Reseña de Obsesión en Venecia
De Amalia Hoya, nacida en Béjar pero residente en Madrid desde 1975, Obsesión en Venecia no es lo primero que leo. Con Vacaciones en el paraíso esta fotógrafa profesional licenciada en Filología Española quedó finalista en el concurso de relatos que Luna Literaria patrocinó en 2017 (publicándose después los mejores), un premio que —para mí— debió haber ganado. Bajo el extenso seudónimo de Amalia Álvarez San Pedro edita después un libro de relatos ya enteramente de su autoría: Seis personajes y un cantante (Editorial Amarante); unos cuentos, decía en mi reseña para Cita en la Glorieta, «a flor de piel, matizados con precisión y tallados con mimo de orfebre en los que en ninguno sobra algo ni falta nada». Además de escribir artículos sobre exposiciones y fotógrafos famosos para MoonMagazine también publica relatos en otras revistas. Obsesión en Venecia es su primera novela.
No resulta buen presagio para los protagonistas de películas o narraciones la presencia, a su alrededor, de un autómata. Las piezas del que el protagonista de La mejor oferta (Giuseppe Tornatore, 2013) «encuentra» en esa villa a la que acude para unas tasaciones de muebles acaban por completar una de aquellas asombrosas criaturas de Jacques de Vaucanson (inventor del siglo XVIII). Ya durante el proceso de reconstrucción se percibe una inquietante brisa de infortunio, como de estar convocando una fuerza adversa…
Más «a la española», aunque la película se desarrolle en París, sustituyendo muchas veces la visión trágica por la esperpéntica, en Tamaño natural (Luis García Berlanga, 1974) el autómata es preterido por una muñeca hinchable de logradísimo parecido con una mujer muy sexy. Un dentista en crisis matrimonial se entrega en esa «relación»: la viste, tiene conversaciones, y, sobre todo, disfruta de una sumisión y docilidad impensables antes. Este delirio no presagia nada bueno, y menos cuando él empieza a creer que la muñeca le es infiel…
En El hombre de arena (1817), el relato más célebre de Hoffmann, se cuenta la vida de un estudiante traumatizado por la muerte de su progenitor. A pesar de estar comprometido, el joven se enamora de la autómata Olimpia. Creyéndola real, y entrando en un imparable estado de confusión, el estudiante efectivamente enloquece y acaba prefiriéndola a su novia real porque la autómata puede darle aquello que la otra ya no: amor y notoriedad…
El protagonista de Obsesión en Venecia es Eliezer Stuitz, viudo judío fabricante de máscaras y muñecos que trabaja en una tienda de su propiedad. Pudiendo vivir en cualquier sitio, él prefiere no abandonar su piso del gueto (sucio, húmedo y decrépito) porque en él falleció su joven esposa Raquel. De carácter solitario y dado al vagabundaje por las calles venecianas, Eliezer rechaza también la compañía femenina. Está traumatizado porque Raquel, enferma del corazón, murió entre sus brazos durante la noche de bodas.
El protagonista de Obsesión en Venecia es Eliezer Stuitz, viudo judío fabricante de máscaras y muñecos que trabaja en una tienda de su propiedad. #Reseña y #entrevista con Amalia Hoya @analiagade @megustaleer @caligramaeditor. Share on XUn día es requerido por un rico indiano nacido en Méjico (de padre vasco y madre francesa) que se ha hecho con un magnífico palacio construido en el siglo XVIII: el de la familia Labia. Carlo Biagoitia quiere dar en él una fastuosa fiesta con motivo de su cumpleaños y para ello encarga a Stuitz que le confeccione unas máscaras acordes con los tres suntuosos trajes que se pondrá. Tras el encargo Biagoitia le regala una autómata averiada.
Amalia Hoya nos introduce con templanza en el proceso de relación entre hombre y máquina. Ya desde la primera noche Eliezer hace dormir al estropeado autómata en la cama de su madre y le lava el pelo y lo viste después con trajes de su mujer muerta (las necrologías fetichistas de raíz tanto hitchcockiana –Vértigo– como buñueliana –Viridiana– recorren esta novela). Decidido a arreglar el mecanismo, Eliezer acude a relojeros y adquiere libros especializados en la materia, pero será Biagoitia quien haga venir desde Padua a Ezvetan Baruk, un judío lituano que se pone a trabajar, en la misma casa de Eliezer, sobre el mecanismo de Ámbarin (así ha bautizado el viudo al autómata).
Compuesta por el lituano, el «pago» que Carlos Biagoitia exige a Eliezer es que la autómata acuda a su fiesta de cumpleaños porque quiere darse el capricho de bailar con ella. De mala gana el judío acepta, recibiendo del otro la promesa de cómo, pasado ese día, Ámbarin le pertenecerá en exclusiva. La muñeca no solo baila, también habla («Sí mi señor», «Cómo gustéis, señor») gracias a una pequeña máquina que consta de fuelle, un tubo de cuero y una caja.
A medida que adelanta su trabajo con las máscaras, crece el temor de Eliezer. Vistiendo a Ámbarin con un traje de Cleopatra y comprobando la caída de la tela y su buen corte —realzado por la esbelta figura de la autómata— teme que los invitados a la fiesta, envidiosos, se conviertan en una plebe enardecida que se abalance sobré ella y la golpeen hasta el destrozo.
Los preparativos de la increíble fiesta de Carlo Biagoitia con 800 invitados, 70 criados, aristócratas de toda Europa, músicos, pintores, escritores (incluyendo al poeta Rilke) y periodistas hechizan a Eliezer Stuitz quien, haciendo un ímprobo esfuerzo, consigue no entrar al palacio Labia (pese a haber sido invitado por Carlo Biagoitia). El judío se limita a entregar a Ámbarin y regresa a su casa solo, poseído por los más terribles presagios.
Antes, en un viaje-relámpago a Praga, Eliezer se ha enterado, mientras desayuna en la estación de Viena, del hundimiento del Titanic. La complicada situación internacional (guerra con Turquía e inminente extensión del conflicto a los Balcanes), así como que Bohemia se haya convertido en un territorio en el que los atentados separatistas abundan, no disuaden a Eliezer de ir allí, convencido de cómo en la praguense calle Saska encontrará al rabino que le revele secretos esenciales para su autómata (pero al final será un alquimista quien abra las puertas que acceden al misterio…).
Obsesión en Venecia se desarrolla durante 1912, en la agonía de aquello que Stefan Zweig, en sus memorias, denominó con acierto «El mundo de ayer». A esta forma de vivir que se despide con la Primera Guerra Mundial y que va disgregándose con pasos agigantados (como el propio Imperio austrohúngaro) corresponden las preocupaciones manifestadas en el capítulo 5:
Por desgracia, los enfrentamientos políticos crecen cada día. Italia está en guerra con Turquía y el conflicto creo que se extenderá. Si sigue el descontento social, pronto habrá una gran contienda en Europa. El mundo como lo conocemos desaparece, lo sustituirá el dominio del proletariado y las máquinas.
Lato es el conocimiento que la autora dosifica, durante las páginas de Obsesión en Venecia, tanto de la religión como de las ceremonias judías. La llegada a Venecia del primo Ibhar para celebrar con Eliezer el Pésaj (la pascua judía) sirve a Amelia Hoya para contraponer dos formas antagónicas de vivir esta creencia. El rígido carácter de Ibhar, ortodoxo judío jasidim, lleno de reconvenciones y máximas que dirige como dardos a su descreído primo (un judío solo nominal), alcanza su máximo rigor cuando, tras una cena a base de cordero asado, pan ácimo y jaroset, informa a Eliezer de cómo si el rabino no le ha echado aún de la comunidad ha sido solo por respeto a su madre muerta. Aunque Eliezer insiste en su ateísmo Ibhar le ruega que lea la Tora y el Talmud para encontrarse a sí mismo y a Yahveh. La novela no esconde cómo Eliezer busca un camino de perfección que poco tiene en común con ceremonias y rezos estereotipados.
La religión no es más que un conjunto de instituciones y rituales, organizados por los hombres, para esclavizar a los creyentes con preceptos y prohibiciones.
La pericia de Amalia Hoya con la espectacular tramoya veneciana es asimismo digna de ser remarcada. Calles y callejuelas, canales, piazza y piazzetas, palacios, etcétera, se nos muestran con ese toque de distinción bien alejado de cualquier insufrible enumeración (tan propias en los novatos); un toque sólo dado por quien tiene gracia en esto de escribir. La referencia en el capítulo 10 a la novela de Thomas Mann, La muerte en Venecia, no es baladí. Tanto el protagonista de Mann, Gustav von Aschenbach, como nuestro Eliezer Stuitz están rendidos y fascinados por la Belleza:
Contemplar la hermosura trasciende el plano intelectual e invade el emotivo; corremos el riesgo de perder la razón si convertimos lo bello en alimento de las emociones.
Por estos y varios motivos más, recomiendo la lectura de Obsesión en Venecia. Un notable debut de Amalia Hoya en la novela.
Nuestro colaborador, Manu López Marañón #RecomiendaLeer #ObsesiónEnVenecia, un notable debut de Amalia Hoya, @analiagade, en la novela. Aprovechamos también para charlar con la autora. #Entrevista @megustaleer @caligramaeditor. Share on XEntrevista con Amalia Hoya
Tres pasiones amorosas sitian la mente del viudo Eliezer Stuitz: la que siente por la añoradísima Raquel (quien pudo haber sido la mujer de su vida), la más corporal que le regala la prostituta Fiammetta («le había ofrecido la dulzura de una novia, la fogosidad de la amante y la lascivia que se esperaba de su profesión») y la más bizarra, la que le despierta Ámbarin, ese juguete sin alma («cada día le disgustaba más que Ámbarin fuese solo un autómata, un juguete sometido a sus caprichos y designios, justo lo contrario de lo que deseaba»). García Márquez dijo que en el corazón del hombre hay más cuartos que en una casa de putas. Dime Amalia, ¿te ha costado mucho crear un protagonista tan emotivo?
El personaje ha ido creciendo solo. Tenía claro desde el principio que tenía que ser judío, puesto que ellos creen en la metempsicosis, en la existencia del Golem y en los mensajes de los sueños; hubiera sido imposible crear esta historia con un personaje agnóstico o de otra religión. El Golem es fundamental en esta novela.
El Golem es fundamental en la novela. #Reseña de #ObsesiónEnVenecia, la última novela de Amalia Hoya @analiagade, que también charla con Manu López Marañón, sobre su proceso de creación. @megustaleer @caligramaeditor. Share on X¿Cuál de esos amores, tan diferentes entre sí, habías previsto que predominara cuando ideaste a Eliezer?
La historia estaba pensada para ser una trilogía, Obsesión en Venecia sería la parte central, habría una primera parte dedicada al personaje de Biagoitia y una tercera en la que seguiría la historia de Eliezer. Por eso el final queda abierto y un tanto ambiguo. Por supuesto, lo haría solo en el caso de que la novela tenga éxito. Representa muchísimo trabajo.
Obsesión en Venecia hace gala de una conseguidísima ambientación. Realmente la ciudad de los canales se toca, se respira, en esta obra. Has demostrado ser una experta conocedora de la Perla del Adriático; sin esa omnipresente presencia suya la narración no hubiera resultado igual. Internet ayuda a la hora de conseguir datos, pero hay aspectos inmateriales que sólo pueden plasmarse si se ha estado en los lugares descritos. Confiesa, ¿cuántas veces fuiste a Venecia para escribir tu novela?
Fui como turista hace años y me enamoré enseguida a pesar del gentío insoportable. En 2017, volví a finales de septiembre, solo con la intención de documentar mi novela. Residí allí cuatro días y por la noche Venecia es bastante diferente al día, se disfruta de la soledad fuera de la Plaza de San Marcos. Visité las sinagogas, el gueto, el palacio de Fortuny, e hice todos los recorridos que se mencionan en el libro. Lo único que no pude ver fue el palacio Labia, que es propiedad de la RAI y, aunque les escribí pidiendo permiso para visitarlo, lo denegaron. Tuve que recurrir a libros de arte para describir los frescos del salón de baile.
Igual de brillante resultas cuando haces llegar al lector todo lo relacionado con el judaísmo, una religión con ritos y ceremonias que pueden resultar herméticas para quien no las practica. ¿Tenías un conocimiento previo de esta creencia?
No sabía casi nada sobre ellos. Detrás de la novela hay dos años de trabajo y una documentación exhaustiva. En las sinagogas me proporcionaron algún libro en castellano, y una estupenda visita guiada. Y en Madrid conseguí un diccionario enciclopédico de términos judíos que es una maravilla. Para mí, la parte más gratificante de la escritura es el trabajo de documentación, me divierte muchísimo.
Detrás de #ObsesiónEnVenecia hay dos años de trabajo y una documentación sobre todo lo referente al judaísmo exhaustiva. El trabajo de documentación me divierte muchísimo. #Reseña #Entrevista @analiagade. @megustaleer @caligramaeditor. Share on XDe la galería masculina de tu novela sobresalen el protagonista Eliezer Stuitz y su antagonista, el indiano Carlos Biagoitia, taimado individuo de mil caras. ¿Cómo llegas a ellos?
El personaje de Carlos Biagoitia está inspirado en un personaje real Carlos Beistegui. Este hombre fue propietario del palacio Labia en los años 50 del siglo XX, y en 1951 ofreció lo que se conoció como el baile del siglo, una fiesta de máscaras fastuosa a la que asistieron los personajes más importantes. Vi la noticia en un ABC atrasado y de ahí surgió el personaje. El parecido acaba aquí, la forma de ser y el estilo de vida es inventado.
¿Eliezer tiene alguna base real?
Eliezer y todos los demás, a excepción de Fortuny y de su esposa Henriette, son inventados.
¿Cómo te las ingenias para trazarlos con tanta viveza?
No me cuesta recrear personajes. Dedico mucho tiempo a pensar en ellos.
Las mujeres resultan igualmente cercanas: Fiammetta, la frutera Benedetta, la baronesa Leonor Schiaparelli (amante de Biagoitia) e incluso la mujer de Fortuny, Henriette, desfilan por sus páginas con glamur, dejando siempre importante poso en la trama. Dime, ¿te costó más dar vida a este variadísimo y colorido elenco que al de sus personajes varones?
No, me da igual hombres que mujeres, depende de la historia. Me gusta observar a la gente, copio de la vida real.
Tu prosa tiene riqueza léxica, y, al mismo tiempo —y esto lo digo en el mejor sentido— se lee sin complicaciones. Supongo que para lograr este equilibrio habrás escrito no pocos borradores hasta llegar a la versión que fue a imprenta. ¿Puedes hablarnos de tu manera de corregir y depurar una trama tan delicada como es la contada en Obsesión en Venecia?
Una vez elegida la historia suelo escribir de corrido. Hago como los actores, inmersión total, vivo en ella, y todos los días le dedico unas 3 o 4 horas, a veces más. Cuando tengo acabado el primer borrador, lo repaso infinidad de veces, uso los correctores, leo en voz alta, o lo someto a juicio de otras personas. En general, la historia no varía, añado o quito párrafos y repeticiones; en síntesis, sigue siendo la misma.
Mariano Fortuny (1838-1874) es el segundo pintor más importante del siglo XIX en España, solo por detrás de Goya. Obsesión en Venecia transcurre durante la primavera de 1912 y por no pocas páginas nos encontramos al bueno de Mariano. Eso quiere decir que le has otorgado un período de «vida extra» que suma 38 años. Llama mi atención, dada la precisión y exactitud que presentan no solo cada dato histórico, también esos detalles sin tanta importancia, que hayas cometido semejante anacronismo; hasta tal punto que pienso que haya sido algo deliberado. Aclárame: ¿tan trascendental era «resucitar» al genio de Reus? ¿No te hubiera valido convocar a otro pintor que realmente viviera por esas fechas o, incluso, crear uno?
Este Fortuny no es el pintor de Reus llamado Mariano Fortuny Marsal que se casó con Cecilia Madrazo. Hablo del hijo de ambos, Mariano Fortuny Madrazo, nacido en Sevilla en 1871 y muerto en Venecia en 1949 (donde residió casi siempre). Es, por tanto, contemporáneo de esta historia y sus apariciones son pertinentes. Como pintor fue menos importante que su padre. Destaca como grabador, fotógrafo, decorador, diseñador de escenografías teatrales y diseñador de tejidos, entre otros el fastuoso vestido Delphos. Todo lo que digo de él es real. Lo elegí, porque es un personaje que me fascina, y, sobre todo, sus tejidos y el vestido Delphos. Esta actividad entroncaba perfectamente con el hecho de que Eliezer entiende de tejidos porque su familia los vendía. También necesitaba un «moderador» que matizara la altanería y el desdén que Biagoitia siente por Eliezer y lo suavizara hasta conseguir que acabasen siendo amigos.
Fotógrafa profesional, cuentista, ahora novelista… ¿Por dónde derivará tu próximo proyecto artístico?
La fotografía queda relegada a alguna reseña sobre exposiciones o fotógrafos famosos. Mi interés se centra totalmente en la escritura. Acabo de terminar el borrador de otra novela, en esta ocasión, un thriller que transcurre en época actual. Como digo, es solo el borrador, aún le queda para ver la luz. Y no descarto la posibilidad de completar la trilogía ya mencionada.
Por cierto: ¿fotografía y narración pueden complementarse y hasta enriquecerse mutuamente?
Sin duda. Mi segundo libro de relatos: Seis personajes y un cantante está ilustrado con algunas de mis fotos, y tengo terminado, y listo para publicar, un tercer volumen de relatos titulado Inquietudes que también está ilustrado con mis fotografías.
Para terminar querría saber algunos autores que hayan podido influirte durante la redacción de tu novela y, también, cuáles son tus favoritos como lectora.
Me gusta releer clásicos que leí hace tiempo como Poe, Kafka, Shelley, Conan Doyle, Lovecraft, Highsmith etc. Me gusta la literatura fantástica y de misterio. Ahora prefiero la novela negra nórdica, cualquiera de sus autores. Otros autores que me gustaron: Borges y Cortazar muchísimo, Cabrera Infante; de Paul Auster lo he leído todo, Yourcenar, Saramago, Carver por decir solo algunos. Mis gustos son muy variados, pico en todo, aunque reconozco que si un libro no me engancha lo dejo enseguida. Cuando escribo no suelo leer obras del mismo tema; ahora que he escrito un thriller, no he leído ninguna novela de este género, no quiero que me influyan. Solo leo los libros que necesito para documentarme.
Obsesión en Venecia
Amalia Hoya
Caligrama editorial, 2020
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Reseña y entrevista de Manu López Marañón
Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre
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