Antonio Machado fue el máximo exponente de la poesía de la generación española del 98, junto a Miguel de Unamuno, Valle Inclán y Ramiro de Maeztu. Otros autores importantes que pertenecieron a esta generación, pero no cultivaron la poesía, fueron Pío Baroja y Azorín. La generación surgió como consecuencia de la crisis moral, política y social que produjo en España la pérdida de Puerto Rico, Filipinas y Cuba, últimas posesiones de ultramar. Algunos de sus componentes cayeron en la redes del Modernismo de Rubén Darío, estilo que entró con fuerza en Europa a finales del siglo XIX y primeros del XX. Aunque Machado tardó poco en evolucionar hacia una poesía más de compromiso, al considerar el Modernismo como bella fachada de escasa profundidad.
Antonio Machado enfoca «Retrato», poema perteneciente a Campos de Castilla, desde dos vertientes bien diferenciadas: su vida personal y poética, y el alejamiento del Modernismo, por la causa indicada.
Este bello poema está escrito en versos Alejandrinos, esto es, de catorce sílabas, y en estrofas ABAB o Serventesios, con rima consonante, o lo que es igual a decir que riman vocales y consonantes a partir de la última vocal acentuada, ya lleve tilde o sea prosódicamente. Lo trabajaremos por estrofas, para una detallada comprensión.
Antonio Machado enfoca su poema Retrato desde dos vertientes bien diferenciadas: su vida personal y poética y su alejamiento del Modernismo. José María García Plata. Share on X«Retrato», de Antonio Machado
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
Mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Machado nació en Sevilla en una casita dentro del Palacio de Las Dueñas, donde su padre trabajaba para el ducado de Alba. De ahí esos recuerdos de niñez. Efectivamente, pasó veinte años como profesor de francés en Soria, donde se casó con la hija de los dueños de la pensión en que se hospedaba, diecinueve años más joven que él. Leonor, que así se llamaba su esposa, murió a los pocos años de haber contraído matrimonio. Hundido en su pena, pidió traslado a Baeza, (Jaén), para, al menos vivir en tierra de más luz y alegría, que los depresivos y largos inviernos de Soria, que le oprimían la garganta como un dogal. Y años más tarde volvió a Castilla, esta vez de profesor a Segovia.
Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—Ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Machado no era un don Juan, más bien un hombre retraído con las mujeres y poco preocupado por resultar atractivo. Pero amó de verdad a Leonor. Mañara fue un personaje creado por su hermano Manuel Machado en una obra de teatro, y el marqués de Bradomín, otro personaje: este, de las Sonatas de Valle Inclán. Seductores ambos.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
Pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso, que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
El poeta, aunque republicano, no era revolucionario ni extremista como los Jacobinos franceses, que emplearon métodos violentos para implantar la república. De ahí esta imagen que hace con su verso: «brota de manantial sereno».
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard,
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Al autor de Retrato le gustaba lo bueno, la poesía de Ronsard, príncipe de los poetas franceses del siglo XVI. Pero la abandonó un tiempo atraído por la belleza del Modernismo, que había entrado con fuerza por entonces, en la que había mariposas, cisnes, lagos, piedras preciosas y palabras rimbombantes, que a Antonio Machado les resultaron al final fachadas y que abandonó para retornar a lo clásico, más bien al simbolismo e intimismo que escribía.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
Vuelve en esta estrofa a decir que la belleza por la belleza no le dice nada. Solo escucha su propia voz.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
Famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador, preciada.
Que sea la sociedad quien valore y hable de su obra, no del forjador de letras, viene a decir con la comparación que hace sobre la espada y el forjador del hierro. Vemos que se sitúa detrás de la cámara, como el director de cine y que sea la película la recordada. La obra es la que manda.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar con Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Solitario, introvertido, pero bueno para con los demás. Dispuesto para hacer el bien. Y aquí, como diría Fray Luis de León, «solo con dios se acompasa/ ni envidiado ni envidioso».
Y al cabo, nada os debo. Debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Atiende a sus necesidades vitales, sin molestar a nadie. En tal caso la sociedad le deberá lo que deje escrito.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Esas eran sus ansias de riqueza. Un ejemplo de austeridad y desapego a las grandezas terrenales.
Bien, pues esta ha sido mi humilde interpretación del poema Retrato, nacido de la excelsa pluma de uno de los nombres más grandes que dio la literatura española. Espero haber estado a la altura que se merece nuestro poeta.
Antonio Machado, un ejemplo de austeridad y desapego a las grandezas terrenales. José María García Plata nos habla de Retrato. #PoetasEspañoles, #poesía. Share on X
Reseña de José María García Plata
Portada de la reseña: David de la Torre
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