Quizá el mayor acierto estético de la versión en castellano de Tierra baja que estos días se representa en el Teatro de la Abadía, en Madrid, sea la falta total de artificio en la actuación de Lluís Homar, su único intérprete. El actor da vida a los cuatro personajes principales del texto de Àngel Guimerà (Santa Cruz de Tenerife, 1845 – Barcelona, 1924), pero no imposta las voces, no cambia de lugar en las réplicas, no adopta posturas excesivas para simular uno u otro personaje. Por el contrario, se vale de pequeñas inflexiones en la voz, de pequeños gestos y, desde luego, del contenido del texto declamado, para situar al espectador ante Nuri, Marta, Sebastià o Manelic.
La impresión es que Lluís Homar nos narra apaciblemente (hasta que se acaba la paz) un relato, mientras se deja poseer por esos cuatro personajes. Primero comprimió los doce originales en cuatro; luego los deglutió y dejó que lo poseyesen; ahora él los posee en la misma medida en que ellos lo poseen a él y él nos posee a nosotros.
Es cierto que sobre el escenario vemos el físico inconfundible de Lluís Homar. Pero entonces abre la boca y comprendemos que no es él (que ni siquiera es Sebastià o Manelic), sino que es Nuri, de la familia de los Perdigones, que viene a contarnos que ya ha acabado la faena, que no le importa que el trigo quede limpio o no quede limpio, pues va a ser para el amo (conque, ¿y qué más da?). Viene a contarnos el lugar en el que vive, donde puedes caminar dos días seguidos y aún estar en las tierras del amo, donde, si ves un conejo, no lo coges, pues es del amo (¡adiós, conejo…!), si ves una trucha por el río, la dejas donde está, pues es del amo… Esta ferocísima situación social es narrada con una sonrisa, pues Nuri y los demás gozan de la felicidad del siervo.
Y ya nos hemos olvidado de Lluís.
Tal vez hoy un montaje completo de Tierra baja —con sus doce personajes, sus decorados de interior de molino, su casa payesa, sus trajes regionales…—, resulte menos impresionante. No obstante, Terra Baixa es la obra de teatro en catalán más representada de todos los tiempos. Se ha montado en Broadway, se ha llevado al cine dos veces, se ha traducido a incontables idiomas, se estudia en el bachillerato en Cataluña y ha dado lugar a una ópera. Se estrenó primero en castellano, en 1896, en el Teatro Español, por María Guerrero, con traducción de José Echegaray; y en catalán al año siguiente en Tortosa y, posteriormente, en el Teatro Romea de Barcelona, con Enric Borràs en el papel de Manelic.
El riesgo personal de Lluís Homar, por tanto, es de agradecer: camina sobre la cuerda floja. El resultado es un ejercicio de contención poética que reclama la atención sobre las pequeñas cosas, los detalles, la sutileza… a partir de un drama a medio camino entre el romanticismo y el relato naturalista. En él se agitan grandes pasiones y, sobre todo, se plantea una situación de abuso de un terrateniente sobre los habitantes de sus tierras. La atención hacia lo pequeño, no obstante, está también en la sensibilidad poética de Àngel Guimerà.
Sebastià es el amo de todo. Recogió de la mendicidad a Marta cuando era niña y la puso a trabajar en el molino. Mantiene con ella una relación que en los siglos XIX y XX se juzgó amorosa. Hoy en día sabemos que se trata de un abuso (aunque esta valoración no resulte siempre tan clara). Pues bien, para poder librarse de las hipotecas y la ruina, el terrateniente Sebastià quiere desposar a una joven heredera. Como todo el mundo sabe lo de él con la molinera, concertará la boda de Marta con Manelic, un inocente pastor, también de su propiedad, que vive en lo alto de las montañas.
Este engaño es el motor de la trama. Pronto Manelic lo descubre y reniega de la tierra baja, que le parece llena de falsedad, en contraste con el lugar del que procede. Los acontecimientos se precipitan y Manelic podrá gritar al final: «¡He matado al lobo!».
El lobo, pues, posee a Manelic del mismo modo que las voces y los sentimientos de los doce personajes de Tierra baja poseen a Lluís Homar. Es muy probable que esta posesión sea de larga data. No ya de 2014, cuando Lluís Homar y Pau Miró montaron en catalán la versión unipersonal de Tierra baja; tampoco, tal vez, de 1990, cuando Homar dio vida a Manelic bajo la dirección de Fabià Puigserver para el Teatre Lliure; sino, quizá, desde que interpretara por primera vez a Manelic a los dieciséis años con el grupo de teatro de aficionados de Horta y decidiera dedicarse al teatro.
La adaptación del texto, de Pau Miró y Lluís Homar, es magnífica, pues se dirige inmediatamente al meollo de la cuestión, elimina tramas accesorias y entra de lleno en el alma de los personajes. La presentación unipersonal, además, tiene la virtud de superar la dicotomía implícita en la obra: tierra baja frente a tierra alta, maldad frente a bondad, de manera que ambas cualidades están ahora reunidas en un solo intérprete.
Lluís Homar interpreta (¡y cómo!) todos los personajes en el drama de Àngel Guimerà, Tierra baja. Dirige Pau Miró, @teatroabadia. Reseña @avazqvaz Share on XDe momento, Lluís Homar volverá a liberar todas esas voces durante este fin de semana de octubre (sábado 6 en doble sesión y domingo 7). Luego se tomará un respiro y, estamos seguros, saldrá con Tierra baja de gira por diversas ciudades de España.
Si Nuri, Marta, Sebastià y Manelic se acercan a su ciudad, no duden en acudir a su llamada. Me van a agradecer el consejo.
Tierra baja (Terra baixa)
Autor: Àngel Guimerà
Adaptación: Pau Miró y Lluís Homar
Idea original e intérprete: Lluís Homar
Dirección: Pau Miró
Música y voz: Silvia Pérez Cruz
Adjunto de dirección: Oscar Valsecchi
Asesor de dramaturgia: Xavier Albertí
Diseño de luces: Xavier Albertí y David Bofarull
Diseño de sonido: Damien Bazin y Lucas Ariel Vallejos
Composición musical y voz: Sílvia Pérez Cruz
Caracterización: Eva Fernández
Ayudante de escenografía y vestuario: José Novoa
Construcción de escenografía: Taller d’Escenografia Jordi Castells, Pascualin estruc-tures y Escenografies Moià
Confección de vestuario: Alba Viader
Jefe técnico y maquinaria: Mateu Vallhonesta
Regidora y sastre: Lola Davó
Maquinaria: Gerard Vallhonesta
Técnico de luces: David Bofarull / Bernat Jansà
Producción ejecutiva: Lola Davó
Dirección de producción: Josep Domènech / Bitò
Coproducción: Temporada Alta y Lluís Homar
Con la colaboración de: Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya, Ajuntament de Girona y Diputació de Girona
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