Bandersnatch: puedes seguir leyendo esta reseña (sin spoilers) o ver la película AQUÍ.
No es un juego feliz, es un jodido mundo de pesadillas.
Colin Ritman sobre Pac-Man
Bandersnatch, elige tu propia pesadilla
«Yo elegí no elegir la vida». Ese era el lema de Mark Renton en Trainspotting (Danny Boyle, 1996) y fue el canto de cisne perfecto para la generación de yonquis británicos de los ’90. ¿Cuál podría ser su equivalente hoy? Podríamos señalar que hoy un «me gusta» o un retuit puede ser tan adictivo como algunas drogas; al menos, Charlie Brooker, creador de la serie Black Mirror, nos lleva alertando de ello desde hace algunos años. Y ahora, lejos del no elegir de Renton, lo que se nos propone es creer que elegimos, aunque tengamos otros amos que toman las decisiones, porque, acaso, ¿qué es la libertad salvo una ilusión terrorífica?
Puede que muchos considerasen que los libros de Elige tu propia aventura habían muerto con la llegada de los videojuegos, pero el auge nostálgico de este subgénero ha hecho que hayan retornado a las librerías y dado nuevos pasos en los últimos años. A todos ellos se les hace un guiño con Bandersnatch, la película interactiva de Black Mirror con la que Charlie Brooker decide que no tiene poco con hundirnos en la miseria en cada capítulo, sino que ahora pretende que vivamos esa miseria. Fantástico.
Y, sin duda, estamos ante uno de los mayores aciertos de Netflix de los últimos años, porque, al igual que Grant Morrison nos dejó boquiabiertos con el «te veo» de Animal Man o Unamuno se ensoñaba con los enfrentamientos entre un personaje y su autor en Niebla, Bandersnatch alcanza unas cotas de ruptura de la cuarta pared que bien evocan a las mejores obras de la historia con un modo nuevo de entender el arte: vivirlo y experimentarlo hasta unos puntos interesantísimos. No es que Brooker quiera romper la cuarta pared, es que quiere romperte la cabeza. Más de lo usual.
#Bandersnatch alcanza unas cotas de ruptura de la cuarta pared que evocan a las mejores obras de la historia con un modo nuevo de entender el arte: vivirlo y experimentarlo. #BlackMirror. @NetflixES @Carlos_Eguren. Share on X3, 2, 1… Start
Bandersnatch nos da la patada en 1984 y sigue la historia de Stefan, un joven traumatizado por la pérdida de su madre cuando era un crío. Pese a que vive con su padre, Stefan culpa a este y a sí mismo de que su madre falleciese en un accidente de tren. Para apartarse de la realidad tan deprimente en la que vive, el joven diseña videojuegos y pronto ve la oportunidad de formar parte de la desarrolladora de Colin Ritman, su ídolo. Para ello, decide crear un videojuego basado en un libro del autor maldito Jerome F. Davies: Bandersnatch, un volumen de elige tu propia aventura sobre el que pesa la oscura historia de su escritor. Davies acabó asesinando a su familia para hallar la solución al rompecabezas que había empezado a escribir. Pronto, para Stefan, la idea de concebir un videojuego basado en decisiones lleva a que caiga en una pesadilla de miles de aristas y caras, la misma pesadilla de Davies.
Puede que no estemos ante uno de los argumentos más brillantes de Black Mirror, que se pudiera haber sido más afilado con el mundo de los videojuegos (por ejemplo), pero Bandersnatch se las arregla para crear varias rutas que el espectador puede seguir en todo momento. Existen quejas de que muchas de las decisiones llevan al final que tenían pensado los creadores, pero cabe señalar que, ya en el propio capítulo, los personajes dicen que hacen creer que los demás pueden decidir, pero que ellos, al final, son los que tienen la decisión. No es más que una declaración de intenciones de los creadores de la serie y tiene ese toque de cinismo, nihilismo y fatalidad que hacen grandes las tragedias tecnológicas que suele narrar la serie.
No obstante, Brooker nos brinda una serie de referencias que nos transportan no solo a los años ochenta, sino también a la obra de Philip K. Dick, en quien parecen haberse inspirado para Jerome Davies. Dick fue conocido por sus episodios psicóticos, el uso de las drogas y sostener ideas conspiranoicas a lo largo de su vida y obra, donde se preguntó si los androides soñaban con ovejas eléctricas o si en el futuro se nos podría detener antes de cometer el crimen. A estos guiños (con el póster de Ubik), se suma la vertiente de la experimentación infantil que recuerda a Akira (cuya explosión de Tokyo aparece al fondo de la estancia donde Colin saca del agujero a las Alicias que caen en el vacío de las decisiones).
#Bandersnatch tiene ese toque de cinismo, nihilismo y fatalidad que hacen grandes las tragedias tecnológicas que suele narrar #BlackMirror. @NetflixES @Carlos_Eguren. Share on XYa en su día, con el capítulo Playtest, las mentes tras la serie llegaron a pensar en un modo interactivo, pero Brooker no se veía todavía preparado. En 2018, todo ello ha cambiado, logrando un interesante efecto, en parte gracias al secretismo de la propuesta, con un tráiler salido un par de horas antes del estreno de la película. El propio Brooker reconoció para Hollywood Reporter que sabía que sería un proyecto complicado, pero, hasta que estuvieron en medio de su realización, no sabían cuánto de complicado iba a ser.
A través de las pesadillas
El director de la película es David Slade, quien en su trayectoria cuenta con películas como Hard Candy, Treinta días de oscuridad o… Eclipse (sí, de la Saga Crepúsculo). En los últimos años, ha trabajado en importantes series como Breaking Bad y, sobre todo, Hannibal, junto al showrunner Brian Fuller. Sería junto a este con quien se propondría llevar a la pequeña pantalla la novela American Gods de Neil Gaiman. Slade es un artista visualmente interesante, pero que contaba con el dudoso honor de haber sido el hombre tras uno de los capítulos más flojos de la cuarta temporada de Black Mirror: Metalhead (al que se rinde homenaje, por cierto, en Bandersnatch). En este caso, Slade con la película de Black Mirror cumple, aunque transite lugares comunes sin llegar a sorprender o dejar boquiabierto en esta pesadilla de una hora de duración. No hay ningún plano subjetivo, no hay ninguna metáfora visual inspirada… Era más el reto técnico de las elecciones que el de la propia dirección.
En la misma entrevista de HR que ya hemos citado, David Slade afirmaba que Brooker había puesto mucho de su infancia en la obra y, hasta cierto punto, se nota cierta sinceridad en el punto de partida. El guion de Brooker se abre a distintas interpretaciones impulsadas por los diversos finales a los que podemos llegar y, aunque dudamos de que se haya quebrado la cabeza tanto como Jerome Davies, podemos hablar de una historia que brilla cuando más rompe la cuarta pared y más nos hace parte del drama. Sí, el arte de verdad es aquel que significa algo para nosotros y en el que muchas veces nos sentimos identificados; pero aquí nos acercamos a una interactividad que aporta nuevos detalles.
A riesgo de caer en el destripe, pienso que el mejor final puede ser ese donde el espectador le revela a Stefan que está siendo controlado por alguien del futuro, que lo ve a través de Netflix. Puede que no tenga el punto final más interesante, pero sí es el que reluce por un uso del metalenguaje brillante (y de ese va sembrado el capítulo, como con el cameo del diseñador de videojuegos Jeff Minter como Jerome). Los otros finales destacables son aquellos donde sabemos sobre la hija de Colin Ritman, Pearl, y cómo ha decidido diseñar un remake del videojuego Bandersnatch, pero esta vez para Netflix; también es interesante otro, ese adiós donde el pequeño Stefan decide cambiar su pasado y, en un genial y dramático efecto mariposa, tomar la mano de su madre y aceptar el accidente. Todo ello nos remarca, al final, que puede que no sea el capítulo más brillante de la serie, pero sí es llamativo gracias al hecho de decidir cómo contarlo.
Sobre el reparto, destaca Fionn Whitehead (visto en Dunkerque, Christopher Nolan, 2017) como el desarrollador Stefan, incluso cuando su personaje pasa de un drama tétrico a la parodia, según decidamos el final. El otro actor que consigue atraer el interés, en medio de toda esta paranoia que roza el videojuego más básico, es Will Poulter como el célebre Colin Ritman; Poulter es un intérprete que ha logrado evolucionar desde los papeles infantiles hasta convertirse en uno de esos actores a seguir. Por su parte, Craig Parkinson, como el padre de Stefan, puede que cumpla con un rol que queda como mero secundario cuando se le podría haber enfocado de un modo más certero. Por su parte, Alice Lowe como la doctora Haynes no deja de ser un personaje más de la partida, al igual que Tallulah Haddon como Kitty.
¿Puntos extra?
Híbrido entre los libros de elige tu propia aventura y los videojuegos a los que rinde homenaje la película, Bandersnatch también escupe algunas ideas con los mundos paralelos, el libre albedrío, los viajes en el tiempo y la concepción de una cuarta dimensión que defiende que todo el tiempo transcurre a la vez, tal y como sostienen autores como Alan Moore en su obra maestra: From Hell.
Puede que para una serie que siempre (o casi siempre) satiriza el uso que damos de la tecnología, hacer partícipe al espectador de esta manera se convierta en otra burla más, pero no deja de ser una película que más que se ve, es una en la que el espectador siente que la vive, que la experimenta, hasta las últimas consecuencias.
Para los seguidores de la serie, además, hay continuos guiños a algunos de sus mejores episodios como San Junipero o Caída en picado, pero puede que el más importante sea el cameo del símbolo de White bear, el cual por fin tiene un «origen». Así, Charlie Brooker celebra con esta película, calificada de evento, todo lo que significa una de las series más necesarias de los últimos años.
Pero ¿cuál es el balance final? Para los que ya tenemos muchas horas de visionados, Bandersnatch es un desafío a la hora de escribir sobre él, porque ¿cuál es el final real? Existen cinco posibles a comentar y cada uno tiene puntos positivos y otros negativos. ¿Cuál es el visionado completo? ¿Cuál es la película? Si muchas veces las buenas críticas hacia un producto mediocre nos hacen pensar: ¿habré visto la misma película?, Bandersnatch nos lleva un paso más allá con la afirmación de que quizás usted y yo no hayamos visto la misma película, aunque lo hayamos intentado.
Puede haber un punto cercano a la frustración sobre cómo seguir, qué número apuntar, qué decidir… Es un punto en el que cada decisión concibe un nuevo mundo paralelo. Y vaya, es como nuestra propia vida, salvo que aquí sí podemos volver sobre nuestros pasos, tomar otra elección y caer en una terrible máquina del caos donde las diferentes vidas se conjugan ante nuestros ojos. Ahora bien, quien tenga ganas de arrojar algo a la pantalla (como los personajes), debería pensar que nos estamos sintiendo, en ese punto, como el propio protagonista al caer en el agujero. ¿Es esto una excusa para justificar a los creadores o una realidad? ¿Quién sabe? Lo bueno es que cada uno elige.
Técnicamente, para poder disfrutar (si es que se disfruta o se sufre, ¿en el buen sentido?) de Bandersnatch, se necesita que aparezca un icono rojo que es la confirmación de que podemos reproducirlo en nuestro dispositivo. Si la aplicación no funciona, utilizar directamente la web podría ser una solución. En caso de no poder, además, Netflix nos pone un anuncio de la serie donde se nos avisa del «percance» y envía un correo para solucionarlo. Eso sí, no olvide tener cerca el mando o el ratón.
#Bandersnatch nos lleva un paso más allá con la afirmación de que quizás usted y yo no hayamos visto la misma película, aunque lo hayamos intentado. #BlackMirror. @NetflixES @Carlos_Eguren. Share on X¿Fin del juego?
Bandersnatch no es la primera película interactiva. Ni será la última, pero sí es una de las que más brillantemente ha reflexionado sobre los usos de la tecnología, la toma de decisiones y los referentes culturales y tecnológicos de nuestra época. ¿Puede que el 28 de diciembre de 2018 pase a la historia de los medios de entretenimiento gracias a Bandersnatch? No lo sabemos. Toca pensarlo, como todo cuando uno está ante el trabajo de Brooker.
La propia Annabel Jones, productora de la serie, reconocía que la historia trataba sobre la ilusión de las elecciones, sobre la falsa libertad y ese mensaje es realmente importante hoy. Puede que el aspecto más interesante de la propuesta sea el más simple: la historia sobre un joven que se obsesiona con tomar decisiones, porque desea cambiar una errónea, evitar su pasado, caminar sobre los pasos que ya ha dado en un juego y crear un mundo nuevo en una especie de efecto mariposa, pero en este mundo deudor de Donnie Darko, K. Dick y Brooker no es posible… ¿O sí?
Black Mirror tiene detractores. No digo nada nuevo. Muchos sostienen que sus historias se dedican a golpear y no a reflexionar, que su talante fatalista bien podría recordar a aquel Abe Simpson que gritaba a las nubes o que no deja de ser un aviso alarmista sobre cualquier bien que pueda traernos la tecnología. No obstante, en esta época de inmediatez, de estar interconectados y pendientes de mil redes donde nos enmarañamos sin parar, Black Mirror sigue siendo una obra tan necesaria como Fahrenheit 451, Un mundo feliz, 1984 o V de Vendetta para que pensemos en qué mundo vivimos.
De lo contrario, usted tiene la elección. ¿O no?
Carlos J. Eguren
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