El autor
Una bombilla agónica pende sobre ellas como el ojo enfermo de Dios.
Juan Ramón Biedma se ha convertido en un nombre conocido para los que deambulan asiduamente por los más oscuros y solitarios callejones de la novela negra nacional. Su carrera, trufada de los más prestigiosos premios del género, anuncia al lector que se cruza a Biedma por primera vez que se halla ante un autor que sabe lo que se hace y que, al menos, no le dejará indiferente.
Crisanta es su décima novela, si bien, Biedma acumula en su haber una extensa colección de relatos y antologías, además de una novela gráfica. En cualquiera de estos medios se desenvuelve con soltura y sin dejar atrás ni un ápice de su estilo.
La novela que aquí comentamos ha sido recientemente galardonada con el Premio Valencia Negra (VCL Negra) de novela, reconocimiento que ya obtuvo en 2014 con Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado.
Sinopsis general de Crisanta
Aunque la guerra (entendida como batalla, no como exterminio) nunca llegó a Sevilla, Crisanta, a veces, confunde búnkeres, capillas, procesiones, tanques, altares, trincheras y noches en vela con un mundo ya cancelado.
La obra, presentada en tres partes, se sustenta sobre un andamiaje sólido que soporta con facilidad el peso de las múltiples tramas que se entrelazan como consecuencia de las acciones, deseos y condicionantes de cada uno de los personajes. Se desarrolla entre el 19 de octubre de 1936 y el 11 de noviembre del mismo año.
La trama que se intuye como principal y que involucra a Crisanta, una tratante de arte con ciertas aptitudes paranormales, gira en torno a la búsqueda de un tríptico del siglo XVI, de autoría de Jan Van Eyck, robado de una iglesia de Lepe (Huelva). Para ello, la protagonista, deberá colaborar con Manuel Díaz «Mayordomo», encargado de la «limpieza política» en Sevilla tras la toma de la ciudad.
Alberto Chacón Carter, director de la Sociedad Mediúmnica Sevillana, es el centro de otra de las tramas en la que él y su variopinto grupo de investigadores de lo paranormal se afanan por desvelar los terribles secretos que esconde la casa del Malmuerto, un caserón abandonado en la calle Feria y que parece ser el centro de sucesos atroces. El rescate de José María Varela Rendueles, exgobernador de la ciudad, será otra de las tramas vertebrales de la novela. Ésta pivotará alrededor del padre Juan Serrador, excapellán de la legión rescatado de un destino funesto por la Compañía de Jesús y que actualmente desempeña su «sacra» labor en el Hospital de la Caridad, donde se encuentra retenido Varela y donde, por cierto, también dicen haberse encontrado con el fantasma del mismísimo Mañara. Ya lo anuncia el subtítulo de la obra: «Una novela de fantasmas en la guerra civil»; aunque, como verán, aquí no todos los fantasmas son del otro lado.
Personajes
Cuando su mundo se vino abajo en la base de Dar Riffien, se encerró en su cuarto con una botella de coñac, seguro de que un pelotón de fusilamiento compuesto por sus propios compañeros lo pasaría por las armas en cualquier momento. […]
Se trata pues de una novela coral en la que los protagonistas saltan de una trama a otra mientras intentan salir a flote en una Sevilla que, tras el golpe de estado de julio del 36, se obstina en mantener la compostura a pesar de los asesinatos, la represión y la miseria que la devora. Las diferentes historias se tocan, se entrelazan y se empujan, formando un intrincado mecanismo cuyas piezas encajan a la perfección.
A los personajes principales (Crisanta, Chacón Carter y Serrador) se une una plétora de secundarios con distinto peso, pero cincelados con un mismo nivel de detalle y que como es costumbre en Biedma empieza por el nombre: Diosdada, Rublos, Manuel Díaz Mayordomo, Librado Cartagena y Pavón, Leandra, Tralará, la propia Crisanta… Nombres de una elocuencia contundente, atemporales; que adelantan algo de la esencia del personaje y esconden algún secreto inconfesable.
Por mencionar con más detalle algunos de los secundarios con más peso, citaremos a Diosdada, una viuda de guerra, adherida a la Sociedad Mediúmnica, con capacidades sensitivas que oculta una búsqueda muy personal tras sus gafas ahumadas; Rublos un emigrado de Rusia, protegido de Chacón Carter, al que su pasado lo persigue en forma de apariciones y que es otro de los puntos fuertes de la Sociedad. Manuel Díaz Mayordomo, encargado de la limpieza política instaurada por los golpistas. Desde su base en el cuartel de la calle Jesús del Gran Poder, firma sentencias de muerte entre burdeles y tascas. Un antagonista que Crisanta deberá convertir en aliado si quiere dar con el tríptico.
De este elenco nos gustaría destacar el personaje de Sampedro, una esquiva presencia que impregna cada párrafo de una de las tramas: la de la casa del Malmuerto. Se convertirá en el «tríptico» de la Sociedad Mediúmnica Sevillana y la llave que abrirá los misterios del caserón embrujado. El autor, como decimos, sin otorgar voz propia al personaje hasta prácticamente el final de la obra, es capaz de darle presencia a través de su rastro y de encajarlo en la historia de forma muy acertada.
Estilo y marca de autor
Decir sobre el estilo de Crisanta que está contada en presente (presente de Biedma), por un narrador omnisciente; que los capítulos son cortos, que se acortan aún más cuando la acción lo requiere, haciendo que la lectura sea rápida y absorbente; no sería mentir, pero sería quedarse en la superficie. Afirmar que el tiempo en esta obra es medido por un reloj magistralmente puesto a punto por Biedma, que marca el ritmo y el tempo de la novela de forma mesurada y precisa, sería cierto también; a la vez que habitual en la obra del autor sevillano.
Por esto, a la hora de reseñar el cómo nos cuenta el autor esta historia nos gustaría detenernos un poco en señalar una serie de aspectos destacables en la novela pero que forman parte de la marca de autor y de la voz inconfundible de Juan Ramón Biedma.
Una de las más desarrolladas habilidades de este autor es, partiendo de una exhaustiva documentación histórica, mezclar entre hechos, personajes y anécdotas reales algunos elementos de ficción y, cual trilero, moverlos todos y entremezclarlos en la novela de tal forma que es difícil adivinar dónde está la realidad y dónde la ficción. Zoológicos humanos y niebla mortal en Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha acabado; cementerios ambulantes en La lluvia en la Mazmorra; un autobús discoteca en El sonido de tu cabello; un aparcamiento subterráneo convertido en ciudad oculta para los sintecho en El manuscrito de Dios. En Crisanta encontramos sociedades esotéricas de estilo victoriano que investigan caserones encantados, gangarillas, beatas emparedadas en vida que cumplen su penitencia en la Catedral, fumaderos de opio, subterráneos laberínticos, asesinatos rituales… Biedma realiza este juego con tanto acierto que las cosas que parecen más inauditas suelen ser reales.
Me parece que llevo toda la vida en una Sevilla podrida llena de secretos y que ni siquiera me había enterado.
Sevilla, la ciudad natal del autor, es una de las señas de identidad más claras de la obra de Juan Ramón Biedma. Es el emplazamiento en el que se desarrollan total o parcialmente ocho de sus diez novelas. Siempre tan presente y con tanto peso que muchos lectores la verán como un actor más. Empero, desde nuestro punto de vista, más que un personaje es el fondo desfigurado que se observa en los espejos de feria a los que se asoman los protagonistas de su obra. Un marco que el autor deforma y modela para que encaje en cada historia. Una ciudad poliédrica repleta de rincones oscuros, ruinosos y terribles.
Sin embargo, nunca es la misma y siempre más lluviosa de lo habitual, eso sí. Desquiciada y onírica en El efecto Transilvania o El Humo en la Botella; putrefacta, postapocalíptica y no muerta en Antirresurrección; oscura, decadente y peligrosa en El espejo del monstruo o El manuscrito de Dios.
La Sevilla que ha escogido Biedma mostrarnos en Crisanta tiene mucho en común con la que nos muestra en Antirresurrección: sitiada, bajo el control de militares y policía que hacen y deshacen a su antojo, con fuerzas ajenas a la ciudad pululando por sus calles y tabernas… Una urbe que aún no sabe que está muerta y se arrastra penosamente (como un zombi) intentando recoger sus pedazos antes de que el sumidero de miseria y barbarie de la guerra se los trague.
El rigor histórico, fruto de un encomiable trabajo de documentación, con que nos acerca Biedma a la Sevilla del 36, no es incompatible ni tiene fricciones en la narración con la cara fantástica y terrible que el autor necesita para dar cuerpo a la historia de fantasmas en la que se sumergen Crisanta y sus compañeros.
Todas las pesquisas las haré yo en solitario.
Siguiente parada: la pesquisa. Esa búsqueda de pistas para dar solución a misterio o problema y que constituye una de las bases del género policiaco o detectivesco y que Biedma plantea siempre de una forma muy personal. Sitúa a los personajes en una suerte de Via Crucis en el que van sucediéndose las diferentes «estaciones de penitencia» con desigual grado de éxito. En líneas generales, sus novelas suelen tener a varios personajes o grupos tras la pista de algo, y es durante este peregrinar cuando el autor aprovecha para mostrarnos todo el rosario de personajes, rincones, anécdotas o situaciones dantescas que pueblan su obra.
En el caso de Crisanta, las pesquisas llevan a la marchante de arte tras las huellas del tríptico de Jan Van Eyck, robado de una iglesia en Lepe y posteriormente tras Francisco Jairo, el único de los asaltantes de la iglesia que puede conducirles al paradero del tríptico. Por otra parte, Alberto Chacón Carter persigue el rastro de un tal Sampedro, pieza clave en el rompecabezas preternatural que se manifiesta en la casa del Malmuerto.
[…]¿Puedo preguntarle si el espiritismo es contrario a su… sistema de valores?
—¿Al mío? —Como si le sorprendiera disponer de tal cosa.
—Sí. En su calidad de sacerdote.
—Yo soy un profesional. No mezclo la religión con las creencias.
La religión, la iglesia y sus representantes es otro de los temas centrales en la literatura de Biedma. Desde su ópera prima El manuscrito de Dios, queda patente el interés del autor por ahondar en los rincones más oscuros de la institución. En gran cantidad de sus textos aparece algún sacerdote descreído cuya moral y valores han sido devorados por las sombras que proyecta la pérdida de la fe. Este sería el caso de nuestro padre Juan Serrador, ex capellán de la legión, o el padre Full de varios relatos, recogidos en su antología Autofobia. La iglesia como institución y perversión se sitúa a menudo en el centro de tramas y sucesos, como en El efecto Transilvania. También en Crisanta queda patente el peso de la Compañía de Jesús como salvadora del padre Serrador, al que le exige el pago empujándolo a trazar un plan para el rescate del ex gobernador de Sevilla, retenido en el Hospital de la Caridad y que implica por añadidura a Chacón Carter.
Una opinión a modo de cierre
Todo gira en torno a un acto criminal (o varios), que bien podría ser el robo del tríptico de Van Eyck, y por eso Crisanta se etiqueta como novela negra, al igual que el resto de la obra de Biedma. Sin embargo, solo se puede clasificar con acierto dentro del propio estilo de Biedma, capaz de amalgamar con naturalidad diversidad de géneros (policiaco, histórico, fantástico, etc.).
Se trata pues de un thriller magníficamente construido, cuya trama y ritmo le atraparán desde el primer capítulo en una exhaustiva recreación de la Sevilla de 1936, para guiarle tras el rastro de un desaparecido tríptico y de los terribles sucesos paranormales acontecidos en un caserón abandonado. Desde nuestro punto de vista una de las obras del autor más equilibradas en la que con mayor mesura confluyen los elementos propios de la obra de Juan Ramón Biedma y que en esta reseña nos hemos atrevido a esbozar.
Absolutamente recomendable.
#Crisanta, una de las obras del autor más equilibradas en la que con mayor mesura confluyen los elementos propios de la obra de @JRBiedma. #Reseña de Manuel Casado. @alianza_ed. Share on X
Novela muy interesante.