Todo saldrá bien

Año: 2015

Dirección y guion: Jesús Ponce

Música original: Juan Cantón

Dirección de fotografía: David Barrio Calderón

Reparto: Isabel Ampudia, Mercedes Hoyos, Víctor Clavijo, Darío Paso, Juan Carlos Sánchez

País: España

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Tráiler

En las entregas anteriores que hemos publicado sobre feminismo y condición de la mujer en el cine español actual, hemos revisado cómo han sido tratado estos temas por el cine internacional, hemos visto la evolución que el cine español ha experimentado en relación a esta cuestión, pasando, durante muchos años, de mantener una postura cercana al cine de Hollywood, muy cauta y comedida, hasta que, en los últimos años, sobre todo con la irrupción de un importante número de realizadoras en el panorama cinematográfico hispano, el tema ha sido abordado directamente y sin complejos, con nuestra entrevista a Ana Fernández reconocimos el impacto que tuvo Solas en el tratamiento del mundo femenino dentro de nuestro cine, con nuestras entrevistas a Roser Aguilar y Laia Marull hablamos del estreno de Brava y de cómo reacciona una mujer ante una agresión sexual y, finalmente, con nuestra entrevista al equipo de El cielo en el infierno (Heaven in Hell) abordamos el debate de si cabe hablar de una sola visión del feminismo o si hay varios feminismos posibles.

Hoy, vamos a hablar de la película Todo saldrá bien (2016) dirigida por Jesús Ponce e interpretada por Isabel Ampudia y Mercedes Hoyos. Isabel Ampudia interpreta a una mujer (Isabel) que abandonó su pueblo para labrarse una carrera profesional en la ciudad pero que, debido a la grave enfermedad de su madre, ha de volver a su casa familiar donde se reencontrará con su hermana (Mercedes, interpretada por Mercedes Hoyos), que optó por no marcharse del lugar en el que había nacido. A partir de esta premisa, la película plantea varias cuestiones de interés que vamos a abordar en la entrevista al director y a sus dos protagonistas: la mentalidad colectiva por la que se impone que sea la mujer la que ha de sobrellevar la carga de los familiares enfermos, el estigma que, inconscientemente, hacemos recaer sobre las mujeres que han apostado contra viento y marea por su propio desarrollo profesional o la situación de muchas mujeres cuya vida se ha desarrollado en un único marco social y cultural y del que nunca han llegado a salir… Aparte de estos temas, es muy interesante conocer la génesis del proyecto y las dificultades que ha encontrado para su realización porque ello muestra la situación actual de nuestra industrial y la compleja problemática que le afecta. Muchas cuestiones de enjundia que han dado para una conversación rica y apasionante.

#TodoSaldráBien. #Entrevista: @merhoyos, Isabel Ampudia y @jesusponce1971. @jmcruzbar Share on X
Isabel Ampudia en Todo saldrá bien

Isabel Ampudia en Todo saldrá bien

Trayectoria profesional de nuestros tres invitados 

Antes de dirigir Todo saldrá bien, Jesús Ponce realizó los largometrajes 15 días contigo (2005), Skizo (2006) y Déjate caer (2007). En los años 2007-2009, dirigió episodios de dos populares series de televisión: Padre Medina, emitida por Canal Sur TV, y Pelotas, emitida por TVE. Sus últimos trabajos, aparte de la película que comentamos en este artículo, han sido la TV-movie Diamantino (2016), biopic del sacerdote Diamantino García (1943-1995), que llegó a ser uno de los líderes más importantes de los jornaleros andaluces, y El precio del éxito (2017), sobre la vida del boxeador José Manuel Ibar «Urtain» y que sigue un formato poco usual en España, el del movie documentary, el cual mezcla imágenes documentales con secuencias ficcionalizadas.

Isabel Ampudia ha participado en numerosísimas series de televisión desde los años 90 hasta la actualidad (Turno de oficio: Diez años después, Todos los hombres sois iguales, Querido maestro, Médico de familia, Compañeros, Robles, investigador, El comisario, Hospital Central, Motivos personales, La ira, Un burka por amor, La pecera de Eva, Sin identidad, El ministerio del tiempo) e, igualmente, tiene un interesantísimo historial cinematográfico a sus espaldas, habiendo estado bajo las órdenes de algunos de los más importantes directores de este país: Taxi (1996) de Carlos Saura, Three Businessmen (1998) de Álex Cox, Los sin nombre (1999) de Jaume Balagueró, La espalda de Dios (2001) de Pablo Llorca, Condenado à Liberdade (2001) de Emiliano Ribeiro, Los novios búlgaros (2003) de Eloy de la Iglesia, Mujeres en el parque (2006) de Felipe Vega, El ciclo Dreyer (2006) de Álvaro del Amo y El idioma imposible (2010) de Rodrigo Rodero. Con Jesús Ponce, ha colaborado en 15 días contigo, Déjate caer, Todo saldrá bien y en la tv-movie Diamantino.

En la carrera de Isabel Ampudia, hay una impactante secuencia, en Taxi de Carlos Saura, que pueden ver en este vídeo, entre los minutos 5:50 y 7:50.

Lo confieso. No he podido resistir la tentación de preguntarle a Isabel sobre este estremecedor momento.

MOON MAGAZINE: Querría preguntarte por tu participación en Taxi de Carlos Saura porque, ahí, tienes una participación esencial en una secuencia que es la icónica de la película y, creo, una de las más impactantes en toda la historia del cine español. En el momento culminante de esa estremecedora escena, ¿dónde terminó tu trabajo y dónde empezó el trabajo del extra?

ISABEL AMPUDIA: Esa escena se rodó en tres estados. Yo, en la parte de arriba, muy asomada, tenía un arnés como medida de seguridad. Después, un extra se caía a una plataforma que estaba en mitad del Viaducto y, finalmente, un muñeco era lo que caía y se realizaba la toma desde abajo. Pero en las dos tomas de arriba del Viaducto, una era yo pero llevaba arnés porque estaba muy, muy asomada, porque, en aquel momento, el Viaducto de Madrid no tenía cristales. Luego, han puesto cristales para que la gente no haga cosas que no debe… Fue toda una noche de rodaje. Fue complicado porque había mucha maquinaria y mucha iluminación. Vittorio Storaro es un director de fotografía que le gusta iluminar de una forma muy personal… Entonces, fue un rodaje muy complejo técnicamente pero, también, muy satisfactorio porque fue fácil…

(Y, sobre todo, además de los elementos técnicos, queda para la historia de nuestro cine la expresión de terror en el rostro de Isabel Ampudia cuando es consciente de lo que va a suceder: una imagen que queda grabada a sangre y fuego en la memoria de cualquier cinéfilo.)

MM: Queda como muestra la dificultad que existe para afrontar una escena que, creemos, se resuelve meramente con incluir un extra. Y no es así, no es tan simple.

I. A.: No, qué va… Mira, yo recuerdo que quien se tiró a la plataforma fue una chica y lo primero que hizo al subir de la plataforma fue llamar a su mamá para decirle que estaba bien. O sea, que ellos también lo pasan mal aunque están superprotegidos. Pero es un riesgo de trabajo, claro.

Mercedes Hoyos empezó su carrera como presentadora en la delegación de Andalucía de TVE. Su primera aparición como actriz fue en la serie Juncal , dirigida por Jaime de Armiñán y protagonizada por Francisco Rabal. Aparte de sus trabajos en numerosas series de televisión (Las chicas de hoy en día, Plaza Alta, Mediterráneo, El comisario, Maitena: Estados alterados, Rocío, casi madre, Hospital Central, El pacto, La pecera de Eva, Águila roja, Sin identidad), ha participado en los largometrajes Yo soy la Juani (2006) de Bigas Luna, Lola, la película (2007) de Miguel Hermoso, El corazón de la tierra (2007) de Antonio Cuadri, Dos rivales casi iguales (2007) y Mami Blue (2010) de Miguel Ángel Calvo Buttini y Techo y comida (2015) de Juan Miguel del Castillo. También las hemos podido ver en las tv-movies Calles de fuego (2006) de Ismael Morillo, El estafador (2007) de Ricard Figueras, Ciudadano Villanueva (2012) de Francisco Javier Gómez Pinteño, La soledad del triunfo (2012) de Álvaro de Armiñán y La española inglesa (2015) de Marco A. Castillo. Actualmente, la podemos ver en la serie Cuéntame en TVE, donde interpreta el personaje de la madre de Karina, en la serie Perdóname, Señor en Tele5, protagonizada por Paz Vega y, recientemente, ha terminado el rodaje del film Segunda oportunidad, dirigido por Álvaro de Armiñán. Con Jesús Ponce, al igual que Isabel Ampudia, ha colaborado en 15 días contigo, Déjate caer, Todo saldrá bien y en la tv-movie Diamantino.

Una vez presentados nuestros tres invitados, podemos entrar ya en materia.

Entrevista

MM: ¿Cómo surge la idea de hacer Todo saldrá bien?

JESÚS PONCE: Este proyecto iba a ser mi segunda película. Durante el rodaje de Quince días contigo, yo estaba, aunque disfrutando de estar haciendo mi primera película para cine después de toda una vida en televisión haciendo películas de cierta factura industrial, como digo, estaba bastante encabezonado con la idea, que ya había aplicado en mis cortometrajes y en mis pequeños proyectos personales, de hacer algo más artesano. Yo tenía muchas ganas de hacer una película adaptada a su tamaño, como pudo hacer, salvando las distancias, porque no me voy a comparar ni mucho menos, José Luis Borau con Furtivos  o Roman Polanski con Repulsión: con pocos elementos, componer un puzle con ellos. En aquel momento, esto fue en el 2004, se estaba hablando de la problemática de las pagas de 400 euros, de la ayuda domiciliaria, y todo este tipo de cosas, que si las iban a quitar, todos teníamos a alguien que decía que si las quitaban qué hago yo porque había dejado de trabajar por la paga de 400 euros… Y me resultaba tan dramático pensar que había gente que hubiera tenido que elegir entre desarrollarse profesionalmente o no para cuidar de sus mayores, algo tan humano como eso, para darle unos últimos pocos días dignos y que, por algo tan ridículo como 400 euros se estuviera tambaleando el mundo… Este guion lo empecé a escribir en las contrapáginas del guion de 15 días contigo porque yo no suelo hacer escaletas, empiezo a escribir en la página uno y termino cuando escribo fin… Cuando terminamos el rodaje, y la película no se había empezado aún a montar, Isabel ya se llevó una primera versión del guion que es la que, al final, hemos rodado. Solo ha cambiado que entonces no había smartphones y no había TDT, que sí aparecen en la película pero, por lo demás, el guion está intacto. Lo que sí incluimos es el desarrollo que ha tenido el país, pero muy por encima, pues bueno se muestra cómo se ha ido desmantelado este país básicamente, se ve al principio que hay manifestaciones, huelgas, lo que se ve en televisión… Pero, por todo lo demás, el guion no cambió desde entonces.

MM: ¿Ayudó a que pudiera hacerse Todo saldrá bien el éxito de la serie televisiva Pelotas de la que tú dirigiste varios episodios?

J.  P.: Para nada. Esta película la he intentado levantar y se ha caído muchas veces. En esos doce años, intenté que Todo saldrá bien fuera mi segunda película y no lo conseguí. Esta película pasó por siete productoras y todas la abandonaron. Todo saldrá bien tenía un problema y es que tenía un presupuesto demasiado bajo en un momento en que sí se podía hacer el cine a nivel industrial. Entonces preferían hacer películas más estándar. Conmigo mismo, por ejemplo, con Skizo y Déjate caer. Skizo fue una película de encargo que yo no la pedí sino que me la ofrecieron mientras preparaba otra y yo me dije: «Pues, mira qué bien. Hacer una película grande sin presión de guion propio ni nada». Era un momento en que las productoras no querían hacer películas tan pequeñas. Existía el cine de clase media, que ahora no existe, y Todo saldrá bien habría sido, no sé cómo llamarlo, una película de «clase baja», ¿no? En todos estos años, pues un par de días nos fuimos al campo e hicimos un teaser de unos diez minutos para intentar venderla, que fue al final con el que la vendimos… Cuando hicimos ese teaser, todo el equipo estaba entusiasmado y decían: «Si hemos hecho diez minutos, ¿por qué no la hacemos ya entera?». Pero yo tenía la obsesión (creo que ahí hice bien, me he podido haber equivocado en otras muchas cosas) de hacer una película con factura legal, es decir, que todo el mundo que interviniera estuviera contratado y bajo convenio. Y, sobre todo, hacer una película sin ayudas públicas. Porque lo que no quería era hacer una película sobre el problema de la dependencia domiciliaria y sobre lo mal que el bipartidismo ha tratado a la cultura y a la tercera edad y hacerlo con ayudas públicas o en forma de cooperativa o sin pagarle a la gente o nada que me pudieran recriminar. Hasta que no tuvimos cerrada una venta para televisión, que fue con Canal Sur, que se comprometió a pagar los derechos de emisión, pues fue cuando dijimos: «Con este dinero, que es el que tenemos, que no es mucho menos de lo que costaría una producción normal, ¿cuántas personas podemos contratar de forma legal?». Y con ese dinero, y con ese número de personas a las que podíamos llegar bajo convenio, hicimos la película. A mí me hubiera gustado tener el triple de equipo pero, si no hay director de arte, tendremos que elegir una localización que sirva sin tener que atrezzarla. Si no hay un gran equipo de luces, iremos con menos y solo va un director de fotografía… El equipo, incluyendo ellas dos, era de once personas. Luego, están las intervenciones puntuales de Víctor Clavijo, Darío Paso y Juan Carlos Sánchez, que se pasaron un día y cobraron su sesión… Pero el equipo estable era once personas, encerradas en una única localización, nosotros nos hacíamos de comer, nosotros compartíamos los pisos y todo…

He intentado levantar esta película y se ha caído muchas veces. @jesusponce1971. @jmcruzbar Share on X

MM: El régimen espartano que hay que seguir muchas veces para hacer cine actualmente, ¿no?

J. P.: Ahí quería ir yo. Régimen espartano pero legal: o sea, todo el mundo bajo convenio, nada de cooperativa, nada de capitalizar el sueldo… Porque yo entiendo que alguien que tenga mucha motivación para hacer su primera película pues diga que la hace con sus amigos, se capitalizan sueldos y, si no obtiene distribución porque no tiene una factura muy allá, pues diga que hace otra igual porque, como ha habido otro que sí ha tenido éxito, vamos a volver a intentarlo… Pero eso es una trampa contra nosotros mismos. Yo entiendo que alguien que nunca haya hecho una película legalmente lo haga, lo entiendo y lo justifico pero es una trampa porque luego llega el día de los Goyas y llega el señor ministro y dice: «Pues este año, a pesar de la crisis, ha sido un gran año para el cine español porque se han hecho ochenta películas más que el año pasado». Pero ochenta películas, ¿cómo? Ochenta películas que han rodado ochenta chavales con una Canon, que también contabilizan. Y ochenta películas que no se han estrenado, que no se han distribuido, que no se han visto, en las que nadie ha cobrado… Entonces, eso es una cosa que, para mí, que Todo saldrá bien iba a ser mi cuarta o quinta película como director y mi octava como guionista, y ya empezaba a estar en el dique seco, hacerla, digamos en modo no legal, era una opción muy tentadora ya que tenía un equipo volcado y dispuesto a trabajar gratis. Pero no era lo que quería y, por eso, he tardado doce años en rodar esta película. No por otra cosa.

MM: Y así, al menos, se crea industria. Más o menos fuerte, pero industria…

J. P.: Y, así, es que puedes estrenar. Si no haces una película de forma legal, no puedes estrenar. Y, sobre todo, que la gente tiene que cobrar. Sí, en el rodaje todos somos muy amigos, todos somos una familia, fue como ser jovencitos e irnos de camping otra vez pero fue durísimo. Rodamos a tres grados bajo cero y, por mucha vocación que tengamos, íbamos a trabajar. Si había que trabajar a las seis de la mañana, pues a las seis de la mañana había once personas levantadas preparadas para ir a rodar. Eso no lo puedes hacer gratis. Eso lo puedes hacer gratis cuanto tienes veinte años y estás en la Facultad. Pero cuando tienes cuarenta y cinco años y es tu quinta película, pues no. A lo mejor, las actrices lo hacen de buen grado porque son protagonistas y a ellas les va bien… Pero ¿y un eléctrico?, que tiene que ponerse a descargar camiones… Es que hay que entender que esto es una profesión. Pues por todo ello se ha tardado doce años en hacer esta película. Y es un milagro que se haya hecho y que se haya estrenado.

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MERCEDES HOYOS: Es muy difícil hacer cine en nuestro país. Cada vez más. Porque no hay opción para películas medianas. Ahora ya, o haces una superproducción o tienes que hacer una película enana, pequeñita, con muy poquito dinero, con muy pocos medios porque el cine de clase media parece imposible de hacer. O las grandes compañías, que suelen ser televisiones o plataformas de pago, apuestan por determinados proyectos donde vuelcan todos los medios, o te tienes que buscar la vida por tu cuenta y es muy complicado. Es imposible hacer una película de medio formato, como normalmente se hacían las películas del cine español. Ahora, hacemos minipelículas, muy intimistas, muy pequeñas, con pocos personajes, con pocos escenarios, con pocas localizaciones para que puedan salir a la luz. Es una lástima y es un auténtico drama. Hace algún tiempo, leí un artículo en El País donde se hablaba de que el cine español había desaparecido en el Festival de Cannes. Esto es una auténtica vergüenza. Además, en las superproducciones, en cuanto al mundo actoral, siempre van a trabajar los grandes nombres. Es distinto para los técnicos porque, aunque puedan ser coproducciones, siempre dan mucho trabajo a la parte técnica dentro de lo que cabe. Pero en el tema de los actores es mucho más complejo. Porque quieren grandes nombres y, entonces, el trabajo se reparte entre esos grandes nombres, que son actores maravillosos, porque en España tenemos un nivel actoral a nivel de Hollywood, yo estoy plenamente convencida, pero sí es verdad que en el medio actoral, según el último informe de AISGE, hay un 8% de actores que viven de su trabajo. El 92% restante, no lo hace y tiene que compaginar su profesión con otros trabajos o, directamente, no trabajar. Hay un cincuenta y tantos por ciento de paro en esta profesión. Es decir, los actores lo tenemos muy complicado. Yo no me puedo quejar pero sí entiendo la situación de mis compañeros. Muchas veces, yo misma tengo que hacer papeles muy pequeñitos en determinados proyectos como series de televisión. No somos desconocidos pero nuestros nombres tampoco aparecen en luces de neón… Y, al desaparecer las películas de clase media, ello hace que muchos lo tengamos muy difícil.

En España, los actores lo tenemos muy complicado. @merhoyos. #Entrevista @jmcruzbar Share on X
Todo saldrá bien

Isabel Ampudia y Mercedes Hoyos en Todo saldrá bien

MM: Me gustaría preguntarle a las actrices cómo llegaron al proyecto pero está claro que el hecho de que ambas hayáis trabajado previamente con Jesús Ponce (ambas en 15 días contigo y Déjate caer) tuvo un peso fundamental…

I. A.: Como ha dicho Jesús, el guion lo escribió mientras estábamos rodando 15 días contigo y yo estuve en el proyecto casi desde el principio. Pero, a veces, una duda de si se llegaría a hacer patente o no porque son doce años, ¿no? Se dice pronto…

M. H.: Mi primer trabajo con Jesús Ponce (15 días contigo) fue mi iniciación en el cine, algo que debo agradecerle, que me diera la oportunidad, porque es muy difícil entrar en el mundo del cine… Es difícil hasta hacer un casting. Yo no conseguía ni tan siquiera hacer un casting para poder trabajar en algunas de las películas que se hacían en Andalucía. Nunca había conseguido acceder a una prueba. Estaba resignada pero me empeñé, me apetecía mucho, lo intenté, lo intenté, fui un poco insistente y conseguí que Jesús me viera para el personaje. En un principio, Jesús había pensado que fuera alguien mayor pero, después, al parecer, cuando me vio, pensó que podía estar bien que la amiga de la protagonista fuese de su edad y no una persona mayor, que podría darle juego. Le gustó la prueba y me dio el personaje en 15 días contigo, la primera película que hizo Jesús que, desde entonces, ha contado conmigo para casi todos sus proyectos, salvo los encargos, que los repartos no dependían tanto de lo que él decida. Pero en sus proyectos, hay una serie de actores que, casi siempre coincidimos. Se parece en eso a Bergman. Él es un incondicional de Bergman y yo creo que, en ese sentido, pues está en la línea de contar con los mismos actores para encuadrarlos en distintos personajes, en distintos roles… Lo cual yo le agradezco muchísimo, claro. Como ha dicho Jesús, mientras estábamos rodando 15 días contigo, me pasó un guion en el que los personajes eran un hombre y una mujer, lo leí y yo le dije que me encantaba pero que yo veía que lo normal era que el personaje que se queda con la madre no fuera un hombre. Lo pensó, me dio la razón y me propuso que yo hiciera ese personaje porque me veía muy bien en él y yo, pues encantada porque no me esperaba que me lo fuera a proponer a mí.  A partir de ahí, me incorporé no solamente a ser la actriz sino también a mover el guion en la medida de mis posibilidades, que no son muchas. Hice lo que pude hacer, pero, al final, también ayudó en algo a que yo empujara el guion… Al final, hemos conseguido sacarlo adelante.

MM: Hay tres aspectos de la trama de Todo saldrá bien de los que me gustaría hablar. El primero es que la problemática que atraviesan los personajes de Isabel y Mercedes está muy relacionada con el hecho de que son mujeres. Es decir, si Isabel no fuera mujer, nadie le reprocharía que estuviera en el trabajo y no en su casa cuidando a su madre. En el caso de Mercedes, más o menos igual, es decir, posiblemente no tendría la obligación de estar ahí. Estas dos personas están atadas a una condición que es la que conduce a las tensiones que vemos en la película.

J. P.: Efectivamente. De hecho, como ha contado Mercedes, una de las cosas que nos planteamos fue: «Si uno de los dos hermanos hubiera sido hombre y el otro mujer, ¿quién se hubiera quedado en casa cuidando a su madre». Y la respuesta fue unánime: «La mujer». Si el personaje de Isabel o el de Mercedes hubiera sido hombre, siempre tuvimos claro que hubiera sido la mujer quien se hubiera quedado. Es un peso que siempre cae sobre la mujer.

I. A.: Está asumido socialmente, sobre todo en España (en otros países, no está tan claro), que es la mujer la que se debe hacer cargo de los padres. Algunas veces que hemos presentado la película, suelen ser mujeres las que se sienten identificadas con el personaje de Mercedes o con el mío, da igual… Pero es que, culturalmente, se asume que es la mujer la que debe cuidar de los padres. Si Isabel no hubiera sido una mujer, yo creo que no hubiera habido tanto conflicto por el hecho de que se fuera. Asumimos, no sé por qué, que es la mujer la que debe asumir o hacerse cargo de la dependencia. Eso está bien visto y está bien sacar a la luz que no tiene por qué ser así.

Isabel Ampudia: Asumimos, no sé por qué, que es la mujer la que debe asumir la #dependencia Share on X

M. H.: Si fuera hombre, a lo mejor el personaje de Isabel sí recibiría el reproche pero no sería tan profundo. Es lo que aclaro. Porque, evidentemente, quienes se ocupan de los niños y de los ancianos en esta sociedad son las mujeres. Es el papel que tenemos asignado y, salvo excepciones honrosísimas, que yo aprecio y todo el mundo aprecia, la realidad es que quien se ocupa de los niños, en general, es la mujer y quien se ocupa de los ancianos es, en general, la mujer. Y no me refiero ya al tema económico que, en muchos casos, también. Me refiero, sobre todo, al tema logístico. Es decir, la carga de intendencia, la carga de organización, la carga de gestión y la carga de llevar el peso psicológico que eso produce es siempre para la mujer. Es verdad que hay muchos hombres que cuidan de sus hijos y cuidan de sus padres pero, en la inmensa mayoría de las ocasiones, son las mujeres quienes se encargan. Es así. Y en el medio rural, que es de lo que nosotros hablamos en la película, es algo prácticamente asumido. Y es algo muy difícil de solucionar. Vamos, ya Federico García Lorca escribió La casa de Bernarda Alba, en la que Bernarda Alba le dice a sus hijas «la pequeña se queda conmigo porque me tiene que cuidar a mí. Esa no se casa». Es decir, que ya entonces, que era en los años 20, no estamos hablando de hace 6 siglos, en el medio rural las hijas tenían que casarse con quienes les decían, no con quien ellas desearan, y la pequeña no se puede casar porque tenía que quedarse en casa para cuidar de su madre. Eso estaba establecido así. Ahora, no está establecido de esa manera pero sí que se da por hecho que, cuando los padres son mayores, son las hijas las que los cuidan. En el medio rural, desde luego. En el medio urbano, pues que también eso está cantado…

Todo saldrá bien

Mercedes Hoyos en Todo saldrá bien

MM: Otro aspecto de la trama que me resulta de interés es el viaje interior que realizan ambas protagonistas, que se origina a partir de la dialéctica que surge entre ambas, y que da lugar a un proceso de transformación de los dos personajes.

J. P.: Hay un arco de transformación que es bastante difícil, sobre todo en el caso de Mercedes (y ello, sin desmerecer el trabajo de Isabel). Yo digo siempre que el noventa por ciento de la película lo han hecho las dos actrices. Hay un arco de desarrollo por el que ambas sufren una transformación por la cual una se acerca a la otra. Es muy complicado porque es un proceso muy lento y, lógicamente, nosotros no rodamos en orden cronológico. Entonces, eso es algo en lo que yo confié mucho en ellas dos. Es algo que ya me hicieron en 15 días contigo y lo hicieron muy, muy, muy bien y llevan un control perfecto del raccord emocional.

I. A.: En el proceso, se van viendo los costurones de ambos personajes. A medida que, de alguna manera, aflora la infancia y la relación un poco más cálida entre ellas, se empieza a ver que no es lo que parece y que todas las personas tenemos muchos aspectos. Eso es lo rico del guion.

M. H. Hay que tener en cuenta que hay muchos sentimientos encontrados. Se da todo. Nada es blanco ni es negro. Como somos las personas. Nada es del todo. Hay tonos grises y hay tonos intermedios de todo tipo. Hay un rencor profundo por parte de, sobre todo, de la hermana que se queda, evidentemente, porque se ve sola, con toda la carga que eso conlleva y la hermana cree que es suficiente con enviarle dinero. Pero no se trata sólo de eso. Se trata de aguantar la presión que supone tener una persona enferma diariamente, constantemente, lavarla, cambiarla, estar pendiente de ella, no poder hacer ninguna otra cosa, no poder salir a la calle por mucho tiempo dejándola sola… Eso supone estar continuamente en tensión, todas las horas de tu vida. Pasar malas noches, no es sólo decir que yo estoy trabajando dinero, que también es importante, pero que no es sólo eso. No hay color entre un esfuerzo y otro. Ese rencor está, por supuesto: ¿por qué todo me toca a mí? Pero también es verdad que existe un amor profundo hacia su hermana. Existe una infancia compartida, han compartido millones de cosas que nunca se van a borrar y que son estupendas y que han marcado su personalidad. Existe esa comprensión hacia lo mal que puede estar pasándolo en su trabajo y fuera del trabajo. Hay comprensión porque hay amor. Y hay esos sentimientos enfrentados de amor y odio que son los que revuelven al personaje porque saltan constantemente unos y otros y es difícil soportar una presión tan tremenda.

MM: Al principio de la película, parece que es el personaje de Isabel es el más fuerte de los dos pero, al final, dudamos. No sé si es Mercedes quien realmente representa la fortaleza en el dúo protagonista… Creo que Isabel, poco a poco, va mostrando sus debilidades. Es decir que, al final, dudo…

J. P.: Dudas. Es que, mira, yo, eso, ni tan siquiera te lo podría contestar. Porque no lo sé. Pero sí sé lo que me dices. ¿Cuál es más fuerte de las dos? A las dos, por obligación, la vida les ha obligado a ser fuertes. En el caso de Isabel, por ejemplo, para abandonarlo todo… Pero a mí, lo que me interesa en el fondo es que haya una identificación con los personajes. Todos conocemos a una Isabel y a una Mercedes o, me temo, en un futuro próximo, conforme nuestros padres se vayan haciendo mayores, todos vamos a ser una de ellas dos. Es algo que, en cierto modo, es lo que queríamos contar.

I. A.: Tengo que decir que, después de hacerlo, sí que entiendo más al personaje. Una vez que la haces es cuando la entiendes… Realmente, el personaje de Isabel, aparte de mi físico, no tiene mucho que ver conmigo ni con mi realidad vital. Tengo hijos, tengo otro tipo de realidad al que tiene el personaje. A mí, fue una mujer que me costó mucho entenderla y la entendí a través del miedo. Porque yo no entendía a alguien que es incapaz de tocar a su madre, que teme tanto la pérdida… Y al fin y al cabo, todo ello es que le produce miedo y dolor y lo que le sucede es que no sabe cómo enfrentarse a ese dolor de perder a su madre. Porque, precisamente, por eso, se fue. Se marchó del pueblo para no tener que afrontar el dolor de vivir en el pueblo y de estar con una familia con la que no quiere estar. Y busca otra cosa que tampoco ha conseguido. En el fondo, es una mujer que ha fracasado porque malvive en la ciudad. Entonces, yo la comprendí desde el miedo y la falta de arrojo que produce la pérdida. Cuando pensé en términos de que esta mujer pensaba que no podía decir adiós a su madre porque, si lo decía, su madre se iba a morir es cuando la comprendí y las cosas empezaron a crecer: cómo era esta mujer, cuáles eran sus miedos, por qué no se enfrenta a lo que se tiene que enfrentar, por qué lleva una coraza permanente, por qué se lleva tan mal con su hermana (porque es una relación muy ambivalente)… Y la entendí desde la carencia, desde lo que no tiene y nunca va a tener.

M. H.: A mí me parece que, desde el principio, el personaje de Mercedes es más fuerte que el personaje de Isabel. Para empezar, con cargar con todo lo que hemos contado, ya es más fuerte. Es mucho más fácil irte a Madrid, aunque se sabe que es una putada trabajar en un sitio pequeño, pero trabajas ocho horas y luego te marchas y haces una vida. Es muchísimo más difícil quedarte en una casa y soportar todo el peso que conlleva atender a la casa y a una persona que está muy enferma e impedida. Luego, hay, sin embargo, una debilidad extrema y es que el personaje de Mercedes está sometido al personaje de Isabel desde que eran pequeñas. Isabel siempre manipuló, manejó a Mercedes. Mercedes siempre hizo lo que dijo su hermana, supongo que por una necesidad de aceptación, por una falta de autoestima grande por diversas causas que ocurrieron durante la infancia. Y se ve que Isabel cuando se impone (ocurre en un par de ocasiones), Mercedes se viene abajo y es una niña pequeña y vuelve a su infancia. En esas ocasiones, Isabel se impone, la maltrata y ella se deja maltratar. Hay una escena en que Isabel la coge y le dice «friégalo, recógelo» y le arrastra la cara por el suelo. Luego ella se lo echa en la cara pero se lo perdona porque Mercedes es una mujer maltratada.  Por eso, soporta todo lo que soporta de la forma en que lo soporta. Es una mujer sin ningún ápice de futuro, sin ninguna ilusión, sin nada a lo que aferrarse. No tiene nada absolutamente. Isabel tiene su trabajo en Madrid, con la gente que conozca y lo que pueda hacer allí. Mercedes tiene a su madre y está esperando que muera. Y, de hecho, desea inconscientemente que ello suceda para ver cómo deja de sufrir (algo que es muy doloroso) y para dejar de sufrir ella misma porque está al límite de sus fuerzas. ¿Quién es más fuerte de los dos? En un sentido, es Mercedes por la carga que soporta. En otro sentido, es Isabel porque, en realidad, Isabel domina a Mercedes desde el principio y la manipula muchísimo desde diferentes fórmulas, hasta cuándo se hace la débil, porque lo hace, inconscientemente, para que sea su hermana la que lo haga todo.

Todo saldrá bien

Isabel Ampudia y Mercedes Hoyos

MM: En el final de la película, hay dos escenas demoledoras. Una, que empieza a partir del momento en que Isabel se mira en el espejo. Otra, cuando vemos los restos del picnic fallido. Esta segunda parece más light pero creo que también encierra bastante amargura…

J. P.: Colocar ahí los restos del picnic fallido es algo intencionado. A los pocos amigos que les pasamos la película antes de su estreno, siempre decían cuando veían los títulos de crédito: «Menos mal que al final se aclara porque me he pasado todo el tiempo preguntándome que pasó con el mantel». Es decir, como que estaban inquietos porque habíamos dejado como un cabo suelto. Era un cabo suelto intencionado. Pero es que, además, ese picnic que nunca se celebra sí que tiene una pequeña simbología, ¿no? Creo que es una metáfora muy facilita de ver…

MM: Facilita de ver pero que va directa al estómago…

J. P.: Es lo que se pretende.

MM: ¿Cómo veis las actrices esas escenas? ¿Fue duro llegar al final con esas escenas? Porque supongo que no es lo mismo terminar con un final feliz o, al menos, que tenga ciertos matices, que no un desenlace como el que tiene la película…

I. A.: Yo fui haciendo lo que dirección me pedía y el guion estaba muy claro. Los dos finales son consecutivos pero se rodaron en días diferentes. Sí sabíamos que la película terminaba con las imágenes del picnic fallido, con esa desolación… La escena anterior fue una escena complicada de rodar pero ahí estaba el señor director y yo misma para proponer cómo, cuándo descubrimos lo que descubrimos y lo que se siente, ¿no? Yo imagino que puestas las dos escenas juntas producen mucha desolación en el espectador… Es que un happy end no hubiera tenido sentido en esta historia.

M. H.: A mí me parece que hay que felicitar a Jesús no sólo por poner a dos actrices de protagonistas que son las que aparecen, ellas solas, a lo largo de casi toda la película. Sino que, además, ha recurrido a dos mujeres maduras, no ha cogido a dos pibones de 25 años, no se ha apoyado en dos chicas fantásticas, guapísimas de la muerte, con un tipazo excepcional… Ha recurrido, como digo, a dos mujeres maduras para hacer estos personajes. En mi caso, aparece como una mujer machacada desde que empieza la película hasta que termina y me parece que eso hay que valorarlo. Yo, cuando recibí el premio de la Asociación de Escritores Cinematográficos a la mejor actriz del cine andaluz hace unos meses por esta película, di un discurso en el que hablé sobre esto, de que el papel de la mujer en el cine es desolador. Y que las mujeres, a partir de que cumplimos cuarenta años, no estamos muertas, no somos invisibles, ni nos hemos muerto, tenemos que contar muchas historias y hay que contar las historias desde la perspectiva de la mujer, también a partir de los cuarenta años, porque somos, porque existimos y porque el 52% de la población de esta sociedad somos mujeres y, por tanto, no podemos solo contar historias desde la perspectiva de la testosterona y desde la perspectiva masculina. Necesitamos contar historias con las que nosotras nos sintamos identificadas. También dije en ese discurso que no condenemos a nuestras hijas a tener que estar siendo constantemente jóvenes, perfectas, maravillosas y delgadísimas. Porque eso es una condena y eso no se puede consentir. La generación que viene tiene que saber que las fotos que vienen últimamente en las revistas de moda están tratadas con Photoshop, que las modelos que están en las revistas prácticamente no comen y que hay un alto porcentaje de bulimia y anorexia en muchas de las profesionales que se dedican al mundo de la moda porque están presionadísimas para mantener esa delgadez extrema que no es natural… Estamos dando a nuestras hijas unos modelos que no pueden ser, que son imposibles. Se hizo un estudio de las muñecas Barbie y demostraron que una mujer con esa longitud de piernas y esas medidas de cintura, no podría sostenerse en pie. Entonces, llegamos a situaciones en que las clínicas están llenas de chicos y, sobre todo, de chicas que se sienten obligados a ser de una manera que es imposible ser así. Vamos a prevenir en el audiovisual, que es el que llega a los jóvenes de forma más determinante, de forma más inmediata y vamos a poner imágenes de mujeres reales, de mujeres de todo tipo, más delgadas y más gorditas, de mujer muy joven y de mujer madura, vamos a contar historias de mujeres maduras y de mujeres valientes, de mujeres poderosas, con una profesión y vamos a contar aventuras que protagonizan mujeres, que las mujeres siempre aparecen sometidas, maltratadas, pequeñas, detrás de un hombre… Vamos a dejar de hacer esto y vamos a contar historias de verdad de mujeres, con una lucha imprescindible para la nueva generación que está viendo que no llega nunca a unos cánones de belleza que son imposibles… Nosotras estamos haciendo personajes ridículos, personajes pequeños… Y no es justo. Creo que ahora está empezando a cambiar la situación. Y es porque hay un movimiento social de concienciación protagonizado por mujeres, claro está. Yo, por ejemplo, pertenezco a AAMMA (Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales) y a CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales) y estas asociaciones están haciendo una magnífica labor de visibilidad y trabajo por y para la concienciación sobre los temas que te he contado. Yo creo que hay una concienciación cada vez más amplia. Aún no se ven resultados pero denunciamos lo que sucede. Hay un avance en cuanto a la lucha que estamos llevando a cabo.

MM.: Un aspecto muy importante en la narración del film sobre el que quiero que habléis los tres es que nunca vemos el rostro de la madre… Y, en el caso de las actrices, les preguntaría si, en el transcurso del rodaje, pusieron rostro a esa madre.

J. P.: No. Mira, el hecho de que no se viera, nos planteamos cómo hacerlo, que si se viera en escorzo o de alguna otra forma… En un momento dado, se ve una mano pero no es una mano real porque es una mano que una de las protagonistas sueña. Yo siempre intentaba que el espectador sintiera que era una historia próxima. Si tú al horror o al eje de la acción o al leit motiv, como quieras llamarlo, le pones una cara, esa cara no se va a parecer a la cara de tu problema… Si tú tienes una madre anciana o un amigo que tiene una madre anciana, o una abuela o una tía o un padre o un hijo en situación de dependencia, si tú a la figura de la madre le pones un físico concreto y palpable, el espectador no lo va a sentir próximo. Como el tema de la madre dependiente es más un elemento o un conflicto que una persona, yo no quería mostrar ni los vómitos ni las cosas desagradables, las cuales ya están en la mente de cada uno. El caso que no se viera era algo así como el cadáver del sofá de Repulsión (1965) de Roman Polanski. En esa película, la protagonista mata a un vendedor y esconde el cadáver detrás del sofá para no verlo. El sofá aparece constantemente pero el espectador sabe que, tras el sofá, hay un cadáver. Era un poco eso. Que cada uno le ponga la cara personal que le tiene que poner al conflicto. Y no mostrarlo. Y, sobre todo, evitar el morbo. Yo no necesito mostrar una cama manchada ni sangre ni una hemorragia ni una vomitera. Estamos hablando de la dignidad humana, no de removerle el estómago a nadie.

I. A.: Jesús tenía eso muy claro desde el principio. Es algo que siempre está presente pero nunca aparece. Es un recurso muy cinematográfico y lo que no quería hacer es lo que se llama pornografía emocional con un enfermo: una cara, una decrepitud… No. Esto es cine clásico, desde mi punto de vista. Es mejor que sea el espectador imagine y sea el que ponga un rostro, una enfermedad, que ponga lo que quiera y no que se lo den hecho. Esa es la riqueza de la propuesta de Jesús: deja ese campo abierto para que el espectador participe. Los que saben de qué está hablando la historia, que nos hemos encontrado muchos y que han quedado muy tocados con lo que se cuenta, sí han puesto rostro a esta madre: sea un padre, sea una madre, sea alguien dependiente… Es de las cosas buenas que nos hemos encontrado con esta película: el público que la ha visto se ha sentido muy reconocido, los que han vivido esta situación, los que la están viviendo… Como actriz, yo no le puse rostro a esa madre. Lo que sí le puse fue el sentimiento.

M. H.: Yo sí le puse cara a esa madre. Yo creo que tú le pones cara a todo. Tuve que trabajar con sentimientos muy, muy dolorosos para hacer esta película. Con sentimientos difíciles, también, porque tenía que sacar fuera sentimientos feos, rencor, odio, envidia… Ese tipo de cosas. Y, en el caso de la madre, yo le puse cara, le puse recuerdos, le puse lo que se llama un back action en el mundo actoral, que es hacer toda una vida anterior que has vivido con los personajes que aparecen en la película y yo tenía toda mi vida anterior con esa madre, tenía su cara, tenía sus gestos, tenía su amor y tenía toda esa desesperación al verla en ese estado.

@merhoyos: Tuve que trabajar con sentimientos muy dolorosos para hacer esta película. @jmcruzbar Share on X

 Todo saldrá bien

MM: Hay una pregunta que ya hemos hecho a una directora y a una actriz en una entrega anterior de esta serie. Y se refiere a las reacciones del público. Cuando una película se convierte en un espejo que retrata una realidad, ¿molesta el reflejo que ese espejo devuelve? ¿Has sentido algo así en relación a las reacciones frente a la película?

J. P.: Mira. Yo he tenido gente que, desde que se ha enfadado conmigo por hacer la película, que les ha sentado mal, hasta un crítico de cine (que me sorprendió porque siempre nos había hecho críticas positivas), que nos hizo una mala crítica, muy, muy dura, del que luego nos enteramos por una conversación con un conocido común, que pensaba que la película era inmoral, que eso no se debía mostrar y que la película le había hecho mucho daño. En general, las críticas fueron buenas, algunas tibias, no las hubo especialmente malas, pero la crítica sí nos trató bien considerando que somos conscientes de que ha sido una película que se ha visto poco. Pero esa crítica sí fue dura… Sí me ha pasado proyectar la película en filmotecas y ver que parte de la sala se levanta en una secuencia muy concreta porque les hace pupa. O hacer proyecciones en filmotecas donde después se supone que hay un debate y estar el público mudo, quizás porque se cree que no tienes que hablar de algo personal… O proyectarla en la Filmoteca de Extremadura y todo el que se pasaba por tu lado antes del debate, te decía: «Vaya tela, ¿eh? Vaya tela». Y, bueno, nadie ve la mala intención en la película, todo el mundo ve la buena intención pero no es una buena intención que sea agradable de ver. Es una realidad que planteamos, es un problema que va a sobrevenir a todos y a nadie nos gusta que nos digan que nos va a sobrevenir. Pero el problema de la dependencia domiciliaria de nuestros mayores está ahí.

MM: Es decir, por lo que me dices, lo que sucede es que no nos preocupa ver una película realista de Ken Loach porque está hablando del Reino Unido. O una película de los hermanos Dardenne porque está hablando de Bélgica. O una de Laurent Cantet o Jacques Audiard porque habla de Francia. Pero cuando se trata de una película realista que habla de España, todo cambia, ¿no?

J. P.: Lo que sucede, quizás no sea por proximidad geográfica sino por proximidad moral. Cuando mi hija estaba recién nacida, yo vi El niño (2005) de los hermanos Dardenne que me encantó pero que me estaba haciendo un daño terrible. Yo iba en un tren y la pusieron, y en un momento en que tienes lo más frágil de tu vida como cogido con algodones, te cuentan una historia de una gente que vende un bebé y te hace daño. Y es cierto es que si la realidad es muy próxima y te identificas demasiado con ella, a mucha gente no le gusta verla. Para eso, está el cine de entretenimiento, que yo también consumo. Pero sí es cierto que hay cierta realidad audiovisual que cuesta más verla. Y yo entiendo que no todos los días estás para ver algo que no te va a agradar. Pero, bueno, también coger los problemas de frente ayuda a resolverlos. Es una de las obligaciones que tenemos.

M. H.: Yo creo que existen muchos tipos de espectadores. Existen espectadores de cine de entretenimiento y, de hecho, las películas que más se llenan son las películas de acción, en las que no ocurre nada extraordinario y todo se reduce a que el héroe debe salvar al mundo. El guion es el mismo una y otra vez. Hay un público que lo que quiere es entretenerse, divertirse con los efectos especiales y ya está. Pero también es verdad que hay otro público que le gusta otro tipo de películas que cuenten algo o que les digan algo. Sí es verdad que la realidad más cercana es incómoda. Y hay mucha gente que me dice que no quiere ir al cine para pasarlo mal. Y es verdad que es complicado muchas veces encontrar un público que se va a enfrentar a una realidad que le va a doler. Porque la realidad social es muy dolorosa. Pero hay mucho público que disfruta con películas que le cuentan cosas que le mueven por dentro, en el corazón. Yo soy de esas. Me gusta al cine para entretenerme pero que a mí se me mueva algo. Si a mí no se me mueve una emoción, no me interesa tanto la película.

MM: Pues, para terminar, ¿qué queréis decir o completar sobre algunos de los temas que hemos hablado o sobre vuestra propia película?

J. P.: Respecto a Todo saldrá bien, yo diría que es una película que, desde que la planteé en 2004, cada vez que hemos ido a rodarla y no se ha rodado o cada vez que hemos ido a levantar el guion y no se ha levantado, que ha sido, prácticamente, una vez por año, el discurso era: «Hay que hacerla ahora porque está de más actualidad que nunca». Lamentablemente, en estos doce años, todos los años siempre ha estado de más actualidad que nunca… Por eso, la hemos hecho. Evidentemente, es una película por la que hemos cobrado pero que no nos ha dado para vivir. Más bien, al contrario. Pero es una película que, en cualquier momento, hubiera estado de actualidad. La hubiéramos hecho en 2004 o ahora que la hemos hecho en 2016. Este es un país en el que, lamentablemente, los responsables de que las cosas funcionen no han conseguido, en estos últimos doce años, que lo hagan. Curiosamente, mi primera película, 15 días contigo, adelantaba el problema de los «sin techo» y en 2006 adelantamos el problema de la juventud desubicada tipo ni-ni en Déjate caer… Y a mí me gustaría hacer una película que no adelantara nada más. Que fueran las cosas bien, que se acabara con tanto acertar, que es mala señal… Que la próxima sea una comedia.

M. H.: Yo no quería dejar de mencionar, ya que estáis con la serie sobre la mujer en el cine español actual, a Techo y comida de Juan Miguel del Castillo, que es un directorazo, que ha hecho una película de autor, con pocos medios, y ahí tenía a Natalia de Molina, que estaba maravillosa. Los personajes de mujeres estaban ahí. Y esa era, fundamentalmente, una película de mujeres, ¿no? Juan Miguel hace un trabajo de una sensibilidad brutal, con gran inteligencia y una forma estupenda de rodar.

I. A.: Yo les querría decir a los espectadores que es verdad que la vida puede ser dura, que hay que saber despedirse y que hay que saber afrontar las cosas pero que Todo saldrá bien también tiene golpes de humor y que se deja ver muy bien en determinados momentos y que apuesta muchas veces por el humor en la relación. Y cuando las cosas son más ligeritas y fluyen, también la vida es eso. Es decir, que no se esperen una cosa muy densa y muy triste porque también hay humor en la película.

#TodoSaldráBien, de @jesusponce1971, plantea el tema de la #dependencia, siempre actual. Share on X

Como han podido comprobar, no es fácil, actualmente, hacer cine en nuestro país. Hace falta mucha paciencia, mucha tenacidad y una firme voluntad para que los contratiempos no te desanimen. Por ello, proyectos como Todo saldrá bien merecen ser divulgados y, sobre todo, conviene explicar el proceso por el que unos profesionales, guiados únicamente por su convicción, han logrado llevarlo a cabo. Una vez que hemos escuchado sus palabras, solo se me ocurre una actitud posible: brindarles mi más sincero y entusiasta aplauso.

José Manuel Cruz para Revista MoonMagazine