que acaba en un desenlace sorprendente. Un complot. Calles londinenses cubiertas por la niebla en el barrio de Saffron Park. Siete hombres, cada uno con el nombre en clave de un día de la semana (el protagonista –Syme– es el jueves ). La novela tiene un clima de pesadilla y es, de alguna manera, en consecuencia, fantasmal. Uno de los personajes es visto, a los ojos del protagonista, como una representación del «Father Christmas», el espíritu de la Navidad en la cultura anglosajona. Es solo una mínima referencia en toda una novela pero una referencia que remite a Un cuento de Navidad de Dickens y su mensaje de redención. «No pretendía describir el mundo real tal como es o como yo creía que era… La intención era describir el mundo de una desesperada duda…; con solo un rayo de esperanza…».
El lector, antes de continuar por la senda de las tradiciones navideñas, no puede dejar de hablar del Chesterton amante de la literatura de detectives. Lo cierto es que Chesterton también colaboró en otra novela. La novela fue El Almirante Flotante (1931) y quienes la escribieron fueron los miembros del Detection Club, fundado en 1930 por un grupo de escritores de novela policial que se conjuraron en respetar las reglas de la novela enigma (el género whodunit) para que el lector pudiera siempre averiguar la identidad del asesino con las pistas aportadas en la novel. Los capítulos los escribieron entre otros Dorothy L. Sayers, Agatha Christie, Ronald A. Knox (que se había encargado de redactar las 10 reglas del Detection Club), Freeman Wills Crofts, Henry Wade, John Rhode o Anthony Berkeley. Los nombres nos dan una idea de lo que pudieron ser las tertulias de aquel club. Su fundador y primer presidente fue el propio Chesterton, ocurrencia lógica en alguien que en su propia autobiografía calificó a la novela policial como «un juego en sí mismo». Aunque cabría decir que además de un juego, en la pluma de Chesterton, los relatos detectivescos fueron utilizados para transmitir un mensaje como hizo Dickens con Un cuento de Navidad.
#Chesterton calificó a la novela policial como «un juego en sí mismo». Pero, además de un juego, Chesterton utilizó los relatos detectivescos para transmitir un mensaje como hizo #Dickens con Un cuento de Navidad. Share on XSi Chesterton fue elegido presidente —durante los últimos seis años de su vida— del Detection Club, lo fue sin duda gracias al Padre Brown, el más famoso y excéntrico detective clerical británico, creado por Chesterton para deleite nuestro y protagonista de los cinco libros de cuentos policiales más deliciosamente imaginativos de la literatura policial, que convirtieron a su autor en un maestro del género: El candor del Padre Brown (1911), La sabiduría del Padre Brown (1914), La incredulidad del Padre Brown (1926), El secreto del Padre Brown (1927) y El escándalo del Padre Brown (1935). Todos y cada uno de los cuentos son un alarde de imaginación criminal. Los casos están perfectamente planteados y las explicaciones del padre Brown son calculadas y lógicas, repletas de detalles y sin embargo no se basa en el análisis de huellas, sino en su intuitivo conocimiento de las motivaciones humanas.
El padre Brown eclipsó a los otros —muchos y buenos— relatos policiales que escribió Chesterton (El hombre que sabía demasiado, Las paradojas de Mr. Pond o El poeta y los lunáticos y su loco detective Gabriel Gale con su increíble capacidad deductiva), posiblemente porque los enigmas planteados son cautivadores y porque cada relato del padre Brown culmina en una moraleja. Uno de ellos es, en sí mismo, un relato de Navidad y eso es lo que convierte a Chesterton en un escritor lúdico y lúcido: su capacidad por incorporar el relato detectivesco a la tradición del relato navideño. En Las estrellas errantes, el criminal Flambeau recuerda su último crimen, «un crimen de navidad… un crimen género Charles Dickens…». Un rico aristócrata va a regalar a su ahijada en la víspera de nochebuena, día de aguinaldos, tres maravillosos diamantes: las estrellas errantes. Al final como en el cuento de Navidad de Dickens, la trama se torna en la historia de una redención resuelta con la impecable habilidad de Chesterton para decir muchas cosas en pocos párrafos. No importa las claves con las que el padre Brown resuelve el misterio, sino como el propio Chesterton expresó en más de una ocasión:
Lo primero y principal es que el objetivo del cuento de misterio, como el de cualquier otro cuento o cualquier otro misterio, no es la oscuridad sino la luz… la mayoría de los malos cuentos policíacos son malos porque fracasan en esto. Los escritores tienen la extraña idea de que su trabajo consiste en confundir a sus lectores y que, mientras los mantengan confusos, no importa si les decepcionan. Pero no hace falta sólo esconder un secreto, también hace falta un secreto digno de ocultar.
Chesterton, como Dickens, también escribió una historia de fantasmas navideños. En La tienda de los fantasmas, como en el «Markheim» de Stevenson, un comprador acude a efectuar en nochebuena sus últimas compras navideñas. El dependiente no desea cobrarle el regalo, y ese es el misterio que envolverá al lector. El dependiente no es otro que el «Espíritu de la Navidad» —Father Christmas— caduco, anciano, agonizante. Diversos fantasmas del pasado visitaran la vieja tienda, y el propio Dickens será uno de esos fantasmas. Todos reconocen a Father Christmas, el espíritu de la Navidad que ellos conocieron en épocas pretéritas y que, siempre parece que está agonizando; incluso el comprador se preocupa por su salud… pero la respuesta del viejo tendero guarda todas las claves del espíritu de la Navidad:
Guardé silencio y fue él quien habló de nuevo.
—Todos los nuevos se han marchado. No lo entiendo. Se meten conmigo por razones tan raras e incoherentes. Los científicos, todos los innovadores. Dicen que le doy a la gente supersticiones y les vuelvo demasiados ilusos, que les doy carnes horneadas y les hago demasiado materialistas. Dicen que mis partes celestiales son demasiado celestiales, que mis partes mundanas son demasiado mundanas. No sé lo que quieren, de eso sí que estoy seguro. ¿Cómo puede algo celestial serlo demasiado? ¿Cómo puede algo mundano ser demasiado mundano? ¿Cómo se puede ser demasiado bueno o demasiado alegre? No lo entiendo. Pero hay algo que entiendo demasiado bien: esta gente moderna está viva y yo muerto.
—Tú sabrás si estás muerto —repliqué— pero a lo que ellos hacen no lo llamo vivir.
Si, lo han vuelto a adivinar, el comprador es Chesterton, y para Chesterton, el espíritu de la Navidad, aquel espíritu sobre el que Dickens escribió su canción de Navidad, estaba más vivo que nunca. En El espíritu de la Navidad, antología que acaba de ser publicada por la editorial Renacimiento, podremos descubrir los ensayos, relatos y poesías que el paquidérmico escritor dedicó a la Navidad.
Tal vez tras su lectura estemos dispuestos a contar una historia la próxima Nochebuena, tarea difícil y posiblemente mal acogida en la tertulia familiar. Descubriremos que únicamente los hijos e hijas más pequeños, sobrinos o sobrinas, o nietos y nietas, según condición y edad de cada cual, permanecerán sentados a la mesa. No importará, porque será la audiencia más agradecida. Si la audiencia se tornara adulta tal vez una historia de espectros sería la más adecuada, o de detectives y criminales si la afición al género negro es la que predomina en la mesa. Todas las opciones son válidas para recordar que cada nuevo año se puede evocar la infancia y aquellos juguetes y lecturas que nos emocionaron, porque nada de lo que vivimos en la infancia lo olvidaremos jamás.
Cada nuevo año se puede evocar la infancia y aquellos juguetes y lecturas que nos emocionaron, porque nada de lo que vivimos en la infancia lo olvidaremos jamás. #Navidad Victoriana. #Dickens #Chesterton. Por Juan Mari Barasorda. Share on XComo tampoco podemos olvidar un tema como «I believe in Father Christmas» (Lake/Sinfield), reflejo del verdadero espíritu de la Navidad, el mismo que inspiró a Dickens y Chesterton.
«I believe in Father Christmas» no es una canción de Navidad más, el propio Greg Lake la definió como una crítica al consumismo y a la comercialización que han hecho que estas fechas pierdan su verdadero significado, y los niños, los verdaderos protagonistas, su inocencia infantil.
Os dejamos con Greg Lake —de cuyo fallecimiento se ha cumplido un año el pasado 7 de diciembre— y su sincero espíritu de Navidad:
Me parece terrible cuando la gente dice por televisión que es políticamente incorrecto hablar de la Navidad, ya que para ellos lo correcto es decir «la temporada de fiestas». Para mí, la Navidad es un momento para estar en familia, cultivar el amor. Hay esa sensación de perdón, de aceptación. Por eso yo creo en Papá Noel.
Y como estamos en Navidad, en el calcetín izquierdo nos espera otro regalo: la versión de «I believe in Father Christmas» de U2…
Un artículo estupendo. Juan Mari Barasorda vuelve a superarse.