En la poesía de ámbito hispanoamericano hay voces que se alzan por la singularidad con la que se enfrentan a las reflexiones existenciales, esto es, por la conexión que se produce de poesía y filosofía. No es otra cosa que la memoria que poseen las palabras para hacernos sentir distintas emociones.
En las letras mexicanas, las obras de Octavio Paz y de José Emilio Pacheco son un referente, donde el transitar de los días nos provoca reflexiones sobre la muerte. Lo elegiaco es motivo central en la obra de ambos.
El poeta, narrador, editor y periodista mexicano José Ángel Leyva (Durango, 1958) se dio a conocer hace más de dos décadas con la publicación de Botellas de sed (1988) y le siguieron más de catorce publicaciones hasta llegar a Tres cuartas partes (publicado en México en 2012), ampliado y hermosamente editado por La Garúa (2020). Así, cuenta con una trayectoria significativa que se erige como vía de expresión ontológica.
El volumen reúne dos alicientes: el poema frontispicio de Antonio Gamoneda y el epílogo de Juan Carlos Abril. El poema del poeta leonés, ya publicado en 2012, titulado Frontispicio, en sintonía con la provocación de la obra, va dirigido a los lectores. Está construido con palabras extraídas de los poemas de Leyva. Los dos últimos versos se tienen la condición de preliminar: «esconden la pureza ensangrentada / de las tres cuartas partes líquidas del hombre». Se podría decir que este volumen aborda las conexiones entre poesía y filosofía desde un enfoque original basado en el uso provocador del lenguaje.
Tres cuartas partes, de José Ángel Leyva, aborda las conexiones entre poesía y filosofía desde un enfoque original basado en el uso provocador del lenguaje. #Reseña de Jesús Cárdenas. @lagaruapoesia #RecomiendoLeer #Poesía. Share on XTres cuartas partes está constituido por sesenta y cinco poemas, agrupados en dos apartados. El primero de ellos, en clave central, se titula «La eternidad no es tiempo». Se trata de un axioma de carácter filosófico. Negar lo eterno significa dar mayor relevancia al momento, al hic et nunc. Aquello que traspasa el umbral temporal es el valor que concedemos a nuestras vivencias. Sin embargo, la aceptación de un Dios ausente, ensancha la conciencia de convivir solos. Así, el poema de título homónimo se convierte en revelador en tanto que posee la condición de iluminar el camino, donde la memoria del ser clarifica el horizonte. Los versos adquieren correspondencias con otro tiempo, creando bellas imágenes casi aforísticas: «No son escombros de ayer sino las ruinas / de un porvenir hecho de olvido»; o la correspondencia entre el inicio («Un puñado de tierra no es un hombre / Tres cuartas partes del sueño la sustancia») y el término («la mutua soledad bajo los puentes / las tres cuartas partes líquidas del hombre»). En ese punto no sería extraño vincular el tono de Leyva con la poética de Pacheco.
En las siguientes composiciones la conciencia individual se desdobla, haciéndose efectiva en el poema «Espejo». El sujeto se interroga sobre la propia futilidad de la vida sin eludir el concepto abstracto, se centra en lo concreto, pero también sale al encuentro de la conciencia del otro, en defensa de los más débiles, en poemas como «Alicia en Ciudad Juárez», «Migrantes», «Bogotá» o «Su nombre es Bagdad». Leyva se muestra humano, terriblemente humano en «Vuelo» o en «El campesino del futuro muerto».
Tres cuartas partes constata los sentimientos que producen las crueles injusticias. En el recorrido topográfico se reproducen escenas de otro tiempo, lo que implica una traslación, en el caso de «Acrotiri». Las imágenes oníricas trascienden lo real en «La guerra», porque, quizás está más cerca de la ficción que de la realidad, de lo que debe ocurrir. El tono de los poemas se torna crítico, especialmente, en «Fin del mundo», y es turbador en «La peste», que concluye: «Gira el planeta con gravedad humana / Da vueltas al revés como cabeza enferma». En «Toniná», el poema se construye como forma de concretar los recuerdos. La naturaleza de la historia se impone: los restos de las civilizaciones devastadas salen a la luz dando cuenta de la maldad humana. Ante todo ese magma doloroso, la palabra viene a ser una tabla de salvación, pues en la forma de enunciar el dolor se cumple el rechazo («Yo dije la palabra inútil / y vi la mirada de la muerte»), como si la poesía fuese un artefacto con que enfrentarse al sufrimiento del mundo. De ahí que uno de sus resortes, el empleo del lenguaje tenga un uso provocador, peculiar: de un lado, la ausencia de los signos de puntuación y de otro, la riqueza de recursos como el hipérbaton, la hipérbole, la imagen, las aliteraciones, etc.
En Tres cuartas partes el empleo del lenguaje tiene un uso provocador, peculiar: de un lado, la ausencia de los signos de puntuación y de otro, la riqueza de recursos como el hipérbaton, la hipérbole... Jesús Cárdenas @lagaruapoesia. Share on XEl segundo apartado de Tres cuartas partes, tal vez menos interesante, titulado «Visual», recorre distintos objetos y autores de varias disciplinas artísticas. La escultura, la pintura y la fotografía se convierten en el eje de las composiciones, en las que las imágenes ganan en plasticidad. Si la existencia no tiene apenas sentido, tal vez porque no haya memoria, entonces las emociones en las expresiones artísticas nos devuelven, al menos una parte del existir. Como si la única razón se encontrase en el arte. O como si las recreaciones de la vida fuesen más interesantes que el vivir, que casi siempre nos decepciona ante la realidad. A partir de la transfiguración de la materia, el arte, evoca al ser que existe lo perenne, lo eterno. De este modo, parecería una negación del capítulo anterior, a menos que interpretamos este capítulo como la conciencia del hombre para reflexionar en el mundo en que vivimos y establecer conexiones con el medio ambiente, por ejemplo, en «Escultura en piedra», o incluso con nuestro pasado, como en «El sentimiento de la piedra»: «En el laberinto sonoro de la roca / vibra el hueso ancestral / Más adentro escucho la pasión». Como si lo mineral nos sacudiese y nos aportase respuestas. En «Fundación en piedra» puede leerse: «Bajo un cielo de nubes de cristal la piedra y el cincel hacen memoria». Los retratos y las descripciones abundan no como un misterio oscuro, sino como una demostración luminosa. Los huecos y los moldes de esculturas de mujeres quedan vacíos, a la intemperie. Vistos en otra clave, al interactuar la figura con la obra, como sucede, por ejemplo, en «Apunte sobre una mesa de granito» estas composiciones plantean un diálogo de los objetos que nos acompañan con nuestra soledad o nuestra permanencia en el mundo: «Una mujer contempla su rostro en el estanque / […] La mujer sonríe a su imagen».
«En el laberinto sonoro de la roca / vibra el hueso ancestral / Más adentro escucho la pasión». Tres cuartas partes, poemario de José Ángel Leyva. #Reseña de Jesús Cárdenas. @lagaruapoesia #RecomiendoLeer #Poesía. Share on XTres cuartas partes es de esos libros de poemas que destacan por contener un pensamiento existencialista, que es lo mismo que decir, interrogantes y estampas con las que los lectores amplificamos nuestro intelecto. El eco que deja la palabra de José Ángel Leyva genera espacios lingüísticos de un conjunto esculpido al detalle, donde las palabras poseen memoria.
Tres cuartas partes
José Ángel Leyva
La Garúa Poesía
Reseña de Jesús Cárdenas Sánchez
Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre
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