¿Y si la locura del ingenioso hidalgo fuese contagiosa? Daniel Reyes y Diego Jimeno parten en No son molinos de esta hipótesis, pues el Quijote que crean a partir del original del XVII y confrontan a situaciones reales del XXI tiene la originalidad, la virtud y la gracia de transmitir su cuerda locura a quienes se cruzan con él. El estereotipo quijotesco hasta ahora no había explorado este camino abundante. Se dirá que del Quijote se ha dicho todo, pero no es cierto. Y por eso aparecen de cuando en cuando quienes nos iluminan con una nueva mirada sobre el Caballero de la Triste Figura.
Bajo la divisa «solo el humor, la música y otro hidalgo pueden explicar el gran engaño de nuestro tiempo», Reyes y Jimeno introducen al espectador, sin sacarlo de la actualidad, en un universo quijotesco y cervantino a caballo entre el inicio del declive del imperio español y los prolegómenos de la recesión de 2008. Del desengaño barroco a la caída en la cuenta de la estafa capitalista.
Universo quijotesco, pues, porque hay encantamiento, idealismo, ingenuidad y nobleza en cada una de las acciones de su protagonista; universo cervantino porque todos los personajes son tratados con piedad y porque el texto incluye algunos de los fragmentos más representativos del Siglo de Oro español: el monólogo de Laurencia en Fuenteovejuna, la despedida de El Caballero de Olmedo, la declaración de Federico en El Castigo sin Venganza, el monólogo de Segismundo en La vida es sueño, la defensa del honor de Crespo en El Alcalde de Zalamea, el soneto de Quevedo Es hielo abrasador…
Hay duelo a espada, rasgueo de guitarra, baile flamenco, gigantes de nuestro tiempo y un repaso a algunas de las más conspicuas de nuestras instituciones vistas a través de los ojos del ingenioso hidalgo: el derecho a la vivienda, a la sanidad, el acceso a la justicia, el amor, el fútbol… Se dirá que todos estos ingredientes, incluido el idealismo quijotesco y la ternura de Cervantes, guardan una conexión evidente con otro movimiento idealista de los últimos tiempos. Así lo aclaran sus autores, que en su programa de mano se declaran hijos del 15-M.
No queda su obra, sin embargo, en el alegato político. No son molinos transciende su circunstancia y conecta con asuntos universales, cuales son la conexión entre realidad y ficción, la relación con los poderosos, las dificultades para llevar un comportamiento honesto en un ambiente corrupto, e incluso el amor a primera vista.
¿Pero cómo con todos estos ingredientes se consigue que la dramaturgia funcione y que el espectador asista con la boca abierta a un espectáculo que nos hace reparar, verso a verso, en la obviedad, en pensar, claro, cómo no se nos había ocurrido antes?
Recapitulemos: la persona (personaje es poco) creada por Cervantes choca de bruces en la primera parte con aquellos con quienes interactúa, y participa en las ficciones que le preparan sus encontradizos en la segunda. Estos pueden propiciar mediante el juego la locura de don Quijote, puesto que han leído la entrega de 1605, y así, desde el interior de la propia novela, enriquecer diez años después al personaje creado por Cervantes. En cambio, en 1614 Avellaneda riza el rizo, interpreta erróneamente la creación de Cervantes y carga las tintas en los aspectos más superfluos del caballero, tradición que ha quedado para las interpretaciones más soeces de la creación de Cervantes.
No incurren en este defecto Reyes y Jimeno, sino que encuadran su creación en las más valiosas de las aportaciones de Cervantes: el perspectivismo, la tolerancia y su profunda humanidad. Hay quien se quejó del triunfo en la historia literaria española de la tradición de Quevedo y del olvido de Cervantes. Pues bien, no siempre es así: he aquí la veta. Así, cuatro siglos después, hemos entendido a Cervantes y nos hemos hecho cervantistas, quijotescos y hasta sanchopancistas. Sobre los hombros de la crítica y de la relectura, los autores de No son molinos abren un campo estético de amplias posibilidades que nos hace anhelar una segunda parte.
¿Cómo lo logran? Con mucha modestia, con mucho trabajo, con mucho talento, con mucha naturalidad. Acaso de modo inconsciente descubren que para replicar el verbo henchido y noble de don Quijote se debe imitar su forma. Ejercicio de mímesis, pues, que venera el original y trata de emularlo. El primer contagio está en la forma: el verbo obliga. Y el verbo, en este caso, es verso, pues el Quijote trasladado a nuestro tiempo se distingue no solo en su mirada inocente y limpia, en su código de honor, en sus altos ideales, sino también en su forma rítmica de hablar. Así, de la catarsis de No son molinos sale uno ondulando las frases, buscando la rima, exclamando ¡quién pudiera repentizar el verbo conceptuoso del Siglo de Oro, pues, con la forma, resurgiría el fondo, y la nobleza del caballero nos impregnaría a todos, convertidos en espadas como labios! Ansias de cambio, pues, que utiliza la palabra como motor.
Todo tiene una explicación, no obstante, para los amigos de la verosimilitud, pues la narración marco que encuadra las modernas andanzas de Alfonso Quijo (nuestro don Quijote) se presenta como explicación última de tanto abundamiento y desmesura. Lo onírico, lo poético y lo literario no precisan de esta explicación, pero si usted es un amante de la realidad, al igual que Cervantes, no tendrá objeción a la fórmula empleada por los autores de No son molinos.
Daniel Reyes es director de la función, y coautor del texto junto a Diego Jimeno. Este último da vida al personaje protagonista. Todo ello con una compañía de seis actores notables: todo un lujo en estos tiempos de crisis. Se suma la suya a otras creaciones recientes sobre el Quijote de indudable calidad. Destaca entre las recientes la producción de Ron Lalá y de la Compañía Nacional de Teatro Clásico En un lugar del Quijote, de la que No son molinos no anda a la zaga a pesar de la muy distinta producción de que han gozado una y otra.
Además, se debe agradecer que en un año de efemérides —No son molinos se estrenó en 2016—, Daniel Reyes y Diego Jimeno no aludan al acontecimiento, pues ellos, como nosotros, celebran a Cervantes porque sí, porque lo necesitamos, porque nunca están de más la humanidad de Cervantes y el idealismo de don Quijote.
No son molinos estuvo la temporada pasada en el Teatro Victoria y en el Teatro del Barrio, en Madrid. Podrá volver a verse este sábado 20 de mayo en el Centro Cultural San Juan Bautista, calle San Nemesio, nº 4, Madrid, a las 19 h. La entrada será gratuita.
Yo no me la perdería.
Vuelve @NoSonMolinos 👏👏👏 de Diego Jimeno y Daniel Reyes. Reseña @avazqvaz Share on X
No son molinos
Autores: Daniel Reyes y Diego Jimeno
Dirección de escena: Daniel Reyes
Produce: Compañía El Dislate teatro
Intérpretes: Marissa Amado /Paz Juan, Elisa Musán, Diego Jimeno, Carlos Jordá/ Carlos
González Otero, Miguel Porras / Daniel Reyes, Manu Monteagudo
Música Original: Carlos Jordá
Dramaturgia: Rocío Bello y Daniel Reyes
Coreografías: Dalia Roca y Elisa Musán
Diseño de escenografía: Creación colectiva
Construcción de escenografía: Dislate Teatro
Diseño de vestuario: Dalia Roca
Vestuario: La teatral de Arniches
Diseño de luces: Jesús G. Pecharromán
Vídeo y Diseño gráfico: Javier Castelló
Corrección texto: Macarena Burgos
Foto Fija: Paz Juan
Dirección: Daniel Reyes
Web: https://eldislate.wordpress.com/
Facebook: https://www.facebook.com/nosonmolinos
Twitter: @nosonmolinos
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