Poemas, películas, novelas, obras de teatro, pintura, escultura, canciones… el arte ha tratado de reflejar a la mujer como una gran desconocida de mirada sensual, contoneos atrayentes y anhelos misteriosos, habitualmente supeditada a una historiografía marcadamente heteropatriarcal. Tanto es así que en el siglo XIX Flora Tristán coligió que «Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescindibles de ser mujer», una frase con la que pretendía denunciar públicamente la terrible situación de constricción que Excepcionales y repudiadas.padecía el género femenino desde (mínimo) el 570 a.C. Difícilmente podría ella haber sabido que en sus palabras quedaba resumida la evolución de un estudio histórico acotado bajo el génesis machista, ni que el velo ceniciento o la barrera misógina de nuestra sociedad quedarían expuestos gracias a su trabajo y el de tantas otras sufragistas, esas mujeres instigadoras de la restitución del terreno esclavizado por el supra. Pretendiendo aportar mi granito de arena a su labor, hoy quisiera regalaros la mirada divergente, el conocimiento heteróclito y presentaros la otra cara de una moneda que lleva siglos oculta; hoy hablaremos de siete mujeres que sobrevivieron al olvido del tiempo pero cuyo recuerdo se ve obligado a luchar constantemente contra la despótica injerencia histórica. Sin tapujos, sin reinterpretaciones políticas, sin juicios de valor que las conviertan en antítesis del buen gusto, aquí os presento la verdadera historia de las repudiadas.
La verdadera historia de las repudiadas: 7 #mujeres que sobrevivieron al olvido del tiempo. Hoy, #8M, #DíaDeLaMujer2019, sin tapujos y sin juicios de valor, Tamara Iglesias nos muestra la cara oculta de estas siete Venus #empoderadas. Share on XLa verdadera historia de las repudiadas
La serpiente del Nilo
Repudiadas —1—
Mezclemos en el bol de las celebridades tres tazas de Egipto, cuatro cucharadas de ocupación romana, un chorro de curvas femeninas cargadas de exotismo y coronadas por una excelsa nariz, un puñado de manipulación a través de la carga erótica, un manojo de narcisismo y una pizca de mal genio. ¿El resultado de semejante receta en el imaginario popular? Sin duda la reina Cleopatra, monarca que ha sido reducida por la cinematografía, oradores como Cicerón y narradores como Plutarco a la errónea categoría de mujer controladora y caprichosa. En la realidad Cleopatra fue víctima de la reinterpretación y deslegitimación de una recua de historiadores que buscaban la banalización del poder previo a Roma y que, por desgracia, hemos heredado sin cuestionamientos en la contemporaneidad. Por ejemplo respecto a su excesivo acicalamiento, debo decir que en el Antiguo Egipto el uso de los cosméticos era completamente generalizado puesto que se trataba de un método antiséptico preventivo; gran muestra de ello resulta el característico eyeliner en khol que ahuyentaba a los mosquitos o los ungüentos a base de miel y leche de burra que mantenían la piel protegida del sol casi, casi como un protector solar. Por otro lado y aunque fue considerada una mujer extremadamente hermosa debemos tener presente que los cánones griegos y romanos se referían con este apelativo a la capacidad intelectual y no tanto al físico (es más, su nariz era considerablemente grande incluso para el prototipo del gusto latino); habiendo estudiado álgebra, historia y oratoria en Alejandría (con Filóstrato como preceptor) y dominando con fluidez siete idiomas la beldad de su agudeza resultaba más que evidente.
Por otra parte, sus romances con Julio César y Marco Antonio se han exacerbado y enredado de manera completamente errónea, pues tan sólo con el segundo contrajo matrimonio y mantuvo un amorío. Iniciando con César hay que tener en cuenta que al tiempo que se gestaba su guerra civil contra Pompeyo, Egipto vivía los continuos complots familiares (tramados entre sus hermanos Arsíone y Ptolomeo XIII) contra la joven reina Cleopatra (de 18 años) que se había situado en el lado de César durante la batalla de Farsalia (48 a.C.) para demandar el apoyo del Imperio en el proceso de entronización. Tras el asesinato de Pompeyo por parte de sus propios aliados (la facción parental contraria a Cleopatra que buscaba el perdón de Julio) Roma forjó una alianza con la monarca que se selló (como tantas otras a lo largo de la historia) por un vínculo de consanguineidad; en este caso con la gestación del vástago llamado Cesarión. A Plutarco y su encendida imaginación debemos la leyenda de Cleopatra escondida en una alfombra, del amor desatado, de las intenciones de César de tomarla como consorte en Roma… y una recua de trivialidades que dieron lugar al rumoreo incluso en boca del afamado Cicerón, quien sin ningún tipo de reparo dio en llamar a la reina egipcia «Serpiente del Nilo». Lo cierto es que este argumento se desmantela con facilidad (para desgracia de aquellos que quieren ver a Cleopatra como una pariente de la áspid con la que se suicidó) pues a la muerte de Julio y según la legislación egipcia Cesarión podría haber sido declarado como heredero legítimo de todo el Imperio, pero en su lugar la madre lo encumbró simple y llanamente como regente de Egipto para evitar que la repartición del Imperio entre Octavio, Lépido y Marco Antonio afectase al territorio del Nilo. Respecto a la aparición del general Marco Antonio el 41 a.C. en Tarso y la veracidad del enamoramiento posterior, no tengo más que remitirme a tres hechos fundamentales: hubo matrimonio legítimo, tuvieron tres hijos reconocidos como beneficiarios de las provincias de ambos progenitores y Cleopatra fue proclamada como sucesora en el testamento oficial de Marco Antonio; si estableciendo una comparativa entre los dos vínculos (a la que incluso podríamos añadir la correspondencia de la pareja o su trágico final) no os parece que haya un definitorio contraste entre la tipología de ambas relaciones, apaga y vámonos. La realidad es que al margen de las triquiñuelas empleadas por Octavio para declarar la guerra a Egipto y del regusto conservador de la historiografía latina, Cleopatra se limitó a mantener el mismo tipo de relaciones políticas que sus antepasados y congéneres con la excepción de que su género provocó una mayor diatriba.
La sanguijuela francesa
Repudiadas —2—
La misma suerte de receta recayó sobre la despilfarradora, infantil y coqueta María Antonieta, cuyos supuestos excesos se han afianzado en nuestro recuerdo con más facilidad que las fiestas y bacanales de su suegro Luis XV con la favorita Madame du Barry, que sí condenaron al país a una profunda miseria aunque nunca nadie haya proferido hacia él ni un mínimo reproche. Pongámonos en situación: una muchacha extranjera es enviada a Versalles (con tan sólo doce años) para casarse con el Delfín de Francia y asegurar la descendencia supremacista de la monarquía, pero en lugar de repiqueteo de campanas, jolgorio y felicidad se encuentra con un mote despectivo («la austriaca»), una corte prejuiciosa que la vigila, un marido incapaz de yacer con ella debido a una terrible fimosis, una madre que emplea sus escasos contactos postales para presionarla y una serie de intrigas que agotarían a cualquiera (cuanto más a una pobre adolescente que terminó encontrando su escapatoria en el ambiente parisino y las amistades de la baja nobleza). El 19 de diciembre de 1778 (casi un año después de una muy necesaria circuncisión) la reina alumbraba por fin a su primer hijo (María Teresa), pero los ocho años de demora en la consumación del matrimonio y los falsos comadreos sobre los múltiples amantes de la soberana (destacando su cuñado el conde de Artois y el conde sueco Hans Axel de Fersen) no hicieron más que potenciar el odio hacia la que apodaban «pequeña reina de veinte años» y «sanguijuela francesa». La búsqueda del descrédito por parte de la alta aristocracia (que se sentía dada de lado) derivó en el escándalo urdido por la condesa la Motte y el cardenal Rohan en 1785: el joyero Charles-Auguste Böhmer reclamó a la reina el pago de un collar de 647 diamantes por un coste de 1’5 millones de libras. María Antonieta, libre de toda culpa y ajena a semejante encargo, se ganó el sobrenombre entre la masa de «Madame Déficit» y se encauzaron los mitos sobre su persona: se le atribuyeron frases como «Si no tienen pan, que coman pasteles» durante la Guerre des Farines (que por cierto, en realidad fue pronunciada por Ana de Austria en el siglo XVI), el gasto de sumas estratosféricas en cosméticos y pelucas, el uso de leche de burra para el baño al modo de Cleopatra… etcétera. Finalmente el 16 de octubre de 1793 la púber gobernante que había sido repudiada y sojuzgada desde sus inicios fue guillotinada, arrastrando el vilipendio de su imagen hasta la mismísima edad contemporánea donde se mantiene en películas y novelas.
La poeta lesbiana
Repudiadas —3—
El exceso siempre ha sido visto como una mala conducta entre las mujeres puesto que avivaba los connatos de su libertad, especialmente cuando se trata de una plétora de inteligencia o brillantez; en este sentido es inevitable pensar en Safo de Lesbos y en su interés por compartir el conocimiento literario en la academia de Mitelene, hecho que junto a la dedicación de varios epitalamios (cantos nupciales a sus alumnas) le valió automáticamente la acusación de conducta inmoral por boca de Anacreonte (poeta que buscaba el desprestigio de su rival). Más allá de una preferencia sexual que ni podemos aclarar ni debiera considerarse negativa, Safo aportó la necesaria mirada femenina al mundo literario desviándola de las épicas epopeyas masculinas donde el héroe era el centro de atención y la mujer se convertía en un simple accesorio anecdótico. Por desgracia y a pesar de que sirvió de inspiración a poetas tan notorios como Teócrito o Catulo (a quien, por cierto, no se le tuvo en cuenta ni mínimamente el tono procaz de su poemario, ni tan siquiera los números 16 y 41 que os insto a ojear), la bilis de Anacreonte propició que el grueso de la Historia la recuerde más por dar origen a los términos de lesbianismo y safismo que por su increíble germen literario.
La mala perra de Inglaterra
Repudiadas —4—
A menudo la imagen de la mujer se ha empleado como símbolo de pecado, de perdición, de vergüenza o muerte (a veces incluso como un acoplado quinto jinete del apocalipsis), y si pensamos en una dama de la corte inglesa cuya efigie haya servido para ilustrar estos adjetivos durante la Edad Moderna, automáticamente nos viene a la cabeza Ana Bolena. Como historiadora y como mujer resulta muy interesante para mí realizar una comparativa entre las dos hermanas que suscitaron las pasiones del rey Enrique VIII: ambas fueron educadas en la corte francesa (donde ya María tuvo un romance con Francisco I), ambas entraron al servicio de Catalina de Aragón como damas de compañía (a la cual María no soportaba) y ambas mantuvieron una relación con Enrique VIII (María por ambición y Ana por razones que pudieran ir desde el amor al conformismo); sin embargo fue la pequeña de las hermanas quien pasó a la historia bajo el apodo de «la mala perra de Inglaterra», paradójicamente por no dejarse manipular. Con quince años y, habiendo arribado María a la corte inglesa tres años antes e iniciado un idilio con el rey, Ana retornó al hogar y fue presentada a sus majestades en el baile de máscaras de Catalina en marzo de 1522. Al igual que ocurriera con Cleopatra, Ana atrajo las miradas de todos (inclusive del regente) gracias a sus educados modales, su magnífica oratoria, sus conocimientos y ese toque rebelde y seguro que la caracterizada, pero no sería hasta 1525 que se desataría la obsesión de Enrique. En audiencia real Ana pidió permiso a su excelencia para tomar como esposo a Henry Percy, y el rey contestó prohibiendo el enlace, desposando a Percy con otra dama de la corte y enviando recado a la Bolena sobre su interés por tomarla como favorita; la refutación de Ana fue contundente: «Me niego majestad, prefiero perder la vida que la honestidad». Acostumbrado a obtener todo cuanto deseaba, Enrique interpretó la resistencia como el inicio de un juego irresistible, una cacería y persecución constante que se agravó por la presión de la familia Bolena y la imposibilidad de Catalina para engendrar más herederos que María Tudor. En 1527, convencido de que su matrimonio estaba maldito, Enrique solicitó la anulación eclesiástica y propuso matrimonio a la presa que aún no había caído en la red, llegando en 1531 a desterrar a la reina como símbolo de sus «honradas» intenciones; sorprendida y apabullada por la situación, Ana cedió a la convivencia en palacio remarcando el carácter célibe que debía mantenerse en aquel periodo de conocimiento mutuo. El 25 de enero de 1533 tras haber obtenido el divorcio de manos del arzobispo de Canterbury y haberse separado del catolicismo autoproclamándose jefe supremo de la iglesia en Inglaterra, contrajeron nupcias y pocos meses después Ana quedó embarazada de Isabel quien (fuera de la creencia popular) sirvió a su padre de gran alegría, pues era la prueba viviente de que la maldición de su primer matrimonio se había roto y podría engendrar el varón que tanto anhelaba. Desafortunadamente todo cambió cuando el 29 de enero de 1536 (al tiempo que se producía el entierro de Catalina de Aragón y el inicio del encaprichamiento de Enrique con Jane Seymour) Ana sufrió un aborto espontáneo de un embrión macho (algunos historiadores aluden que debido al estrés de ver su marido con otras damas) y, enfurecido, el rey declaró que los nuevos esponsales habían ofendido a Dios; acusó a Ana de haberlo embrujado y haberle sido infiel en múltiples ocasiones, por lo que el 19 de mayo de 1536 fue decapitada. Poco o nada se ha hablado de lo impresionado que quedó Enrique con las excelentes dotes diplomáticas y políticas de su mujer (gracias a quién pudo obtener ventajosos tratados de comercio y explotación con naciones europeas), o del auxilio que prestó para salvar vidas de la mano de la inquisición (caso de Nicolás Bourbon), para la fundación de centros educativos mixtos, el emprendimiento de acciones de caridad o el apoyo y admiración de su pueblo (llegando incluso el verdugo a distraerla en sus últimos minutos de vida para evitarle la consciencia de la caída del hacha) o de personajes ilustres como Martin Lutero. Mucho menos por supuesto se ha dicho sobre el ardid tramado contra ella de mano de Thomas Cromwell (que temía la fuerza y determinación de la Bolena frente a la corrupción) y Enrique, demasiado obsesionado con el amor efímero y la gestación de un aspirante varón al trono.
La zorra insurrecta
Repudiadas —5—
La fuerza y determinación de las mujeres nunca han sido vistas con buenos ojos por aquellos que buscaban domeñarlas, y fueron precisamente esos dos rasgos los que convirtieron a Boudica (a ojos de la desfasada historia romana de Tácito) en una «bárbara sin corazón» y «una zorra insurrecta». En el año 60 a.C. con Britania sometida a la hegemonía latina, Prasutagus (rey de los icenos y marido de nuestra protagonista) fallece en extrañas circunstancias dejando en orden testamentaria a sus dos hijas y al mismísimo emperador Nerón como sucesores, una estratagema a la que el usufructuario varón respondió decretando el saqueo del territorio. La reacción de Boudica resultó tan instantánea como evidente: al mando de su clan repelió a los romanos y se presentó frente al procurador Cato Deciano para pedir explicaciones. Blandiendo un abominable intento de supra, Cato refutó cualquier tipo de parlamento y ordenó que fuera castigada por su «insolencia femenina»: cincuenta azotes para ella y la violación simultánea y múltiple de sus dos hijas; finalizada la atroz sentencia, Boudica se retiró del campamento haciendo ver que su dignidad y la de su progenie se mantenía intacta, siempre con la cabeza alta y la mirada al frente. Dos días más tarde se elevó en armas con una coalición de todas las tribus del Este de Inglaterra (inclusive la de los trinovantes, con quienes compartía rencillas ancestrales); sus ataques contra las ciudades de Camulodunum (Colchester), Londinium (Londres) y Verulamium (St. Albans) fueron eficaces y devastadores: arrasaron cuanto vieron, crucificaron o ahorcaron a los soldados, y las mujeres y los niños fueron instados a marcharse o a unirse a la comitiva. Tácito nos cuenta con pelos y señales cómo ajustició a Cato Deciano bajo los mismos prolegómenos que había referido para ella y su prole, con la excepción de que barbarizó la acción de ella y justificó la de él (y luego los historiadores más conservadores se atreverán a alabar la «objetividad absoluta» de su cálamo…. en fin).
La diablesa de Imola
Repudiadas —6—
Esa misma negativa a la humillación fue la que guio a Caterina Sforza (estudiosa de tratados de medicina y botánica) frente a sus enemigos convirtiéndose en un ejemplo rotundo de desprecio a las virtudes cardinales desde que en 1484, embarazada de siete meses, hubiera cabalgado durante días para defender el Castillo de Sant’Angelo y sus derechos sobre Imola luego de la ascensión del papa Inocencio VIII. Para más, la imagen de la madre celestial que defendía los intereses de sus hijos se desdibujaba del trazo de la aguerrida Caterina, prueba de ello fue el asedio al castillo de Ravaldino y la captura de sus hijos; cuando los enemigos le gritaron que degollarían a los muchachos si no se rendía, Caterina se alzó la falda y gritó: «Hacedlo, tengo aquí el instrumento para hacer más». El auxilio de su tío Ludovico el Moro y el shock de semejante contestación facilitaron la victoria de Caterina, a quien se le reprochó constantemente su actitud poco adecuada para un progenitor (curiosamente nadie le dijo nada a Pedro el Grande cuando ahogó a su hijo Alexis con sus propias manos o a Felipe II cuando confinó a Carlos de Austria en sus aposentos precipitando su suicidio). El espíritu de Caterina no se amedrentó ni siquiera cuando Cesar Borgia la encerró en la bodega de la mansión de Luffo Numai (bajo cargo de intento de asesinato contra el Santo Padre, lo cual no deja de ser paradójico puesto que fue el papa Alejandro VI quien intentó matarla en primera instancia) y la sometió a violaciones diarias; en su lugar respondió insinuante, aferrándolo entre sus piernas, haciéndole ver que era ella quien lo utilizaba y humillaba. Se trataba al fin y al cabo, de no dejarse vencer ante la adversidad, de resistir y darle la vuelta a la tortilla.
La casquivana de la escultura
Repudiadas —7—
Y nadie supo tanto de darle la vuelta a la tortilla como Paulina Borghese, una mujer cuya libertad sexual le ofreció cientos de adjetivos consagrados a la vida lisonjera. Hermana de Napoleón Bonaparte, fue obligada a contraer matrimonio en dos ocasiones para refrenar los rumores sobre su ardiente libertinaje; por desgracia de que su segundo enlace (con Camilo Borghese, príncipe de Sulmona y Rossano) se vería marcado por un constante maltrato y abuso físico. Paulina no estaba dispuesta a dejarse quebrar y respondió alto y claro: encargó a Antonio Canova un auto-retrato escultórico a la manera de las Venus clásicas y aprovechando los fidedignos rumores sobre la impotencia sexual de su cónyuge hizo que se la entregaran como regalo en el medio de una celebración aristocrática acompañada por un enorme cartelón en el que todos los miembros de las altas esferas pudieron leer «Cuando puedas con ella, avísame a mí»; abochornado, Borghese no pudo más que aceptar las condiciones de Paulina para separarse, devolviéndole aquella libertad que nunca debieron haberle quitado. Curiosamente, tras la derrota de Napoleón y a pesar de las muchas veces que éste la había calificado como «la deshonra de la familia», Paulina fue la única que lo visitó en su destierro a Santa Elena y que incluso intercedió por él en Roma.
¿A quién llamaban La sanguijuela francesa? ¿Y La mala perra de Inglaterra y La zorra insurrecta? 7 #mujeres maltratadas y repudiadas por la #historia que defendieron su libertad e identidad. Tamara Iglesias. #DíaDeLaMujer2019. Share on X
Hoy he querido regalarte el cambio de paradigma de siete mujeres excepcionales que el discurso histórico más falocentrista quiso repudiar, de siete Venus empoderadas que no renunciaron a su auto-delectación y que defendieron su autonomía e identidad contra viento y marea. A cambio sólo te pido que comiences a dudar, que no te conformes con la línea de docilidad y erotismo que ha envuelto a nuestra figura durante siglos, que abras tu mente y no permitas que nos conviertan en la Eva y Lilith de un cuento que no pedimos protagonizar.
Te pido que rompas la pústula paternalista, que arranques el eczema machista y no permitas el constructo conservador de nuestra Historia; te pido, te ruego, te suplico que abogues por la justicia y aceptes nuestro anacrónico pasado, porque solo así podremos evitar el nocivo arquetipo de normalidad que convirtió a estas célebres figuras en repudiadas.
Arranca el eczema #machista y aboga por la justicia, solo así podremos evitar el nocivo arquetipo de normalidad que convirtió a estas célebres #mujeres en #repudiadas. Tamara Iglesias. #8M. Share on X
«Mujeres excepcionales: Las olvidadas»
Siete excepcionales mujeres repudiadas por la historia
Un artículo de Tamara Iglesias
Portada: David de la Torre
Estimado «Ciclista contra el sistema»,
Agradezco que se haya tomado el tiempo de leer mi artículo y comentar sobre él. Quisiera comenzar por explicarle que el trabajo de un historiador no es ni meramente parecido a establecer una opinión personal como usted apunta; nuestra labor se basa en la comprensión y transmisión contrastada de determinados hechos, personajes o momentos históricos a partir de datos y fuentes muy variadas. Y aunque le sorprenda, en la labor de un historiador no existe la posibilidad de crear o imaginar un mundo idílico y bucólico que persevere a través de nuestros condicionantes subjetivos u opiniones; de hecho ningún historiador mínimamente reputado teorizaría jamás sobre opiniones personales. En ese sentido, le invito a que comience leyendo, por ejemplo, los textos de Plutarco, Paléfato, Diodoro, Filóstrato, Amiano, Procopio, Lisias y Plinio el Viejo para que pueda establecer una comparativa entre las diferentes formas en que fue vista Cleopatra por aquellos que la conocieron y aquellos que únicamente supieron de la sombra de su fama. Si lo desea puedo también recomendarle lecturas sobre cada una de las mujeres cuya vida he desglosado en este artículo con el absoluto rigor que queda asociado a mi profesión como investigadora y divulgadora.
Es usted libre de mantenerse en su postura si lo desea, no por ello entraré en diatriba alguna porque considero innecesario denostar creencias ajenas para demostrar mi profesionalidad o mi razón, pero siento decirle que sobra discutir el hecho de que no, no hubo igualdad en la Historia y de que sí, es necesario que comience a establecerse esa igualdad en la divulgación histórica. De igual modo que considero que en los libros de texto de nuestros jóvenes deberían incluirse secciones específicas de Historia asiática, africana y latinoamericana (y no únicamente el eurocentrismo imperante), considero que es importante comenzar a dar visibilidad a grandes mujeres que fueron silenciadas por una historia que durante muchos siglos ha resultado machista y misógina. Y eso, señor mío, no es un conflicto hombre-mujer, es simple y llanamente un conflicto por el poder y la idiosis, el mismo que han sufrido (y sufren) tantísimos colectivos por razón de raza, género u orientación sexual.
Sin otro particular, le deseo buenas noches y que disfrute de las lecturas que encontrará en el excelente portal cultural que es MoonMagazine, puesto que estoy segura de que le ayudarán a extender el conocimiento de esa ciencia y disciplina que usted afablemente denomina «hobby».
Un cordial saludo,
Tamara Iglesias
Por otra parte, INSISTIR EN EL CONFLICTO ABSURDO HOMBRE-MUJER con la excusa del tan cacareado Día de la Mujer Trabajadora, celebración que no es otra cosa que una innecesaria loa a un victimismo femenino inexistente hoy en día, gracias a la labor de la CE de 1978 y a sus afortunadas leyes derivadas, si exceptuamos la Inconstitucional Ley de Violencia de Género; insistir con razones de tipo histórico para justificar una desigualdad o discriminación que AFORTUNADAMENTE HOY EN DÍA SE HA SUPERADO Y NO EXISTE, no deja de ser un espúreo y vano argumento en manos de determinados grupos de presión políticos, sociales y económicos (p.ej. el lobby lésbico político), cuya única finalidad es pretender mantener a la Sociedad en un estado de PERPETUO CONFLICTO, merced a la implementación de estrategias de geoingeniería sicológica y social de las que obtienen suculentos beneficios tanto de poder (votos) como económicos (subvenciones).
Ante esa realidad terrible, me posiciono meramente: ART. 14 de la CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978. Y punto. Y ya está bien de matraca chuminista, ¿eh? ¡IGUALDAD!
Si la igualdad significa parecerme a usted, no la quiero.
Está usted quedando muy bien, señor Ciclista.
Un aficionado que no ha estudiado la carrera de Historia se atreve a decirle a una historiadora que no tiene pruebas fehacientes de lo que realmente ocurrió, etc.
Muy valiente, le felicito.
La Directora de la Revista.
Con todo el valor del mundo.
Y la Historia me sigue encantando. A veces es incluso más divertida y apasionante que las novelas o las películas…luego está la VERDAD de lo que realmente sucedió y cómo sucedió. Ese conocimiento verdadero nunca estará a nuestro alcance, por desgracia…después ya tenemos todos los libros, glosas, comentarios, chismorreos, censuras, etc etc.
…un saludo.
Decía Voltaire que la ignorancia afirma o niega rotundamente. Pero claro, no lo podemos saber fehacientemente.
Hola, aquí un aficionado a la Historia. Es bien sabido que la Historia de los libros que estudiamos la han escrito siempre o la Potencia Vencedora de Guerras Execrables, o quién tiene más Poder Económico durante una determinada época (Imperios, Potencias otra vez, Naciones Extensas, o la Iglesia misma).
Eso que comentas sobre mujeres notables (me da igual que si fuera sobre hombres), no son sino tus APRECIACIONES PERSONALES o bien DEDUCCIONES EXTRAÍDAS DE LA CONSULTA DE ESOS MISMOS LIBROS O SUS FUENTES. Ni tú ni yo vivimos en ninguna de esas épocas, con lo que tenemos que aceptar que NO PODEMOS DEMOSTRAR CON PRUEBAS FEHACIENTES AL 100% qué tal cosa ocurrió o qué tal persona (hombre o mujer o hermafrodita) se comportó así o asá y fue buena o mala o regular para aquellas sociedades pretéritas. Todo son conjeturas, así que permíteme que dude de todos tus comentarios y respete pero a veces no comparta tus OPINIONES. Y nada, seguiré leyendo Historia, es un hobby que me encanta…