Hace ya unos días que acabé la lectura de Tarada, la primera novela de Carolina Sarmiento, pero me he dado tiempo para descubrir, o mejor dicho, para intentar formular con palabras, qué tiene esta novela corta que la hace especial o, dicho de otra forma, por qué recomendar Tarada en lugar de cualquiera de las docenas de novedades que salen cada semana. Cuando uno comienza a leerla, enseguida reconoce referencias. Está en la tradición de lo que se ha llamado siempre una road novel; en el mismo registro que En el camino de Kerouac hasta —salvando las distancias y nunca mejor dicho— El abuelo que saltó por la ventana y se largó de Jonas Jonasson. Hay cientos de ejemplos que consolidan el género, al igual que su equivalente cinematográfico: Thelma y Louise, París, Texas, etc.
A riesgo de equivocarme, he creído reconocer qué era eso que intuía pero que no acababa de ser capaz de nombrar: diría que existe un paralelismo (¿aparente o real?) entre la huída hacia delante de la protagonista de Tarada y la otra huída hacia adelante que ha sido el proceso de escritura de esta historia dejándose llevar en muchos momentos por la improvisación y por chispas de creatividad que brotan de forma inesperada aquí y allá y que dotan a la historia de una frescura que es muy de agradecer y una rareza al alcance de muy pocos; algo que se ve reforzado por la brevedad del conjunto y, sobre todo, de sus capítulos.
Ya habíamos leído, hace menos de un año, sus Animales urticantes; un recopilatorio de quince inquietantes relatos breves también editados —maravillosamente— por Pez de plata. Recordamos la sabiduría con la que los eligió y los combinó hasta conseguir que se complementasen entre ellos y desplegasen de forma velada y misteriosa un bestiario humano (muy bien traído el título de «Animales urticantes»), un catálogo de «rencores que despiertan de su letargo»; el veneno y la rabia causados por la frustración de unos personajes que «acorralados y amenazados se defienden de la vida».
Sus relatos hablan de la familia que no elegimos, de los planes que no funcionan como habíamos previsto, de pequeñas traiciones que desembocan en pequeñas venganzas, pero siempre hay algo de empatía que hace que comprendamos y perdonemos al traidor y al asesino. ¿Hay algo más universal y que nos hermane más que la rabia?
Tenían esos cuentos la elegancia del striptease bien hecho, el que no lo muestra todo sino que deja que la imaginación complete la historia.
Con mayor madurez, Tarada es heredera de esos relatos. Es una historia también contemporánea pero mucho más amable y que no tiene la amargura de los relatos anteriores; que sabe utilizar el humor como aderezo o como contrapunto a situaciones límites.
Con Tarada, Carolina Sarmiento reta a las teorías literarias. Se olvida —aparentemente— de cosas tan básicas como la estructura, el planteamiento, nudo y desenlace —que por supuesto existen de forma subyacente— y parece que se zambulle con los ojos cerrados en el proceso de escritura con un objetivo puramente lúdico, sin ningún mapa narrativo previo, o mejor dicho, imaginemos recorrer un país como Estados Unidos por la famosa Ruta 66, pero en lugar de con un navegador GPS o con un mapa de carreteras detallado, con el mapita esquematizado del país entero que encontraríamos impreso en una tarjeta postal. Quiero decir que hay algo en esta novela —en el proceso de escritura y también en la historia que cuenta— de «cojamos esta ruta a ver dónde me lleva» en lugar de «me dirijo a tal sitio, veamos qué carretera he de tomar».
Con #Tarada, @ca_sarmiento reta a las teorías literarias. Hay algo en esta novela —en el proceso de escritura y también en la historia que cuenta— de «cojamos esta ruta a ver dónde me lleva». @pezdeplata. #Reseña: @AntonioTocornal. Share on XSarmiento se permite —diría que se regala a sí misma «porque ella lo vale»— el derecho a acometer unas trasgresiones con una libertad exenta de tabús que, una vez más, nos reconducen a las características más reconocibles de la protagonista: una topógrafa metida a escritora de forma impostada que, movida por un éxito que la sobrepasa y por un clima ingrato —real y metafórico—, sale un día de su casa sin ningún destino fijo y se dedica a dejar que le sucedan cosas. Finalmente, es a través de despojarse de todo lo material, de sus relaciones, de su casa, cuando comienza a conseguir que esas cosas que le suceden merezcan la pena: la casete de música salsa que escucha en su viejo automóvil y que le bastan para alegrarle la vida, la amistades sinceras de un perro asesino y de una mujer que no habla su idioma, la complicidad, e incluso ciertos amores fugaces. Finalmente, regada por esa naturalidad, es la escritura sincera la que acaba por manifestarse y fluir en su cuaderno (de la protagonista y de la autora). Para ello, claro, hay que pagar cierto precio: hay una muerte, el encierro en un calabozo, el ingreso en un hospital… pero nada es gratis en la vida, n’est ce pas?
El primer capítulo de la segunda parte de #Tarada, apenas dos páginas y media, ya justificaría la lectura de este libro de @ca_sarmiento. @pezdeplata. #Reseña: @AntonioTocornal. Share on XHay que leer con atención, porque ocultas entre las páginas que cuentan cosas, hay algunos fragmentos magistrales que también cuentan cosas pero que además tocan algún punto sensible que dejan una impronta indeleble. (El primer capítulo de la segunda parte, apenas dos páginas y media, ya justificaría la lectura de este libro).
Creo que leyendo esta novela y permitiendo que fluya ese paralelismo entre el fondo y la forma, entre la aventura narrada y la aventura intuida en el acto de la narración, cabe hacerse las siguientes preguntas por este orden:
¿No es la trasgresión la actitud en la vida que más lejos nos puede conducir?
¿No es la trasgresión la actitud en la literatura que más lejos nos puede conducir?
Teniendo en cuenta las premisas anteriores, ¿no será la literatura una variante de la vida más que una forma de entenderla?
Carolina Sarmiento (Asturias, 1981) es periodista y autora del poemario IKIRU (vivir) (Gravitaciones, 2018) y del libro de cuentos Animales urticantes (Pez de plata, 2020). Coordinadora de talleres de escritura creativa y clubes de lectura, impulsó y dirigió la revista digital Creatividad Literaria, donde ha publicado más de un centenar de entrevistas a escritores. Ha trabajado también en radio, prensa escrita, departamentos de comunicación y archivos. Su licenciatura en Comunicación Audiovisual le llevó a colaborar con la Cinemateca Portuguesa. Actualmente es redactora de informativos de la Televisión del Principado de Asturias (TPA). Es jurado habitual en el Premio Internacional de Relato Corto «Leopoldo Alas Clarín». Tarada es su primera novela.
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