Perro de luna, de Víctor Claudín: ritmo trepidante y denuncia social

Después de Contracuentos, un homogéneo conjunto de relatos que ya tuvimos ocasión de leer y comentar, Víctor Claudín publica con Ediciones Atlantis la trepidante Perro de Luna. Transitamos, de la mano del autor, del relato a la novela, de lo abigarrado, en género y tono, al thriller rápido y casi cinematográfico. No obstante, localizamos una serie de rasgos propios, una marca de Claudín, que son precisamente los que hacen que merezca la pena sumergirse en el mundo sórdido y lujoso que Perro de luna nos propone. El primero de estos rasgos, y también el más importante, por supuesto, es la crítica social, de la que el autor nunca prescinde. Como mucho, la emplea de modo más amable, menos punzante en algún que otro relato de la colección arriba mencionada, pero resulta tremenda y demoledora en esta novela.

La escena inicial, que servirá de detonante para el desarrollo de la trama, es el incendio deliberado de la vivienda del poderoso Sr. Puig. No contemplamos el asesinato, puesto que el personaje está muerto ya antes de que dos oscuros personajes acaben con las pruebas que lo rodean, rociándolo todo de gasolina en una detallada descripción. Dos policías, Valero y Rivera, asumirán el caso y se verán inmediatamente inmersos en una compleja trama de tráfico de armas, donde cobran protagonismo especial las inmensas riquezas, las complejas relaciones sociales entre los poderosos hombres de negocios, los yates, las noches de juerga y drogas (unas refinadas, otras no tanto). Pero nada limpia ni tapa la suciedad objetiva de los ambientes donde se mueven las manos ejecutoras, los secuaces, el hampa; menos aquella otra suciedad, la moral, que embarga más cuanto más alto ascendemos en la escala social.

En lo formal, Víctor Claudín demuestra dominar el ritmo vertiginoso de la novela negra y las maneras de hablar de quienes la pueblan, que quedan caracterizados por un acento, un tipo de vocabulario, una velocidad, una síntesis (o falta de ella) en sus enunciados. Por un lado, los miembros de la alta sociedad; por otro, los ejecutores que mencionábamos más arriba, sin olvidar a quienes, sin tener una implicación directa, se sumergen hasta las orejas en el lodo para dilucidar el caso.

Pero Claudín sabe también incluir dosis de belleza incluso en un lodazal como el que guarda Perro de Luna, fogonazos de poesía en las descripciones, y el propio título es una buena muestra. Pero, lo que es más importante, es capaz de recordar que también hay humanidad en medio de la violencia, y lo hace plasmando entrañables relaciones entre algunos de los protagonistas. Valga citar la extraña amistad de la pareja de policías, pero mucho más el amor extravagante que se profesan Valentí, el primer sospechoso del crimen, y Lola, que no deja de protegerlo, aunque el peligro que corre pueda llegar a tocarla de lleno también a ella.

Nos encontramos ante una novela sórdida, que sacude al lector y le arrebata la respiración en medio de la acción. La voz narrativa de Claudín no necesita ocultar datos del argumento para hacer que el ritmo sea trepidante. Mientras, el Claudín autor pone sobre la mesa, con toda la crudeza, los desmanes que permite el dinero. Como si fuera, o más bien porque es, el gran amo del mundo, la única y más poderosa salvaguarda del poder para contaminar, para incurrir en guerras, para mirar hacia otro lado cuando la verdad se hace insoportable y omnipresente. Mientras, en medio de la sordidez, brillan algunas chispas de ternura que Perro de luna nos invita a descubrir y, ojalá, a alentar.

Perro de luna

Víctor Claudín

Ediciones Atlantis

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Reseña: Rosa García Gasco
Montaje de la portada de la reseña: David de la Torre

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