Título: Blade Runner 2049.
Título original: Blade Runner 2049.
Año: 2017.
Dirección: Denis Villeneuve.
Guion: Hampton Fancher y Michael Green, basado en los personajes creados por Philip K. Dick.
Música original: Benjamin Wallfisch y Hans Zimmer. Montaje: Joe Walker. Dirección de fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Sylvia Hoeks, Mackenzie Davis, Jared Leto, Robin Wright, David Dastmalchian, Lennie James, Dave Bautista, Sean Young, Edward James Olmos.
País: Estados Unidos-Reino Unido-Canadá.
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Reseña de Blade Runner 2049 para espectadores que la hayan visto

Para valorar en su contexto Blade Runner 2049, probablemente habría que partir de tres premisas básicas.

Primera premisa Blade Runner 2049

La primera, recordar la raíz de la recuperación de la original Blade Runner a partir de su inicial fracaso comercial. Si, en un principio, la película no gustó por parecer excesivamente oscura e intrincada, ello acabó convirtiéndose, paradójicamente, en su principal valor, de modo que la cuestión de si Deckard era un humano o un replicante, la naturaleza de los replicantes y su condición o no de seres humanos con alma y las implicaciones de estas disyuntivas en la visión sobre nuestra propia identidad pasaron a ser la seña de distinción del film. Ello ha hecho que, en su secuela, con el probable fin de honrar la tradición previa y proporcionar un plato doble de metafísica a los fans, la reflexión filosófica ocupe un lugar central y predominante. Si en el film de Ridley Scott existía una trama de corte clásico, el de Villeneuve se basa en una minitrama donde apenas hay acción y en la que tenemos que estar atentos a todas las señales que van apareciendo para llegar a averiguar qué es lo que el director quiere transmitirnos.

Segunda premisa Blade Runner 2049

La segunda premisa también está relacionada con un elemento previo del Blade Runner de 1982 y está relacionada con su poderío visual y su inmensa capacidad para crear imágenes icónicas que han perdurado en la memoria de cualquier cinéfilo. El añadido adicional de la música de Vangelis proporcionaba una atmósfera única que constituía, sin duda, otro de los sellos inconfundibles del film. Para no quedar por debajo de la película original, la factura visual (a cargo del director de fotografía Roger Deakins) y sonora (responsabilidad de los compositores Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch) de Blade Runner 2049 se eleva a la categoría de mayestática y, prácticamente, apabullante. Cada secuencia, cada plano, cada detalle parece trabajado hasta la extenuación para proporcionar una experiencia única al espectador. Siendo positivo tanto esmero, resulta difícil que un diseño de producción tan exhaustivo no acabe ahogando a la propia película. Si comparamos lo que consiguió Tarkovsky en Solaris (1972) o Stalker (1979), nos podemos dar cuenta de que, en ocasiones, con menos se puede alcanzar lo máximo.

Tercera premisa Blade Runner 2049

Ya que la película parte de dos elementos que buscan conectar la película original con su secuela, la tercera premisa marca el hecho diferencial entre ambas. Si está claro que el argumento del film de Villeneuve es una continuación del argumento del film de Scott, el tema que trata cada una de ellas no es el mismo. O, para ser más precisos, no es exactamente el mismo. Si en Blade Runner la pregunta central era «¿qué somos?», en Blade Runner 2049 sería «¿qué sentido tiene nuestra existencia?». En el nuevo film, nadie se plantea qué es porque es algo que todos tienen, más o menos claro ni el espectador tiene dudas razonables sobre ello. La cuestión es que, siendo lo que somos, qué sentido tiene el hecho de que lo seamos.

#BladeRunner2049: del qué somos de #RidleyScott a la búsqueda existencial de Villeneuve. @jmcruzbar Share on X

Blade Runner 2049

A partir de la pregunta antes mencionada, Villeneuve centra su mirada en el personaje de K, interpretado por Ryan Gosling (probablemente, el actor que haya llegado más lejos, comercial y artísticamente, con tan reducido número de movimientos en sus músculos faciales), un blade runner que descubre un hecho insólito: la existencia de dos replicantes que han tenido descendencia (descubriremos, conforme avance el argumento, que se trata de los personajes de Deckard  —Harrison Ford— y Rachael —Sean Young—  del film original). El proceso de búsqueda, a partir de este hecho inicial, tiene tres fases. El primer tercio del film sirve de introducción a la historia y, en él, los elementos visuales remiten directamente al film de Scott (el ojo que se abre al principio de la película, los rascacielos futuristas, los vehículos voladores, la ciudad permanentemente nocturna…). Pero, de repente, la trama gira: K sospecha que puede ser el hijo de Deckard y Rachael. Y el entramado visual y argumental cambia. Empezamos a contemplar nuevos escenarios. La noche y los ambientes urbanos van siendo sustituidos, poco a poco, por desiertos polvorientos y mundos en ruinas. Y ello deja paso a un tercer acto presidido por la frustración: K descubre que no es el hijo de Deckard y Rachael y no tiene más remedio que asumir que no va a ser el héroe de una epopeya sino que va a ser un mero intermediario entre Deckard y quien es, realmente, su hija. Aún más, lo más probable es que haya sido programado para cumplir, precisamente, con esa misión lo cual lo convertiría en una simple pieza sin personalidad propia.

#BladeRunner2049 se propone que el espectador acompañe al protagonista emocionalmente. @jmcruzbar Share on X

En todo ese proceso, el film, deliberadamente, se propone que el propio espectador acompañe al protagonista emocionalmente. Porque, en su estrategia narrativa, el director nos engaña, nos manipula, nos hace ser cómplices de la evolución, los sentimientos y las decepciones de K. En la primera parte, a la vez que el personaje de K se maneja en sus aburridas certezas (reflejo de lo que podríamos denominar su desoladora sensación de «deshumanización»), el espectador se mueve en un entorno visual familiar y conocido. Cuando K empieza a creer que es hijo de Deckard, el espectador empieza a sospecharlo antes que el personaje. Y, de modo cada vez más visible, la película se va poblando de ecos y de referencias que nos pueden llevar a pensar si no somos nosotros mismos fruto de una programación similar a la que están sometidos los replicantes o, como mínimo, si no somos más que el producto determinístico de una determinada coyuntura sociocultural. ¿No recuerda la relación entre los personajes de Ryan Gosling y Ana de Armas a Her (2013) de Spike Jonze? Las secuencias en las que pensamos que K puede ser hijo de Deckard y Rachael, ¿no son un eco nada disimulado de Matrix y del descubrimiento de Neo de que algo falla en el mundo que le rodea y de que él es el Elegido? El concepto general de la trama, estructurada en torno a un personaje solitario, enamorado de una mujer idealizada e inalcanzable, que acaba logrando, tras cruzar el desierto, que una joven acabe reencontrando a su familia perdida, ¿no es una referencia directa a Centauros del desierto (1956) de John Ford? Las dudas, incertidumbres e inquietudes de K son las nuestras, son nuestro dilema sobre si, realmente, nuestra conducta está guiada por el libre albedrío o si está previamente determinada por elementos que escapan a nuestro control.

¿Qué hay más humano que morir por una buena causa?

La última escena de la película admitiría, desde el punto de vista filosófico, dos alternativas posibles. O significaría dejarnos en el nihilismo más absoluto, en el que no habría posibilidad de «humanización» en el sentido de tener capacidad para controlar nuestra vida, lo cual nos situaría en el mismo umbral donde Nietzsche hizo arrancar su pensamiento. O significaría que, en el último momento, K descubre que su vida sí tiene un sentido (haciendo honor a una de las frases que se llegan a decir en la película: «¿qué hay más humano que morir por una buena causa?»), lo cual llevaría a la curiosidad de que Blade Runner 2049 tendría como perfecta acompañante de una profunda y conceptual sesión doble a Diario de un cura de campaña (1951) de Robert Bresson. Si se hacen futuras secuelas, podríamos aclarar esta duda.

Nota (de 0 a 10): 8.

Lo que más me gustó: Su imaginería visual. Su entramado filosófico.

Lo que menos me gustó: Su exhaustivo diseño de producción llega a ahogarla en determinados momentos.

Tráiler de la película:

 

#BladeRunner2049: brillante imaginería visual e interesante entramado filosófico. @jmcruzbar Share on X

POSTDATA: No me resisto a mencionar una posible teoría alternativa sobre qué interpretación podríamos dar a Blade Runner 2049 y que encerraría una desengañada crítica de Denis Villeneuve a Ridley Scott, productor de la cinta. Podríamos pensar que el personaje de K y su trayectoria en la película sería un trasunto de lo que ha vivido el director canadiense en esta película. A partir de su visión del film inicial, Villeneuve pensó que iba a poder imprimir su sello personal a la secuela. Sin embargo, poco a poco, fue descubriendo que era una mera pieza en la megaproducción diseñada por Scott, que trataría a los directores como si él mismo fuera un diseñador de replicantes. Al final, Villeneuve no habría sido más que un mero intermediario entre la película original (representada por Deckard) y sus futuras secuelas (representadas por la hija de Deckard) sin que haya podido tener la capacidad de tomar ninguna decisión sobre este film. Pero, no me hagan caso. Seguramente, solo es un delirio que se me ha pasado por la cabeza…

#BladeRunner2049, ¿una desengañada crítica de #Villeneuve a #RidleyScott? #Reseña, @jmcruzbar Share on X